No cabe duda de que las infraestructuras de transporte son un elemento fundamental para el desarrollo económico de un país, ya que facilitan (o dificultan, en caso de no existir) el transporte de personas y mercancías. Y es que, por mucha "economía digital" que esté generándose en los últimos años, lo cierto es que el grueso de nuestro PIB sigue conformado por actividad meramente física, que exige transporte de materias primas y de producto terminado.
En España tenemos una infraestructura por carretera que podemos calificar de "razonable". Una estructura de autovías radiales con su epicentro en Madrid es la base de la red principal, que en los últimos años se está viendo complementada por la creación de nuevas autovías no-radiales que sirven para conectar otros puntos geográficos sin necesidad de pasar por el centro. Sin embargo, lo cierto es que esas autovías radiales empiezan a tener sus años, y eso se nota en su estado. Fueron construídas (la mayoría a base de desdoblar los trazados existentes) en el marco del primer Plan General de Carreteras a mediados de los 80, y los años no pasan en balde. Así que el Gobierno va a emprender un Plan de Acondicionamiento de Autovías de Primera Generación para facilitar su adecuación, reforma y modernización y su posterior conservación para los próximos 20 años.
En una primera fase del plan, está previsto abordar la licitación de casi 550 kilómetros de los más de 2.000 previstos, y que afectarán a las principales autovías: la de Burgos, la de Alicante, la de Sevilla y la de Zaragoza.
Habrá quien piense que "más obras, qué desastre". Pero lo cierto es que sin esas obras, las infraestructuras se deterioran... así que habrá que asumir las molestias como un mal necesario.
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