El papel de los sindicatos se ha ido desvaneciendo en los últimos años en España. La prueba más palpable de esta destacada realidad es que, según un informe de la OCDE, el nivel de afiliación sindical en España representa al 13,7% de los asalariados.
Como podemos apreciar en el siguiente gráfico, esta tasa representa la menor en los últimos 30 años y, comparativamente al resto de países de la OECD, España asume una tasa relativamente baja en la afiliación sindical ya que la media de encuentra en el 16% de los asalariados.
Hay que decir que en esta media existen amplias horquillas. La proporción de empleados que son miembros de un sindicato, varía considerablemente entre países de la OCDE, pasando del 4,7% en Estonia, a cerca del 65% en Suecia, Dinamarca y Finlandia y el 91% en Islandia.
Factores internos de España
Durante la crisis, vimos que en España, Portugal, Grecia y Francia se aprobaron una serie de reformas laborales en las que se apuntaba directamente a la negociación colectiva y en la búsqueda de la flexibilidad laboral.
Tenemos que dirigirnos al artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores para ver cómo la empresa asume más poder frente al convencional colectivo. Veámos el primer y segundo punto del artículo.
Art. 41
La dirección de la empresa podrá acordar modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo cuando existan probadas razones económicas, técnicas, organizativas o de producción. Se consideraran tales las que estén relacionadas con la competitividad, productividad u organización técnica o del trabajo en la empresa [...]
Las modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo podrán afectar a las condiciones reconocidas a los trabajadores en el contrato de trabajo, en acuerdos o pactos colectivos o disfrutadas por éstos en virtud de una decisión unilateral del empresario de efectos colectivos.
Todas las reformas tenían como objetivo fortalecer la negociación a nivel de empresa y dar más flexibilidad a la empresa en caso de crisis económicas. En el caso específico de España, la reforma de 2012 perseguiría el principio de conceder prioridad a los acuerdos a nivel de empresa sobre los de nivel sectorial o regional. Esto aportaba un mayor grado de adaptabilidad de la empresa frente a las dificultades existentes y sortear las eventuales quiebras.
La reforma también facilitó que las empresas pudieran optar por no participar en los acuerdos de nivel superior. Eso se refiere a los representantes de los trabajadores o remitiendo unilateralmente la cuestión al arbitraje de un organismo público tripartito.
Por ello, se ampliaba la posibilidad de que la empresa modifique unilateralmente los salarios, las horas de trabajo y horarios de trabajo que remiten el asunto, y si persiste el desacuerdo, al arbitraje de un organismo público tripartito.
Los resultados de estos cambios legislativos es un incremento de los convenios de negociación colectiva, pero no a nivel sectorial, sino de empresa. Si en el año 2012, los convenios de empresa eran 3.234, cinco años más tarde se incrementaron hasta los 4.555. Mientras tanto en el mismo período, los convenios superiores se mantuvieron entre un rango constante entre 1.100 y 1.200 convenios.
Los sindicatos dejan de importar. La tendencia global se encuentra en declive
Lo cierto es que si examinamos los países desarrollados de la OCDE, vemos un claro declive en lo que se refiere a poder de los sindicatos porque cada vez son menos los afiliados de los principales sindicatos de un país.
Nos encontramos con un claro efecto generacional. Las generaciones más jóvenes de trabajadores tienen una propensión sistemática menor a la unión que las generaciones anteriores. Esta menor propensión a la unión podría provenir de diversos factores, incluidos los cambios en las preferencias, o los cambios en el entorno institucional.
Los trabajadores llegan a la mayoría de edad y "aprenden" sobre el mercado laboral en un entorno en el que la sindicalización es más restringida, menos eficiente, o están menos valorado socialmente, y por ello, podrían tener una menor propensión a la sindicalización como resultado.
Otra explicación frecuente del declive de los sindicatos es que proviene de los cambios en la estructurales de la economía, y, en particular, de la contracción del sector manufacturero generalmente muy sindicalizado, y el aumento del sector de los servicios, en el que los trabajadores tienden a estar menos sindicados.
Esto lo podemos ver perfectamente en España, conocido como el efecto de la tercerización de la economía. Esto implica pasar de una economía basada en la agricultura, la ganadería y la pesca, a una economía en la que el mayor peso lo tiene el sector servicios en el PIB y la población ocupada.
El aumento de la prevalencia de formas de empleo atípicas, como los contratos a tiempo parcial y de plazo fijo, o el empleo a través de las empresas de trabajo temporal, es otro posible impulsor de la disminución de la densidad. De hecho, en los países de la OCDE, los trabajadores "no estándar" tienen una tasa de sindicalización más baja en comparación con los "estándar".
El aumento de la proporción de formas de empleo "no estándar"" podría, por lo tanto, impulsar la sindicalización hacia menores tasas de sindicalización. Una mayor rotación de puestos de trabajo y una menor permanencia media en el empleo, lo que da lugar a un limitado apego de los trabajadores a sus puestos de trabajo, también podría reducir sus incentivos para unirse a los sindicatos, así como sus oportunidades para hacerlo.
En último lugar, tenemos la competencia intersindical para los miembros del sindicato y la fragmentación que también se identifican como posibles impulsores del declive de la unión. Los procesos de unión conceden mayores poderes de negociación y esa descentralización, si bien se adapta más a la realidad de la empresa, al mismo tiempo, implica una pérdida de poder de esa mancomunidad.
El papel de los sindicatos hoy
A día de hoy, vemos que en dos tercios de los países de la OCDE, la negociación colectiva tiene lugar predominantemente a nivel de empresa.
Los acuerdos sectoriales solo desempeñan un papel importante en los países de Europa continental. No obstante, esto no cuenta toda la historia sobre el grado real de centralización o descentralización, porque los países difieren enormemente en cuanto a la flexibilidad de los acuerdos a nivel de empresa para modificar las condiciones establecidas en acuerdos de nivel superior.
En primer lugar, en algunos contextos (en particular en los países escandinavos), los acuerdos sectoriales definen el marco general pero dejan un margen considerable para la negociación en la empresa. De hecho, en los pasos caminados carecen de salario mínimo y son los sindicatos los que buscan conjuntamente a los representantes de las empresas del sector establecer el nivel de salarios oportunos según la evolución sectorial y la productividad.
En segundo lugar, en otros países (como Alemania, Austria y, más recientemente, España), los sindicatos dominan los acuerdos, pero dejan margen para que se apliquen acuerdos de nivel empresarial menos favorables de forma generalizada o solo temporalmente en caso de crisis.
En un tercero grupo de países (incluidos Italia, Eslovenia y, a pesar de la reforma de 2012, Portugal), a nivel de empresa la negociación sigue siendo limitada y en la mayoría de los casos estrictamente regulada por acuerdos de nivel superior.