Trump y su mediática guerra comercial son ya todo un clásico de las portadas económicas, en un contexto global en el que ya, más que una guerra, es un “Disparen a discreción” contra todo y contra todos. Pero no sólo de aranceles se alimenta esta guerra, además de que alguien no está teniendo en cuenta que éstos dañan significativamente también a la economía de EEUU, y en especial al ciudadano de clase media.
Trump está utilizando para no se sabe bien qué fines todas las armas económicas a su alcance, por supuesto las convencionales como los aranceles, pero también está exhibiendo todo un arsenal de armas no convencionales con capacidades imprevisibles (especialmente para él mismo). Una de ellas sería la que Trump está blandiendo ahora al amenazar con paralizar el comercio mundial desde la propia OMC.
Donde antes había cooperación, entendimiento, y sólidos aliados, ahora sólo hay disputas, tensiones (incluso diplomáticas), y viscerales declaraciones de mucho más que intenciones. El mundo ya no es lo que era, ni Estados Unidos es ya el líder del mundo libre que antes era. Así, hay otras superpotencias que van ocupando esos huecos de liderazgo que EEUU va dejando tras de sí, y Europa ha decidido dar un paso al frente para asumir el compromiso huérfano de liderar el comercio mundial.
La amenaza que Trump cierne sobre la OMC es muy real (y potencialmente destructiva)
La OMC será una organización con todos los defectos que ustedes quieran, pero lo cierto es que, inependientemente de que haya sido el gran catalizador de una globalización anárquica y sin planificar, ha jugado un papel esencial a la hora de estructurar y dar seguridad jurídica al comercio internacional. Una parte clave de la OMC no son sólo los acuerdos comerciales que se firman en su seno, sino también los mecanismos que la organización aporta para la resolución de conflictos y disputas comerciales que, de otra manera, habrían sido de muy difícil resolución dada la existencia de sistemas judiciales dispares y de carácter nacional.
Efectivamente, en la OMC hay lo que se podría denominar como el corazón legislativo que regula el comercio mundial, y que ha venido desempeñando su tarea con bastante éxito desde hace décadas. Así, al calor de la seguridad jurídica que ha aportado este aparato judicial de la OMC, ha podido florecer el comercio mundial en los últimos tiempos. E insistimos, esto no es óbice para reconocer que la globalización evidentemente debería haberse hecho de una forma mucho más planificada y sostenible para todos los países (también para los desarrollados). De hecho, hace años que ya fuimos de los primeros en analizarles el problema que finalmente ha acabado cayendo sobre nuestras cabezas.
Y es precisamente a esa joya del comercio mundial que da la esencial seguridad jurídica hacia lo que ahora Trump tele-dirige sus ataques. Trump amenaza con bloquear el organismo, en lo que se ha acabado revelando como la crónica de un ataque anunciado: según pueden leer en el enlace anterior, la entonces comisaria europea de Comercio Cecilia Malmström denunció ya en 2017 que “Estados Unidos intenta matar a la OMC desde dentro”.
Como informaba El País, el 10 de diciembre del presente año vencerá el mandato de dos jueces del Órgano de Apelación, el organismo clave dentro de la estructura judicial de la OMC. Estados Unidos viene ejerciendo un bloqueo para evitar que se nombre sustituto alguno, con lo que dicho órgano quedaría totalmente inoperativo. Con él, haría lo propio y quedaría igualmente inoperativo también el tribunal que resuelve desde 1995 las disputas comerciales, que inevitablemente surgen entre los 164 países que componen la organización.
EEUU puede tener sus motivos, pero no tiene sentido que la falta de acuerdo para la remodelación se acabe traduciendo en una orden de derribo
Obviamente, en una era caracterizada por retorcer argumentos y razonamientos hasta el extremo, algún móvil tenía que haber que sirva de chivo expiatorio para toda la capacidad destructiva que puede venir de confirmarse el peor escenario. Así, en esta ocasión, la excusa que tiene su parte de razón es que la OMC se ha quedado obsoleta en ciertos aspectos. Y cierto es, pero lo es exactamente igual en cualquier organismo nacional o internacional que se precie: con una realidad económico-comercial siempre cambiante, nuestras instituciones y organismos también deben estar forzosamente en contínua evolución.
Pero lo cierto es que, a pesar de esa necesidad de reformas, todos parecen estar interesados en que éstas se hagan, menos el propio EEUU que es precisamente el que las denuncia más agresivamente. De hecho, se han llegado a hacer hasta 11 propuestas diferentes que trataban de complacer a EEUU, a la vez que subsanar las limitaciones actuales de la organización. El caso es que a EE UU no le sirve ninguna, pero no sólo no le sirven, es que se limitan simplemente a negar taxativamente con la cabeza, y ni se dignan a explicar qué requisitos habría que cumplir para que les sirviesen. Con este sombrío panorama, lo que es prácticamente imposible que el resto de países sepa qué pasos hay que dar para que EEUU pueda llegar a valorar levantar el dañino bloqueo.
En la Comisión Europea, ex-compañera de viaje de EEUU cuando Europa y Estados Unidos lideraban conjuntamente la expansión del comercio mundial, están consternados con la lamentable situación en la OMC, y con el oscuro panorama que se cierne sobre el comercio mundial.
Pero Europa emerge como el nuevo líder del comercio mundial
Pero no todo está perdido, pues donde un líder opta por dejar de hacer honor a su nombre, siempre puede surgir otro que abandere con renovadas fuerzas el impulso que nunca se debió perder. Y así ha sido en este caso, con una Europa que no se resigna ante los bandazos y los torpedos lanzados por Trump contra múltiples organismos y mecanismos internacionales. Europa verdaderamente echa de menos al que en su día fue el líder indiscutible del mundo desarrollado, y en su ausencia, en vez de lamentarse y auto-compadecerse, ha decidido armarse de valor y seguir representando en solitario una obra que ahora pasa a tener un nuevo protagonista, y que tiene en el patio de butacas a un devoto público que se ha venido arriba aplaudiéndole en lo más incierto de la representación.
Así, la vieja y desamparada Europa, ha emergido con una propuesta que pretende crear una estructura de arbitraje paralela, idéntica a la actual, pero sin EEUU, ese país que verdaderamente no parece tener ningún interés en que la organización sobreviva. Y a juzgar por la situación, no es para nada una mala opción: mejor solos que mal acompañados, aunque el resto del mundo solos, lo que se dice precisamente solos, no vamos a estar. El que verdaderamente se quedará sumido en la más absoluta soledad comercial es EEUU, quiero decir, Trump (que no acaba de ser lo mismo, a juzgar por el soliviantado clima empresarial en el país con éste y otros tantos polémicos temas).
Y el asunto por parte de la UE es mucho más que una mera declaración de intenciones, sin caer así en el tradicional estilo de Trump de aplicar a las negociaciones su particular teoría de juegos. Lo cierto es que Europa ya ha puesto un documento de trabajo sobre la mesa, y para mayor satisfacción de la Unión, éste ha tenido muy buena acogida entre otras potencias mundiales. Así, Japón, India, Rusia o Suráfrica ya han manifestado su apoyo a la iniciativa, que, para mayor muestra de constuctividad por parte de las autoridades europeas, se contempla como mero mecanismo temporal vigente mientras el bloqueo de la OMC no se resuelva. Como les decía, Trump parece estar auto-aislando a Estados Unidos, el porqué de que lo esté haciendo sólo lo sabe él (y algún otro), pero las consecuencias están siendo nefastas para los intereses del país y para su otrora liderazgo mundial.
Y este asunto puede parecer a algunos tan sólo una pequeña disputa más sin mayor trascendencia: todo lo contrario. En esta partida se está jugando con la globalización más idealista, o más bien con lo que sobrevivió de esos ideales tras la vorágine de los últimos lustros. Afirmamos esto puesto que, precisamente, este mecanismo judicial de arbitraje internacional protegía a los países más débiles del globo, frente al poder y los intereses de los más poderosos. En el bloqueado organismo, los países menores plantean sus disputas en igualdad de condiciones frente a los grandes, teniendo cierta garantía frente a los intereses predominantes.
Europa siempre lo contempló como un necesario asunto de equidad, que ofrecía una posibilidad de desarrollo más justa también a los países más desfavoreciddos, y de ahí la especial concienciación en este tema y voluntad de encontrar alternativas desde Bruselas. Dinamitar este mecanismo de arbitraje de la OMC va a tener como consecuencia dejar desamparados a los más débiles, y abandonarlos a merced de los designios de los más fuertes. No les voy a negar que Europa siempre ha tenido sus propios intereses, pero no es menos cierto que hay un claro compromiso europeo que no sólo vela por esos intereses de la Vieja Europa, sino también en parte por la concepción más idelalista del comercio internacional, y por un concepto de equidad y sostenibilidad del comercio mundial en el sentido más amplio. Es un idelalismo que, independientemente de su grado de consecución, en otros países ya ni se le conoce (ni se le espera).
Más allá de la falta de compromiso global, dinamitar todo el edificio deja en evidencia la búsqueda de un "río revuelto"
Tal vez el mayor sinsentido de Trump es que su cerrazón sea auto-justificándose con que la OMC esté obsoleta, y a la vez que esa cerrazón tenga como consecuencia directa que no se reforme la organización. Sin duda, una pescadilla que se muerde la cola, pero con un anzuelo bien visible clavado en la boca. Ante semejante combinación de hechos incongruentes entre sí mismos, y que no encajan bajo ninguna lógica, el único posible argumento racional parece cobrar sentido sólo cuando se baraja que el verdadero objetivo sea la demolición de la propia organización, y por extensión, del comercio mundial en su conjunto. Va a ser que la señora Malmström llevaba toda la razón cuando nos advertía ya en 2017 sobre la deriva estadounidense.
Así que el imprevisiblemente tempestuoso Trump es cada vez más previsible y, en el fondo, ha cumplido una vez más con el guión marcado. Un guión marcado, no ya por las denuncias de los que le vemos venir de lejos, sino marcado por el clásico desarrollo de un drama que protagoniza él mismo, pero cuyo desenlace final e incierto destino sólo el guionista conoce, y no le va a desvelar hasta la última escena cuando ya no tenga escapatoria posible.
Como en todo drama, sea como fueren los pormenores, el final será (y está siendo) para llorar. Realmente, tenemos a un EEUU que se está quejando de sus ataduras comerciales, y va y sale en escena con la insólita solución de ponerse una soga al cuello. Otro cuadro surrealista para la rocambolesca colección. Algunos creían que estaban contemplando el cuadro de Dalí "La persistencia de la memoria", con esos relojes derritiéndose por doquier y Trump negando hoy lo que afirmó ayer. Pero lo que en realidad nos están exhibiendo es el Guernica de Picasso: igual de surrealista, pero mucho más funesto.
Puede que estemos asistiendo al principio del fin de un orden multilateral en el comercio internacional, un extremo que la iniciativa europea pretende evitar a toda costa. Si el bloqueo de la OMC perdura, el mecanismo de arbitraje internacional muy probablemente será sustituido por sistemas de negociación bilaterales entre países. Bajo este nuevo esquema, los grandes bloques socioeconómicos impondrían a los demás sus condiciones sin mucha alternativa posible. Y como les decía, los que más problemas tendrían en este nuevo escenario serían los países en vías de desarrollo, porque estarán en clara inferioridad de condiciones y sin opción a exigir tan apenas nada.
Y es que, sin el mecanismo de arbitraje actualmente bloqueado, habría una evidente inseguridad jurídica comercial internacional, y en esos casos siempre acaba imperando la ley del más fuerte. Ya saben aquello de "A río revuelto, ganancia de pescadores", aunque en este complejo tablero mundial, casi nunca las cosas son lo que parecen: la trucha siempre piensa que lo que le engañó fue el cebo, cuando lo cierto es que en realidad el que la pesca es el hábil pescador que maneja la caña desde la barca, que va cómodamente soltando sedal para extenuarla hasta sacarla del agua, y observando el cada vez más revuelto panorama fluvial, evaluando a ver cuántas capturas más puede sacar de todas estas aguas tan intencionadamente enturbiadas.
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