1.200 millones de euros. Esta es la inyección de liquidez que los principales fondos propietarios de la deuda de Abengoa se han comprometido a aportar a cambio de quedarse con el 55% del capital de la eléctrica española. Una cantidad que será casi calderilla cuando se la repartan entre Attestor, Blackrock, Centerbridge, Delta A. M., D.E. Shaw, Elliott Management, Eton Park, Invesco, KKR, Oak Hill Advisors y Värde,principales fondos acreedores. Si lo hacen a partes iguales cada uno apenas tendrá que poner poco más de 109 millones. Un ejemplo de libro del modus operandi de este tipo de fondos a los que muchos en el mercado denominan fondos buitres por su especialidad en entrar a precios de saldo en empresas con problemas.
Ese es uno de los puntos del acuerdo al que han llegado hoy el 60% de los propietarios de la deuda de la compañía española y su nuevo equipo directivo presidido por Antonio Fornielles. Para la banca española, el asunto se resuelve con un canje del 70% de su deuda convertida en acciones. Es decir, las antiguas deudas que mantenía sobre todo el llamado grupo del G7 (formado por Popular, Santander, Bankia, CaixaBank, Calyon, HSBC y Sabadell. Este último anunció la venta de su deuda a un tercero la pasada semana) quedan reducidas a 3.740 millones de euros y el resto serán acciones de la nueva Abengoa.
La presencia de los propietarios históricos de la compañía, la familia Benjumea, y el resto de accionistas, apenas queda reducida al 5% del capital.
El plan aprobado hoy también volatiliza, el que fuera negocio estrella de Felipe Benjumea: las energías renovables. Las inversiones en bioetanol se venderán en los próximos años, al menos 1.000 millones de euros en activos de esta rama. La nueva Abengoa se centrará en la actividad que siempre fue rentable, construcciones para terceros, proyectos llave en mano y concesiones. También mantendrá su participación en la que fue la joya de la compañía, Abengoa Yield, que desde hace una semana se llama Atlantica Yield.
A los proveedores, que se les adeudan cerca de 5.000 millones se les ha propuesto una quita de entre el 50% y el 60%. Junto a la promesa de abonar parte de la deuda restante entre junio de 2016 y junio de 2017.
Ahora, solo hace falta que se adhieran a este acuerdo al menos un 15% del resto de acreedores para que la compañía pueda presentar un acuerdo respaldado por el 75% de los acreedores antes del 28 de marzo, fecha límite para evitar el concurso de acreedores.
De conseguirlo, Abengoa habrá conseguido evitarla mayor quiebra de una empresa española y la constructora Martinsa seguirá ocupando ese indeseado liderazgo que ostenta desde julio de 2008.
De empresa ejemplar al abismo de la quiebra
Con este acuerdo se cerraría la era más galáctica del gigante eléctrico pionero en el impulso de las energías limpias. Esas que dicen que son el futuro, aunque parece que no el presente. Esa gran Abengoa que era referente de la I+D española. Cuyos directivos presumían de invertir 600 millones de euros cada año en innovación, de tener 330 patentes y solicitar 30 nuevas cada año. También es una de 19 empresas españolas en el ranking de la Comisión Europea de las 1.000 empresas que más invierten en I+D. La que se jactaba de haber sido la única empresa de nuestro país protagonista de un discurso de Barack Obama. En 2007, el presidente de Estados Unidos le dio la bienvenida a su país tras comenzar la construcción de una gigantesca plan de energía solar.
Con esta tarjeta de presentación, parece complicado comprender cómo es posible que una empresa haya llegado a una situación tan extrema. La explicación corta es que vivió por encima de sus posibilidades; confió su crecimiento al encadenamiento de un crédito tras otro hasta acumular la desorbitada deuda de 9.400 millones de euros. Y eso si solo hablamos de la corporativa. Porque, y aquí empezamos con la explicación larga, Abengoa hizo 'magia' con sus cuentas con una herramienta financiera llamada proyect finances. Un sistema que permite financiar grandes inversiones con deuda ligada solo a los proyectos, que no consolidaba en las cuentas de la compañía. Incluso, hay directivos de la compañía que aseguran que en Abengoa esos proyect finances se cubrían unos a otros "para que las pérdidas nunca salieran a luz". Pero salieron. En las últimas cuentas, ha reconocido perder 1.213 millones de euros.
¿Cuándo estalla el problema?
El relámpago que anunciaba la tormenta descargó en noviembre de 2014 en forma de informe de Fitch. La agencia de calificación de riesgos publicó su análisis cuestionando el tratamiento contable que la empresa sevillana daba a unas emisiones de bonos, llamados bonos verdes. Los analistas de Fitch entendían que la deuda emitida a través de esos títulos debía ser considerada como deuda corporativa, ya que estaba avalada por la compañía matriz.
De ser cierto lo que decía Fitch, la deuda de Abengoa doblaba la reflejada en sus cuentas. Las acciones de la compañía se desplomaron un 75% en apenas 2 días. Y eso a pesar de los intentos de sus directivos por "aclarar el malentendido", con un rocambolesco argumento oficial: "Ese tratamiento responde a las normas contables porque la emisión sirve como financiación puente, de manera que la caja no puede utilizarse para ningún otro propósito corporativo y su financiación se paga con cargo a la deuda a largo plazo.", aseguraban.
Una explicación nada convincente que exigió acción. La calma solo llegó cuando el consejero delegado de aquella época, Manuel Sánchez, anunció un nuevo objetivo de deuda para el período 2014 - 2015, y prometió realizar desinversiones. Pero como todos los relámpagos, la advertencia de Fitch solo había sido un preludio de lo que estaba por llegar.
¿Por qué se complica la situación?
Casi un año después de aquella advertencia estalla la gran tormenta. Es el verano de 2015. Las finanzas de Abengoa no aguantan más y la compañía anuncia una ampliación de capital por valor de 650 millones de euros, además confirma la retirada de Felipe Benjumea, como presidente, cargo que asume José Domínguez y Santiago Seage, asume con plenos poderes el puesto de consejero delegado en sustitución de Manuel Sánchez.
Desde entonces la situación se vuelve insostenible. En poco más de un año pasa de una capitalización bursátil de 4.300 millones de euros a 248 millones. Es decir, pierde casi un 95% de su valor. La desconfianza de los inversores es palpable. Abengoa inicia una huída hacia adelante para asegurar su viabilidad financiera: buscar un nuevo inversor. La única empresa con intenciones de hacerse cargo de la situación, Gonvarri Corporación Financiera, anuncia el 8 de noviembre de 2015 su disposición a inyectar 350 millones y hacerse con el 28% del capital, siempre que la banca amplíe sus créditos en 1.500 millones.
Apenas 15 días después, la operación se anula, lo que aboca a los sevillanos a solicitar el preconcurso de acreedores. Los vascos se encontraron demasiadas sorpresas desagradables: como que la deuda de la compañía era mayor de lo esperado o que en Abengoa se negaban a compartir información clave para el futuro del negocio.
El reloj comienza a correr. Abengoa comienza una dura negociación con sus acreedores para encontrar viabilidad a su negocio.La noticia se convierte en asunto de Estado. Están en riesgo 27.000 puestos de trabajo, 7.000 de ellos en España y casi la viabilidad económica de Sevilla y alrededores por la importancia que la compañía tiene en el tejido industrial andaluz.
El tandem Felipe Benjumea-Manuel Sánchez Ortega
Lo bueno y malo que le sucede ahora a Abengoa es el resultado de que los colaboradores más cercanos llaman "delirios de grandeza" de Felipe Benjumea. En 1991, asumió junto a su hermano Javier, el mando de la empresa familiar que su padre había montado en 1941. A las manos de Felipe llega una multinacional cuyo éxito se había basado en el diseño y ejecución de montajes eléctricos. Pero también en un entramado de relaciones y favores políticos y empresariales que ha sido la base de su crecimiento hasta los últimos momentos. Incluso en el actual consejo de administración están el ex ministro socialista Josep Borrell, el ex secretario de Hacienda de PP y ex socio de Cristobal Montoro, Ricardo Martínez Rico, o Javier Rupérez, ex diputado del PP.
En 2007, Javier Benjumea se apartó oficialmente de la dirección aunque a efectos prácticos llevaba años lejos de ella. Felipe contrata a Manual Sánchez Ortega como Consejero Delegado, y juntos pergeñan, apoyados por la consultora McKinsey, lo que sería la gran Abengoa. Una empresa de tecnología puntera en el mundo de la energía, y la abanderada de las energías alternativas. Se creen tanto su proyecto que no solo no dudan, también hacen caso omiso de las advertencias de quienes les rodean.
Durante su mandato, el consejo de administración de Abengoa es mero trámite de Gobierno Corporativo durante años. Felipe Benjumea y Sánchez Ortega apartan sin ningún pudor a quienes no apoyan sus proyectos o les alertan de los riesgos. Inversiones multimillonarias en plantas de producción de energía termosolares, investigación del hidrógeno y, sobre todo, la apuesta más fallida el bioetanol. Aseguran fuentes cercanas a la empresa que es esa rama de negocio en la que más dinero se ha dilapidado. En la actualidad, tiene 13 plantas en todo el mundo, en las cuales Abengoa ha puesto desde la I+D hasta los ladrillos y cuya rentabilidad todavía está por verse.
Sin ayudas públicas, en 2012 el Gobierno de Mariano Rajoy acabó con las ayudas a los biocarburantes y con la cotización del petróleo en mínimos históricos, el coste de producir bioetanol es inasumible para cualquier compañía.Pero ni siquiera en esas circunstancias los autores de este descalabro han asumido sus errores. Al contrario, cuando las circunstancias económicas así lo obligaron ambos dejaron la primera línea de la compañía por la puerta más grande. En noviembre de 2015, en plena tormenta financiera en Abengoa, Felipe Benjumea cesa como máximo ejecutivo con una indemnización de más de 11 millones de euros. Su compañero de hazañas, Manuel Sánchez, fue sustituido en mayo por Santiago Seage, tras haberse embolsado una indemnización de 4,5 millones de euros.
El caso, en la Audiencia Nacional
Esta jugada indigna a dos propietarios de bonos de la compañía, que pocos días después interponen una querella en la Audiencia Nacional contra los directivos salientes "por administración desleal y uso de información privilegiada". A ella se unen también los inversores minoritarios. Además, acusan a los dos directivos de falseamiento de información financiera y estafa. A Sánchez Ortega, le acusan también de haber conspirado contra Abengoa desde su actual puesto de trabajo en el fondo de inversiones Blackrock, uno de los principales propietarios de deuda de Abengoa y también uno de los que más apuesta a la baja ha hecho contra las acciones de la compañía. El asunto ha llevado a ambos a comparecer ante la jueza que lleva el caso, Carmen Lamela, quien ha llegado a embargar propiedades ambos para cubrir la fianza de igual cuantía que sus millonarias indemnizaciones.
Cuatro meses y un plan de negocio, para convencer a los acreedores
En paralelo a ese proceso judicial, en Abengoa se han vivido los meses más convulsos de su historia. Santiago Seage dimitió nada más presentarse el concurso y en estos cuatro meses la dirección ha cambiado en dos ocasiones. Los acreedores han concedido dos inyecciones de liquidez (125 millones en septiembre y 106 millones en diciembre) para financiar gastos tan básicos como las nóminas de los trabajadores.
En la actualidad, el equipo que asumió el poder hace apenas unas semanas Antonio Fornielles en la presidencia y Joaquín Fernández Piérola como consejero delegado han conseguido en tiempo record presentar el convincente plan de "salvación" a los acreedores.
A partir del mes de abril se abrirá otro capítulo. Las artes de una maraña de fondos buitre al mando de una compañía española.