Venezuela, medidas económicas para no aplicar bajo ningún concepto
¿Qué pasa en Venezuela? Eso se pregunta medio mundo después de que la pasada semana se llegara a una situación que se puede calificar como dramática. El gobierno de Nicolás Maduro decretó que los funcionarios públicos no trabajen los miércoles y jueves para ahorrar energía ante la escasez manifiesta que vive el país. Una medida que sirve de reflejo para el caos que vive Venezuela, cuya economía ya no da más de sí.
Teniendo en cuenta que ya hace un mes se declaró el viernes como día no laborable para el sector público, ¿cómo puede funcionar un país sin funcionarios durante cinco días de los siete que tiene la semana? ¿cómo va a salir adelante si la Administración está ausente? Si bien nadie sabe con certeza qué podría pasar si no se hubiera tomado esta decisión.
A estas vacaciones obligatorias de los funcionarios se suman los cortes de luz que viven las ciudades del interior del país, cortes de luz diarios que pueden llegar hasta las ocho horas en algunas regiones. El problema energético deriva del embalse de Guri, que es del que se abastece al 70% del país y que está afectado por una demoledora sequía, que ha puesto en jaque a todo el país, más de lo que ya estaba.
Porque la crisis de Venezuela no es fruto de un día. Esta situación viene arrastrándose desde hace muchos años, incluso antes de que Hugo Chávez accediera al poder en 1999. De hecho, buena parte de culpa de que éste llegara al poder la tiene la maltrecha situación económica dejada por el gabinete de Rafael Caldera.
Los antecedentes
Antes de que Chávez tomara el poder, Venezuela vivió una aguda crisis financiera que derivó en la intervención estatal del Banco Latino y de una docena de entidades más que acabaron sucumbiendo a la onda expansiva. La crisis vino motivada por la insolvencia masiva hasta un tercio de las entidades, que tuvieron que pedir ayuda al gobierno para sobrevivir. Esto derivó en una fuga de capitales de la economía venezolana y acabó afectando a toda la sociedad en su conjunto, pues los grandes patrimonios podían irse, pero los pequeños ahorradores no, y estos vieron su poder adquisitivo muy mermado.
Finalmente, ocho entidades tuvieron que ser liquidadas ante la imposibilidad de mantenerlas con vida, después de socorrerlas con una cantidad de hasta 6.600 millones de dólares, lo que provocó un tremendo agujero en las cuentas públicas y la pérdida de cuantiosos ahorros por parte de los ciudadanos.
En concreto, un tercio de los venezolanos acabaron afectados por esta crisis y al Estado le costó el 10% de su PIB, un colapso financiero de proporciones mucho mayores que la vivida en Estados Unidos en 2008 y que, como en esta ocasión, a pesar de los avisos, nadie vio venir.
Asimismo, las empresas también quedaron muy tocadas, pues las inversiones extranjeras se frenaron ante la dudosa imagen de Venezuela en el exterior, así como se ralentizó el consumo, lo que llevó a la quiebra a miles de ellas. Y precisamente entonces se gestó la galopante inflación que todavía dura hasta hoy en el país sudamericano, ante lo que el Gobierno reaccionó recortando garantías constitucionales, sobre todo las que tenían que ver con las actividades económicas.
Esto hizo que Caldera se viese abocado a pedir auxilio al FMI, lo que le llevó a poner en marcha la denominada Agenda Venezuela, que consistía en una fuerte depreciación del bolívar, lo que encareció los combustibles-, una subida del IVA al 16,5%, la aceleración del proceso de privatización de activos del Estado y un férreo control del gasto público. Les suena, ¿verdad? Es básicamente lo mismo que ha tenido que hacer Grecia y, en parte, España, para salir de la crisis, lo que sugiere que el organismo monetario sigue recomendando la misma receta 20 años después sin tener en cuenta que es imposible aplicar al 100% todas estas medidas a corto plazo, pues como se ha visto en el país heleno, la sociedad sufre un empobrecimiento que deteriora más la situación.
En manos de Chávez
Este caos económico propició, en buena medida, la llegada de Hugo Chávez al poder, después de un golpe de Estado frustrado años atrás. Para atajar la dramática situación que vivía el país, lo primero que hace Chávez es tomar el mando de las reservas petroleras, la única fuente de riqueza de Venezuela, lo que hizo crecer las reservas hasta un 285% al pasar a manos públicas.
Esto permitió dotar al país de una renta de ‘justicia social’ para todas las personas, gracias a un programa dotado de 400.000 millones de dólares. Asimismo, Chávez redujo la deuda del Estado e impulsó el crecimiento económico -gracias al petróleo-, además de fijar la política cambiaria para frenar la devaluación del bolívar.
No obstante, todo se tuerce a partir de 2007, cuando Chávez intenta instaurar un modelo económico eminentemente socialista en el país, lo que realmente venía a significar que el control de la economía pasaba por entero a manos del presidente, desde la regulación del banco central del país hasta la emisión de monedas. De este modo, el sector público pasó a ocuparse de todo, a ser, en lugar de un regulador, el principal productor del Estado, lo que ha matado a la iniciativa privada y ha dejado a Venezuela en los huesos.
Al depender enteramente la economía del petróleo, la caída de los precios que se viene viviendo en los últimos años ha dado la estocada a este frágil modelo económico, lo que ha disparado los precios de una forma sin precedentes. La tendencia está lejos de cortarse, pues el FMI prevé que alcance el 720% este año, además de una caída de la economía del 8%.
Además, la llegada de Nicolás Maduro al poder tras la muerte de Chávez no ha servido de avance, sino al contrario, ya que éste se ha limitado a continuar con el legado de Chávez, un modelo caduco para la cruda realidad económica mundial.
SOS, Venezuela está en peligro
De este modo, la economía venezolana ha llegado a un punto que resulta insostenible para sus habitantes. Con los cortes de luz han vuelto las olas de saqueos en comercios y tiendas, unos saqueos que ya llevan años produciéndose ante el imparable incremento de los precios, que deja a las familias sin apenas posibilidades de adquirir los bienes más básicos.
En medio de toda esta locura, el gobierno ha vuelto a cambiar el huso horario con el objetivo de ahorrar electricidad, pero muy pocos creen que esto sea suficiente cuando el país no solo tiene ese problema. Uno de ellos, y de los que menos se habla, es de que Venezuela no tiene dinero para pagar su propio dinero.
¿Qué quiere decir esto? Como casi todo en este país, excepto el petróleo, el dinero en efectivo que se intercambia es importado, ya que el banco central no da abasto para poder acuñar monedas al mismo ritmo que crece la inflación. Con esta tremenda crisis encima, al país le está costando sudor y sangre pagar a los proveedores de su propio dinero, y se trata de los fabricantes de monedas más importantes del mundo con los que el Estado venezolano está adquiriendo una abultada deuda que puede tener consecuencias todavía más nefastas para un país que pende de un hilo.
La crisis de Venezuela ya no es económica, es humanitaria. Vivir en este país es prácticamente imposible para la mayor parte de la sociedad, que ha visto como el régimen bolivariano les ha dado acceso a sanidad y educación, pero las ha cercenado la posibilidad de salir de la pobreza o prosperar.