Krugman toma el liderazgo

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Paul Krugman, el economista más célebre del momento, ha decidido tomar el toro por las astas para enfrentar la crisis económica mundial que amenaza con provocar una alta cifra de desempleados y una parálisis global. Lejos de seguir las sugerencias de algunos lectores de su blog en The New York Times “Tómese una vacaciones”, le decían, Krugman sabe que se vienen momentos duros para el planeta y, cual médico que no desea abandonar a su paciente, aprovecha esta vez la investidura de Premio Nobel para dar unas clases magistrales de Historia, Economía y Política y, a su vez dar sugerencias claras y precisas sobre lo que hay que hacer antes que sea demasiado tarde.

En dos sendos artículos publicados el fin de semana en diversos medios, ¿Quien era Milton Friedman? y La hora de la política fiscal, Krugman da cuenta de su notable destreza para desarrollar la teoría y la práctica económica de los últimos 70 años. Así comienza su artículo:

“La historia del pensamiento económico en el siglo XX es algo parecida a la del cristianismo en el siglo XVI. Hasta que John Maynard Keynes publicó su Teoría General del empleo, el interés y el dinero en 1936, la ciencia económica estaba dominada por la ortodoxia del libre mercado. De vez en cuando surgían herejías, pero siempre se suprimían. La economía clásica, escribió Keynes en 1936, “conquistó Inglaterra tan completamente como la Santa Inquisición conquistó España”. Y la economía clásica decía que la respuesta a casi todos los problemas era dejar en libertad a las fuerzas de la oferta y la demanda”

Hasta la Gran Depresión de 1929-1932 el pensamiento económico se guiaba por los principios de la mano invisible de Adam Smith, una suerte de fenómeno que seguía la mecánica de Newton en el espacio gravitatorio de la armonía física (atracción versus repulsión = equilibrio) y la armonía social de la naturaleza humana planteada por Mandeville en términos de que los vicios privados podían transformarse en beneficios públicos.

Ambas nociones de un equilibrio real e involuntario dieron vida al pensamiento liberal de Smith que en la arena económica se graficaba en el laissez-faire. Esta doctrina sentó las bases del pensamiento económico durante 160 años hasta que Keynes detectó una falla crucial: la economía clásica no ofrecía ni explicaciones ni soluciones para la Gran Depresión. En buenas cuentas, en la teoría económica clásica un evento como la Gran Depresión no podía ocurrir, dado que el mercado era el mejor asignador de los recursos.

La teoría keynesiana de que el estado debía intervenir de manera contracíclica en la actividad económica se popularizó en los años de la posguerra y las décadas de los años 50 y 60 están marcados por ese espíritu. No obstante, no todo fue miel sobre hojuelas. Los keynesianos tuvieron al frente a su más duro adversario, un economista discípulo de Hayek y Von Mises que participó en la cita de Mont Peleryn y cuyo objetivo siempre fue denostar la gestión pública.

En 1963, Friedman junto a Anna Schwartz publicaron A Monetary History of the United States, donde señalan que fue la caída en la oferta monetaria de un 30% entre 1929 y 1933 la causa de la Gran Depresión; y con un incuestionable sentimiento antiestatal (“intelectualmente corrupto”, apunta Krugman) Friedman escribía en 1976: “la verdad elemental es que la gran depresión se produjo por una mala gestión pública”.

Si bien Krugman valora a Friedman en el ámbito teórico y la valentía intelectual de sus ideas, rechaza plenamente su pensamiento absolutista y su concepción de que el mercado es lo único que importa. La hegemonía neoliberal que se propagó por el mundo desde fines de los 70 ha significado un claro retroceso de los resultados macroeconómicos y en el nivel de vida de la mayoría de las familias junto a una brecha cada vez más creciente en la desigualdad de los ingresos. La causa neoliberal provocó la polarización del mundo y la actual crisis mundial que puede llevarlo al colapso. De la rapidez con que se adopten medidas que impidan el cierre de empresas y el incremento del desempleo, dependerá la magnitud y duración de este difícil momento.

Imagen | Steve McConnell

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