Durante el último año de legislatura de Barack Obama, vimos un deterioro económico claro de los principales indicadores e incluso los indicadores adelantados apuntaban a una eventual recesión: crecimiento debilitado, la tasa de desempleo estancada y aumentaban el número de quiebras.
Si a ello le sumamos una década en el que los salarios de los estadounidenses se mantuvieron estancados, la deslocalización de diferentes empresas empresas a países emergentes y un descontento generalizado con la clase política, entendemos por qué Trump logró ser presidente de Estados Unidos, con unas políticas tan alejadas de los demócratas.
Se cumple el primer año desde la investidura de Trump y es oportuno analizar si durante este periodo marcado de polémicas continúas, especialmente en la cuestión migratoria y el cambio climático, la economía estadounidense ha conseguido mejorar los resultados en el último año.
El último año de Obama vs el primer año de Trump
En términos de crecimiento económico, en la última etapa del presidente demócrata, Barack Obama, vimos que el crecimiento interanual de la economía estadounidense sufría una fuerte desaceleración. Si en enero de 2015, la tasa de crecimiento era del 3,8% al final del mandato de Obama se situó en el 1,8%, marcando un mínimo del 1,2%, correspondiente al segundo trimestre de 2016, momento en el que se dispararon las alarmas por el riesgo de recesión.
Desde ese punto, durante el primer año del republicano, Donald Trump, la economía estadounidense se ha acelerado progresivamente hasta una tasa anual del 2,5%, disipando los miedos de una eventual recesión.
Si bien el balance de Obama a nivel de desempleo ha sido especialmente positivo, durante el último año vimos cierto estancamiento en el descenso del desempleo. En enero de 2016 la tasa de desempleo era del 4,90% y un año después el desempleo se situaba en el 4,80%. Desde ese punto, en el primer año de Trump, la tasa de desempleo se ha seguido reduciendo hasta quedarse en el 4,10%.
A pesar de gran parte de los indicadores económicos son positivos, los niveles salariales estadounidenses se han reducido desde que el Trump asumió el cargo. El crecimiento salarial se ha mantenido entre el 2,5% y el 2,9% sin mostrar ningún aumento significativo en los últimos 12 meses. No obstante, esto podría cambiar ya que tras la bajada de impuestos, muchas empresas han decidido subir los salarios de sus empleados.
En último lugar, Trump criticó la etapa de Obama por el elevado déficit comercial en su etapa. Pues ironías de la vida, en el último dato del déficit comercial de Estados Unidos (noviembre de 2017) se amplió hasta 50.500 millones de dólares, siendo la mayor déficit comercial desde enero de 2012 y las exportaciones a China y México fueron las más sólidas en más de tres años.
Deuda Obama vs deuda Trump
La etapa Obama fue un catalizador para la deuda pública estadounidense. El 20 de enero de 2009, cuando tomó su cargo, la deuda era de 10,626 billones de dólares. El 20 de enero de 2017, cuando se fue, eran 19,947 billones de dólares, lo que supone 9 billones más de deuda, más que cualquier otro presidente en la historia estadounidense.
Hay que hacer una matización, antes de que Obama tomara posesión del cargo, el último presupuesto del presidente George Bush -correspondiente al año fiscal 2009- creó un déficit de 1,16 billones de dólares. Técnicamente, ese ejercicio fiscal comenzó el 1 de octubre de 2008 y continuó hasta el 30 de septiembre de 2009.
Eso significa que la mayor parte de ese déficit ocurrió después de que Obama asumiera el cargo en enero. Pero como no era su presupuesto, no es exacto imputarlo todo a Obama. Por lo tanto, la imputación real de la deuda pública estadounidense sería de 7.917 billones de dólares.
En este año de Trump, el valor de la deuda pública estadounidense en septiembre era de 20,2 billones de dólares frente a los 19,9 billones que dejó Obama, por lo que en términos absolutos ha aumentado la deuda.
Sin embargo, si lo analizamos como relación al PIB estadounidense, se produjo una caída del 105% del PIB en el último trimestre de 2016 al 103% en el segundo trimestre de 2017. A pesar de esta ligera reducción se prevé que en 2017 el gobierno de los Estados Unidos siga registrando un déficit de 693.000 millones de dólares, o el 3,6% del PIB.
Por otra parte, con la reducción de impuestos y el incremento del gasto público es difícil augurar una senda positiva para la estabilidad presupuestaria y la reducción de deuda. Con estas medidas, la deuda en términos monetarios y como porcentaje del PIB, seguirá aumentando bajo el mandato de Trump. Según estimaciones de la Oficina del Presupuesto del Congreso, la recién rebaja de impuestos agregará más de 1 billón de dólares a la deuda pública durante la próxima década.
Que se bajen impuestos -sin compensarlo con una fuerte reduccción del gasto público- y a su vez, se incremente la deuda pública, suena un poco a la política de la “zanahoria y el palo”. Primero los estadounidenses reciben las ventajas de una bajada de impuestos y luego les pasan la factura de la deuda y los intereses que se pagará vía más impuestos, más inflación o una combinación de ambas.
Las bolsa adora a Trump
La capitalización bursátil de las empresas que integran el selectivo bursatil S&P500, el principal índice bursátil de Estados Unidos, en el 20 de enero de 2017, cuando Trump asumió el cargo, fue de 20,5 billones de dólares. Actualmente el valor de las empresas es de 23 billones de dólares, lo que representa un incremento de 2,5 billones de dólares.
Sin embargo, desde el 4 de noviembre, cuando Trump derrotó inesperadamente a Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el valor del S&P500 ha crecido en 4,1 billones de dólares.
El índice S&P500 ha experimentado una subida del +31,84% desde el 8 de noviembre (elecciones presidenciales) hasta el 19 de enero de 2018. Si únicamente tenemos en cuenta la evolución desde que Trump es presidente, la subida del selectivo sería de un 24,06%.
La bolsa es una máquina de descontar expectativas y recordemos que en el programa de Trump se incidía en un mayor gasto en infraestructura y recortes fiscales en las empresas que se esperaba que empujaran los beneficios empresariales de las empresas cotizadas. Por esa razón, hemos visto subidas en las bolsas descontando ese escenario favorable.