La Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica es, para muchos, la más antigua de entre las vigentes. Más de cien años nos contemplan desde sus páginas. Parte de su éxito se debe a su flexibilidad, derivada entre otras cosas de ser un texto breve (nada que ver con Constituciones bolivarianas ni Estatutos catalanes). Un texto muy ajustado, sobre principios básicos, que a través de la practica judicial se va reinterpretando y acomodando a los tiempos. Por supuesto, esto no evita que puntualmente haya de ser reformada, a través de las famosas enmiendas.
Si me permite el guiño, diría que Martin Varsavsky busca colocar una enmienda con su apellido en la Carta Magna norteamericana. Y es que, desde Huffington Post nos lanza una propuesta para resolver la crisis norteamericana, o para al menos paliarla. Propuesta de tal calado que, para evitar problemas, debería sustanciarse en una enmienda constitucional.
Martin se pregunta como pueden los norteamericanos captar dinero para paliar su crisis. Tradicionalmente, estaba el recursos de la deuda pública, pero como sabemos el asunto esta macroeconómicamente complicado. Si los rusos tienen gas, y los saudies petroleo, ¿que pueden colocar los sobrinos del Tío Sam en el mercado? Pasaportes. Martin expone la la posibilidad de vender la nacionalidad norteamericana a aquellos que inviertan un millón de euros en activos inmobiliarios estadounidenses. Hace cuentas, y habla de trillones de dolares, que salvo que me este confundiendo aqui son los equivalentes billones europeos. Un millón de millones dolares se recaudaría si se nacionalizasen un millón de nuevos estadounidenses. El otro Tío yankee más famoso, el llamado Tío Gilito ya tiene los ojos girando como una Caja registradora. Martin concluye que también sería un buen negocio para los compradores: inmuebles baratos y pasaporte por el mismo precio. Y sin embargo....
<li>No me convence la equiparación que hace Martin con que este tipo de políticas ya se aplican en EEUU para conceder la residencia. No tiene nada que ver la residencia con la nacionalidad. Sacarle el primer derecho a alguien es posible, lo segundo no (al menos en ningún ordenamiento jurídico que yo conozca). El hecho de que gente que haya logrado la residencia consiga a posteriori la nacionalidad no ampara precisamente esa visión. Se deja pasar un tiempo para valorar si esa persona tiene Derecho a la nacionalidad, no se traduce en una acto irrevocable y con una asignación automática de derechos políticos.</li>
<li>Tampoco me agrada la comparación con esos otros países que aplican dicha fórmula. En la mayoría son paraísos fiscales, pequeñas naciones, estados del Tercer Mundo, o en vías de desarrollo. Martin sabe perfectamente que tipo de gente atraen, a que se dedican, si viven o no allí, que tipo de sociedades co etc. No creo que sea, para nada, algo homologable con el caso estadounidense.</li>
<li>Martin no cae en la cuenta de que si el plan tiene éxito, se mata la gallina de los huevos de oro. Si el pasaporte norteamericano tiene algun valor (lo cual puede ser objeto de debate) Estados Unidos se llenaría de esa gente que, como dice en algún artículo, tiene miedo en su propio pais. Curiosamente habría que preguntarse hasta que punto son cor responsables, ellos y su cultura d,e ese miedo. Una invasión silenciosa de tal calado, de gente con tantos medios económicos, ¿hasta que punto no subvertiría la concepción de la política de los norteamericanos?, ¿no afectaría a las instituciones? recordemos que la nacionalidad otorga el derecho a elegir y a ser elegido. ¿No se depreciaría este activo en venta, al alterar lo que lo sustenta?</li>
<li>El plan tiene múltiples flecos, como por ejemplo cuantos microsegundos permanecería en EEUU el dinero que no se utilizase para cancelar las deudas que pesan sobre los inmuebles, o si vale cualquier tipo de activo inmobiliario, o si una cura sin dolor es la mejor terapia para el mal americano...</li>
No puedo evitar pensar en la antigua Roma, en como el privilegio de la ciudadanía, reservado durante muchísimo tiempo a los pobladores originarios de Roma se acabo extendiendo a todos los hombres libres del Imperio. Dicho acto, que puede parecer muy democrático, al no considerar que difícilmente muchas de las poblaciones asimiladas comulgaban con el ideario romano, marcó para mi el auténtico comienzo de su declive. Ojala alguno recuerden como acabo esa ficción del romano por Decreto-Ley. La participación en una comunidad política no es cuestión de dinero, es un tema fundamentalmente de asunción de idearios.
Y luego alguno se queja de que voy de malote y de polémico.
Via|Huffington Post Más información|Martin Varsavsky En El Blog Salmón|Del Neandertal a los apóstoles de la marca, Segunda Parte