Recientemente Javier reflexionaba acerca de la perdida de soberanía que implicaba la deuda, a propósito del caso griego. Claro que, para ser precisos, decía que podía implicar. Yo soy más radical: la soberanía esta sobrevalorada en un mundo interconectado. Nuestra soberanía termina donde empieza la de los demás, y la misma no debería ser excusa para incumplir nuestras obligaciones. Y estos es así en lo micro y en lo macro.
En la segunda quincena de junio leí un artículo de El País que me dejó patitieso. Estaba escrito por Irene Lozano. Después de su lectura se me han quitado todo tipo de complejos para opinar de cualquier tema, en cualquier momento y con cualquier persona. ¿Exagero? El párrafo que me asombra es éste:
Nadie discute que los acreedores de Grecia tengan derecho a cobrar lo que se les debe. Sin embargo resulta inaceptable que dicten políticas económicas al margen de los órganos de la soberanía popular. Ya se le ha dejado muy claro a Grecia la prenda deseada a cambio de nuevos préstamos: privatizaciones masivas y nuevos recortes. La extorsión se ve con claridad si la trasladamos a la economía doméstica: el banco puede cobrarnos la hipoteca todos los meses, y hasta reconocemos su derecho a embargarnos la casa si no pagamos, pero no aceptaríamos, a cambio de un préstamo, otorgar al director de la sucursal bancaria la capacidad de decidir si llevamos a nuestros hijos a un colegio más barato o vendemos las joyas familiares. Lo que en casa consideraríamos una intrusión en nuestra libertad, ¿se convierte en un triunfo del liberalismo cuando afecta al Estado?
Irene es generosa con los acreedores. Les reconoce el derecho a cobrar, pero eso si, nada de decirle a los políticos griegos lo que tienen que hacer (estará conmigo en que lo de la separación de poderes ejecutivo/legislativo es una broma hoy por hoy). Y para ello recurre a la comparación con el supuesto de una economía doméstica. Comparación que demuestra exactamente lo contrario de lo que intenta la columnista.
Cualquiera que conozca la realidad financiera a pie de calle, y no de editorial, sabe lo que ocurre cuando se solicita una refinanciación. Si Irene, una refinanciación, no un préstamo nuevo. Y es que si la operación ha ido mal y ha habido que meterle mano, el banco deberá estudiar por donde hace aguas el planteamiento económico financiero de esa familia o de esa pyme. Así que si la familia no tiene dinero para pagar la hipoteca pero esquía en Baqueira no te extrañe que el director te haga un mohín y te diga que te conformes con la Wii en el salón de casa. Y si eres empresaria, y hay que renovarte la póliza de crédito, quizás el jefe de riesgos te planteé si no será mejor opción bajarte del Cayenne, que consume un huevo y da una imagen poco zen. En serio, en toda reestructuración financiera empresarial lo mínimo que se le pide al deudor es que planteé un plan de viabilidad con los ajuste necesarios a juicio de los acreedores. Y si al acreedor se le pide que ceda en cuanto al plazo o cantidad que va a cobrar, no se que piensa la gente que se espera del moroso.
Como es lógico lo de no esquiar duele. Y lo de bajarte del Porsche más. Pero decir que esto es una intrusión en tu libertad suena a rechifla. Irene, eres libre para no haberte endeudado (toma muestra de soberanía). Es más, eres libre para no solicitar esa refinanciación (toma re-muestra de soberanía) y buscar por ti misma otras alternativas. Pero no lo eres para intentar hacernos creer que hay que seguir financiando tu ritmo de vida sin que asumas compromisos y sacrificios.
Vía | El País
En El Blog Salmón | ¿Es el concurso de acreedores la solución para las familias en crisis?, Mercados financieros y neosoberanistas
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