Es evidente que el panorama mundial está revuelto. La bien instrumentalizada polémica sobre las caricaturas de Mahoma, a la que se une ahora el video de los malos tratos de las tropas británicas, están generando un clima enrarecido entre la comunidad musulmana y el llamado "mundo occidental". Y en estas aguas revueltas, siempre hay quien gana y quien pierde.
¿Qué hacer, por ejemplo, si hay amenaza de boicot contra determinados productos? Carrefour, en Egipto, lo tuvo claro: ante el riesgo de que alguien, por cualquier causa, pudiera perjudicar sus intereses, se puso la venda antes que la herida con el cartel de la foto:
"Queridos clientes: expresamos nuestra solidaridad con la comunidad egipcia e islámica. Carrefour no vende productos daneses". Aunque el hipermercado del ejemplo es propiedad de una empresa conjunta entre el grupo francés de distribución y una empresa local, no deja de resultar llamativo que el gigante Carrefour permita vincular su imagen a un boicot en toda regla. ¿Qué argumento podrá utilizar, en el futuro, si alguien en algún lugar del mundo decide boicotear Carrefour?. Desde luego, habrá perdido toda la autoridad moral para hacerlo.
En fin, cosas que pasan con las empresas globalizadas: es dificilísimo (¿imposible?) mantener criterios razonablemente homogéneos en tantos lugares distintos. Ni siquiera se puede apelar a los "valores", porque luego llega el supermercado egipcio y los interpreta a su modo: "más vale beneficio en mano en mano que valores volando".
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