El dinero que tenemos está influido por muchos factores, y algunos de los más importantes los desconocemos. Sin embargo, cada vez más estudios están revelando cuáles son los elementos inconscientes e inesperados que más impacto tienen en nuestra economía doméstica.
Hoy analizamos seis de esas influencias imprevisibles que casi todo el mundo desconoce.
Como veremos, algunos factores son francamente curiosos y, sobre todo, inciden en una noción que no podemos olvidar: En muchos sentidos, la vida es una lotería y tenemos menos control del que creemos.
El peso de factores incontrolables en nuestra economía doméstica
Todos sabemos que el trabajo duro y el esfuerzo están relacionados, aunque solo hasta un punto muy limitado, con lo que consigues. Si te esfuerzas obtienes más que si no lo haces, eso es claro, pero lo cierto es que, si quieres ser realmente rico, toda la ventaja es para los que nacen en ese contexto.
Cada vez más estudiosos están dejando claro que la meritocracia es un mito. De hecho, algunos economistas, como Robert Frank, alegan que creer en él incluso nos perjudica a la hora de ganar dinero.
Y es que, por ejemplo, y salvo las honrosas excepciones que hay siempre en todo, los multimillonarios «hechos a sí mismos», estilo Bezos, Musk o Gates, son un bonito cuento, pero cuento al fin y al cabo. El entorno en el que nacieron les dio una enorme ventaja en la carrera.
Algunos, como Bill Gates, lo reconocen y, al fin y al cabo, médicos y economistas coinciden en que, si queremos estar sanos o ser ricos, lo más importante es elegir con cuidado a nuestros padres.
Esta es una muestra de que nuestro destino, especialmente el económico, está muy influenciado por el azar y por factores en los que no solemos pensar, pero que se han demostrado como importantes.
Factores como estos.
Lo alto que eres influye en lo que ganas
Igual que no podemos elegir a nuestros padres, por mucho que aconsejen médicos y economistas, tampoco podemos escoger la altura, que nos viene determinada en gran parte. Y a su vez, ella influye lo que ganamos, porque sí, los altos ganan más.
De hecho, algunos estudios, como este en China, cuantifican el efecto en que, por cada centímetro adicional a la media, el dinero que ganamos aumenta un 1,30%. Otros cuantifican que, por cada pulgada por encima de la media (2,5 centímetros) se ganan unos 789 dólares anuales más en Estados Unidos.
Lo atractivo que eres también determina el dinero que ganas
Ahora ya conocemos la brecha salarial por altura, pero, por si alguien pensaba todavía que lo importante es el interior, pongamos otro clavo en el ataúd de esa noción.
Los guapos, al parecer, también ganan más. Y ese premium permanece incluso cuando quitas del cálculo la influencia de cociente intelectual, la familia de la que vienes, etc.
Al menos, queda el consuelo de que la noción de que los guapos son más inteligentes es un mito. Lo que ocurre es que, aunque no sea así, también es cierto que los percibimos erróneamente como más listos y capaces, además de que somos más permisivos con ellos que con los menos agraciados. De hecho, a esos les asignamos más cualidades negativas, independientemente del desempeño real que tengan.
Ojo, algún estudio alega lo contrario y da la sorpresa (y un poco de esperanza a gente como yo), analizando que los que son muy feos ganan más que los que simplemente son feos, o los que tienen una belleza «normal».
Supongo que es el resultado de haber tenido que esforzarte siempre más, o el hecho de que no estás distraído por minucias como la popularidad, las fiestas, las citas y el sexo constante. Eso deja más tiempo para ganar dinero.
El mes en el que naces influirá en tu economía doméstica
Aunque no suele ser algo muy sabido, en el mundo deportivo se conoce de sobra que la mayoría de los que llegan a la élite nacen en unos meses determinados. Suelen ser los primeros del año natural o los primeros en el año escolar del país.
Tiene lógica, esos niños son mayores que el resto de los de su clase y, especialmente en la etapa del crecimiento, unos meses de diferencia marcan un abismo de rendimiento físico. Eso hace que los más desarrollados tengan una ventaja inicial que, al estilo del interés compuesto, se va acumulando en el tiempo.
Así, se cuida y entrena más a los que más destacan, mientras que se ignora a los que menos lo hacen, agrandando la brecha con el resto.
¿Ocurre un efecto similar cuando hablamos de economía doméstica y ganar dinero?
Pues parece que sí, el mes en el que naces influirá en lo que ganas.
Sin embargo, no es tan claro como en el rendimiento deportivo. Ser el que nace el último en el año reduce los ingresos en la primera parte de la edad adulta, aunque en etapas posteriores, se vuelve una cierta ventaja ser algo más joven.
En general, a pesar de las variaciones, parece que el efecto se cancela a lo largo de la vida, pero nos va influyendo en sus distintas fases. De todas maneras, enhorabuena a los bebés de enero.
Lo estresados y cansados que estamos influye en el gasto y el ahorro
Ganar no es lo único que determina nuestra economía doméstica, gastar es igual de importante. Pero lo que gastemos depende de muchas cosas más allá de nuestra disciplina y cultura financiera.
En su día vimos cómo el marketing, o los precios psicológicos, condicionan ese gasto de manera inconsciente, pero no es lo único.
Lo estresados que vamos modifica nuestro comportamiento, aunque no necesariamente de la manera que nos podemos imaginar. Según algunos estudios, estar estresado aumenta el ahorro (para asegurarnos recursos que atenúen el miedo de no tener nada cuando lo necesitemos), pero también incrementa el gasto en lo que creamos que nos puede devolver el control. Lo malo es que eso puede ser campo abonado para vendedores de humo que te venden crecepelo cuando estás desesperado por tu calvicie, y te acabas dejando una fortuna en timos.
Sin embargo, también se ha comprobado que el estrés aumenta el gasto en cosas que nos reconfortan. Para los estadounidenses, por ejemplo, se trata principalmente de comida, alcohol y tatuajes (¿?).
El efecto es bastante individualizado, pero, en general, estar estresado cambia nuestros hábitos monetarios y de gasto.
Padecer el síndrome del impostor hará que ganemos menos dinero
El síndrome del impostor es ese susurro interior que nos dice que no valemos para nada y que, un día, alguien va a llegar a la oficina y descubrir de una vez que somos unos inútiles que no saben muy bien lo que están haciendo.
Curiosamente, el síndrome del impostor lo sufren los más preparados (al fin y al cabo, los que más saben de algo también saben lo mucho que ignoran todavía, porque todos los campos se han vuelto muy complejos). De hecho, el síndrome no es malo en sí, porque nos mantiene alerta, nos hace esforzarnos y aprender. Además, la otra cara de la moneda, cada vez más habitual, es el cuñado que afirma con rotundidad cosas de las que no tiene ni idea.
Los que padecemos el síndrome estamos en la buena compañía de gente como Einstein o la escritora Maya Angelou, pero también hace que ganemos menos dinero. ¿Por qué?
Las principales formas en las que nos afecta, según Alina Jaffer, de Virgin Money, van, desde pedir menos aumentos, por creerse más inadecuados, a gastos excesivos para compensar, pasando por trabajar más o no arriesgar casi nada. Eso tiene efectos en no rentabilizar lo que tenemos, además de seguir sin pedir ese merecido aumento.
Lo religioso que eres, y creer en la existencia del infierno, condicionan lo que ganas
A los economistas nos encanta encontrar patrones y establecer teorías. Es bien conocida la del desarrollo económico de los países europeos y su correlación con el hecho de que el territorio fuera tradicionalmente católico o protestante.
Algunos historiadores alegan que el nacimiento del capitalismo está ligado al protestantismo, pero, algunos curiosos estudios dan cuenta de que las creencias religiosas y lo saneada que tenemos la economía doméstica también están relacionadas.
Curiosamente, los factores que más influyen no es tanto creer en algo, como practicarlo. Al parecer, atender a misa se relaciona con un mayor nivel económico y, sobre todo, creer en el infierno puede ser un estímulo para nuestra economía doméstica.
Los autores encontraron esta curiosa relación y argumentan que creer en un castigo eterno puede ser un motivador para la productividad. Así que supongo que, si queremos ganar algo más, ya sabemos lo que toca.
Sea como sea, lo que queda claro es que, a la hora de poner en orden nuestra economía doméstica, los factores que influyen son más numerosos, y más desconocidos, de lo que muchos creen.