En los años 70 China lanzó una política de natalidad muy especial. Debido a la gran superpoblación que tenían y los problemas que esto les generaba decidieron que las parejas solo podían tener un hijo. Dependiendo de la época y las regiones, esta política fue aplicada con mayor o menor severidad, pero lo cierto es que hasta que en 2016 se levantó la prohibición, la efectividad ha sido alta.
En 2018 China sigue siendo el país del mundo con mayor número de habitantes, aunque India se acerca a buen ritmo. Pero la política fijada en los años 70 hacen prever que en no mucho tiempo la población de China se va a hundir, y rápido.
Los efectos no deseados de la política de un solo hijo
Cuando China decidió en los 70 que había que reducir la natalidad no vio, o no quiso ver, los graves efectos a largo plazo. Entre los años 1970 y 1980 la tasa de fecundidad pasó de 5,6 hijos por mujer a 2,6, una caída inimaginable en un país en vías de desarrollo. A partir de los años 90 la tasa se sitúo en 1,5-1,6 hijos, lejos de la tasa de sustitución.
El problema es que tener tan pocos hijos durante tanto tiempo tiene unas consecuencias económicas graves: disminuye la población en edad de trabajar y aumenta el número de personas que no trabajan y que hay que sostener. La pirámide de población de China en 2050 no se parece en nada a una pirámide.
Los lideres de China llevan tiempo hablando de este problema. Ya en 2010 se podía oír en la televisión pública debates sobre si la política del hijo único en China era sostenible, y en 2016 se permitió tener un segundo hijo. La natalidad ha aumentado desde entonces un poco, pero no lo suficiente para llegar al ansiado 2,1. El crecimiento económico fomenta la reducción de la natalidad, y China lo ha acentuado con sus políticas.
El péndulo bascula hacia el otro lado
Pero el Gobierno no tira la toalla. Recientemente se ha publicado un estudio en el periódico oficial del Partido Comunista en el que se explican los efectos de subir los impuestos a la gente que no tenga al menos dos hijos.
La idea es la siguiente: todos los menores de 40 años que no tengan hijos o solo tengan un hijo tendrán que pagar un impuesto especial. El dinero aportado se recupera en su totalidad cuando se tiene el segundo hijo (lo cual lo convierte en una ayuda a la natalidad) o, si no se tienen al menos dos hijos, cuando se llegue la jubilación (con lo cual se promueve un ahorro especial para la jubilación para aquellos que tienen una red familiar más débil).
Es decir, China ha pasado en 50 años de promover tener pocos hijos a promover tener muchos hijos. Desde luego no estaban pensando en el largo plazo entonces y aunque ahora algo más, quizá la experiencia debería decirles algo en cuanto a inmiscuirse en la vida reproductiva de la gente.
Desastre asegurado
Lo que está claro es que esta nueva política, que todavía no es oficial, no va a compensar décadas con bajas natalidades. Por mucho que se impulse ahora la natalidad lo cierto es que el desastre demográfico ya no tiene vuelta atrás. El daño hecho en los 70 hace que cada vez haya menos mujeres en edad fértil, y debido al crecimiento económico cualquier política encaminada a fomentar la natalidad es más difícil de que sea exitosa.
China va a tener una población muy envejecida, como Occidente, pero sin la prosperidad económica al mismo nivel. Los problemas van a ser serios y estas políticas que quieren aplicar, aunque ingeniosas, no van a dar resultado.
En El Blog Salmón | China y la bomba demográfica que va a explotar