Un nuevo “pero” para los coches eléctricos: no son el mejor compañero de viaje si lo que queremos hacer es una ruta larga, un viaje de muchos kilómetros o recorrer España de punta a punta, por ejemplo.
Y es que, pese a que el coche eléctrico ha sido promocionado como la solución definitiva a los problemas medioambientales que plantea el transporte. Uno de sus principales inconvenientes sigue generando dudas entre los consumidores: la falta de practicidad en viajes largos.
Este aspecto, señalado tanto por usuarios como por estudios del sector, está marcando el ritmo de compra de muchos clientes potenciales. De hecho, uno de cada tres conductores que posee un coche eléctrico asegura que no volvería a adquirir uno, siendo los problemas durante los viajes largos una de las principales razones.
Aunque los coches eléctricos destacan en trayectos urbanos por su eficiencia y menores costes, la experiencia cambia radicalmente cuando se trata de recorrer largas distancias.
Los problemas que dan los coches eléctricos en las largas distancias
Aunque algunos modelos premium superan los 500 km por carga, la mayoría de los coches eléctricos más accesibles ofrecen autonomías entre 300 y 400 km, lo que obliga a realizar paradas frecuentes en trayectos prolongados.
Otro hándicap son los puntos de recarga. Aunque estos están creciendo, su distribución sigue siendo desigual. En muchas zonas rurales o remotas, los conductores encuentran muchísimas dificultades para localizar estaciones de carga rápidas.
Incluso con cargadores rápidos, una recarga completa puede tardar entre 30 y 45 minutos, muy por encima de los 5 minutos necesarios para repostar un coche de combustión.
La "ansiedad por la autonomía" es un término que se ha popularizado entre los propietarios de coches eléctricos. Hace referencia al estrés que sienten los conductores cuando temen quedarse sin batería antes de llegar a un punto de recarga.
Este problema se intensifica en los viajes largos, donde las variables como el clima, la velocidad y la carga del vehículo pueden reducir significativamente la autonomía real de la batería. Por ejemplo, conducir a altas velocidades en autopista puede disminuir la autonomía hasta en un 25%, según pruebas realizadas por fabricantes y organismos independientes.
A esto se suma la falta de uniformidad en los estándares de recarga. Aunque Europa avanza hacia una red de cargadores universales, todavía existen diferencias entre los tipos de conectores y velocidades de carga, complicando la experiencia del usuario.
Comparativa con los coches de toda la vida
Para muchos consumidores, el coche eléctrico aún no puede competir con los vehículos de combustión interna en términos de comodidad para viajes largos. Con un coche diésel o de gasolina, recorrer 1.000 km solo requiere una o dos paradas breves para repostar, mientras que con un coche eléctrico, el mismo trayecto puede implicar varias paradas prolongadas. Esto no solo afecta la experiencia del conductor, sino que también genera inconvenientes para las familias que viajan con niños o personas mayores, donde la planificación y los tiempos son esenciales.
Además, el coste de la recarga en estaciones rápidas está aumentando, especialmente en zonas de alta demanda. Esto está erosionando una de las principales ventajas iniciales del coche eléctrico: su menor coste operativo. En algunos casos, realizar un viaje largo en un coche eléctrico puede ser tan caro como hacerlo en un coche de combustión, si no más.
Un ejemplo lo encontramos en un estudio realizado por la consultoría Accenture donde se evaluó la experiencia de los usuarios de coches eléctricos en trayectos de más de 500 km. El 65% de los encuestados afirmó haber tenido que modificar su ruta original para encontrar puntos de recarga disponibles. Además, el 40% reportó tiempos de espera debido a que los cargadores estaban ocupados.
Por otro lado, un análisis en Alemania mostró que los coches eléctricos que se utilizan para viajes frecuentes por autopista tienen un consumo energético un 20% superior al declarado por los fabricantes en condiciones ideales. Esto significa que los conductores deben realizar recargas más frecuentes de las previstas, aumentando el tiempo total del viaje.
Entonces, ¿qué soluciones encontramos?
Aunque los problemas actuales son evidentes, la industria está trabajando para solucionarlos. La clave podría estar en la evolución de las baterías. Las tecnologías de estado sólido, por ejemplo, prometen aumentar significativamente la densidad energética, lo que podría traducirse en autonomías de hasta 1.000 km por carga y tiempos de recarga mucho más cortos. Sin embargo, estas baterías aún están en fase de desarrollo y se espera que su llegada al mercado masivo no ocurra antes de 2030.
Por otro lado, gobiernos y empresas privadas están invirtiendo en ampliar la infraestructura de recarga. En Europa, el programa "Fit for 55" de la Unión Europea establece objetivos ambiciosos para instalar estaciones de carga cada 60 km en autopistas principales antes de 2030. Países como Noruega ya cuentan con una red de recarga rápida altamente desarrollada, lo que les ha permitido liderar la adopción de coches eléctricos a nivel mundial.
Mientras se resuelven los problemas de autonomía e infraestructura, muchos conductores están optando por coches híbridos enchufables como solución intermedia. Estos vehículos ofrecen una autonomía eléctrica de entre 50 y 100 km, ideal para el uso diario, combinada con un motor de combustión que elimina la ansiedad por la autonomía en viajes largos.
Aunque no son la solución más ecológica, representan un compromiso algo más viable para quienes aún no confían plenamente en los coches eléctricos.
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