De nuevo se desatan las expectativas con la nueva edición del Foro Económico Mundial, uno de los encuentros de más altura. Y nunca mejor dicho, porque tiene lugar en un pintoresco lugar de los Alpes suizos.
En cuatro días y medio con 243 sesiones a puerta cerrada, esta semana se encuentran dos mil líderes económicos y políticos. Alcanzarán algún acuerdo e intentarán, una vez más, que la teoría y los esquemas económicos internacionales encajen de alguna forma en la resolución de los graves problemas que tiene el mundo.
El comercio justo o la condonación de la deuda a los países pobres seguro que serán temas a tratar. Sin embargo, las dificultades de alcanzar pactos en estos ámbitos parecen mayores en esta ocasión. Posiblemente la atención más importante la acapare el descenso en las reservas de crudo, al tiempo que China y, muy pronto también India, aumentan su demanda del oro negro. Para algunos es prioritario analizar la escalada del petróleo hacia los 70 dólares, mientras que hay quien tiene como mayor preocupación el déficit comercial de Estados Unidos, en el 6% y subiendo, así como la posibilidad de que el país colapse.
Con todo, muy probablemente, la resolución de la miseria en África quedará para otra edición. Y los remisos a prestar ayuda financiera no tendrán que argüir el peso que esa ayuda supondría en la carga impositiva que acumulan sus ciudadanos.
No es de extrañar por tanto que la cumbre de Davos sea considerada inútil por muchos. Es cierto que las jugosas argumentaciones que alberga carecen de la infraestructura política necesaria para ser llevadas a la práctica. Pero quiero creer que siempre se llega a alguna respuesta, aunque sea claramente insuficiente para eliminar las fuertes desigualdades en la tierra. Crucemos los dedos.
Vía | "DW-World":http://www.dw-world.de/dw/article/0,2144,1870144,00.html