Cuando tenía doce años un misionero nos dió una charla en el colegio. Estaba destinado en el Zaire. Lo que más impresionado me dejó es que, según comentaba, para los africanos el Futuro no existía. Solo el Hoy, el Ahora, eran importantes. La previsión, la planificación no eran importantes. El Mañana era difícil de digerir para ellos. Y éso se reflejaba en su día a día. Nos ponía como ejemplo las viviendas, pensadas para ser usadas hoy, no como algo destinando a perdurar en el tiempo, y en lo que mereciese la pena invertir tiempo y esfuerzo. Lo definía de un modo muy simple. Vivían al día.
Hoy, más de un cuarto de siglo después, he estado leyendo Ebano, del periodista Kapuscinski. Y el diagnóstico es el mismo, explicándolo conforme a herencias culturales, al medio físico, etc. El futuro no existe para el africano. Toda esa carga de expectativas que deposita el hombre occidental en él no tiene razón de ser en Africa. Qué difícil montar empresas, desarrollar un país, de esa manera.
Hace unos diez años comía con un familiar, empresario hispanoamericano. Tenía una fabrica de muebles en una zona no demasiado desarrollada. Preguntándole por el grado de bancarización del país me indicó que era mínimo. Me contó, como anécdota, que a los trabajadores no les podía pagar mediante nómina mensual, a ingresar en su banco. El pago era en efectivo, y diariamente. Entre otros motivos, me decía que si cobraban toda esa cantidad de golpe muchos no volvían hasta habérselo gastado. Una vez más, el aquí y ahora.
Ya entonces era consciente de la importancia de las expectativas para la vida económica de un país. Se compran o se venden acciones conforme a nuestra expectativas. Se toman decisiones, se adoptan medidas para desmentir o confirmar esas expectativas. Somos capaces de sacrificarnos hoy por las expectativas del mañana. De algún modo, las expectativas, nuestra visión del futuro se encarna en el hoy.
Evidentemente eso no lo es todo. Por mucho que tengamos esperanza, nuestras convicciones no pueden superar determinadas realidades (téngalo en cuenta, Sr. Presidente). Nuestra esperanza debe soportarse en actos, en cifras, debemos poner de nuestra parte y no esperar el advenimiento de la fortuna sin más. Pero, desde luego, que ni en Economía, ni en la vida, se puede avanzar mucho sin quimeras que perseguir. Los occidentales no podemos vivir sin tener un sueño.