Mientras ERC sique en sus deseos de construir su ansiada "República de Cataluña", está negociando los Presupuestos Generales del Estado de 2021 con el Gobierno de coalición. Y entre las prebendas que persigue, una de ellas es alcanzar la armonización fiscal, lo que supone un ataque directo a la Comunidad de Madrid que ha desarrollado un modelo impositivo atractivo con impuestos bajos, lo que ha sido denominado por Rufián como un "paraíso fiscal".
No es algo que naciera específicamente de ERC, presidentes autonómicos como el valenciano Ximo Puig, ya habían apuntado a que el camino a seguir era la armonización fiscal de impuestos de Sucesiones y Patrimonio en todo el Estado.
Pero en un contexto de elecciones cercanas en Cataluña, un ataque a Madrid puede movilizar las filas independentistas, y, de ahí, que la lógica política vaya por delante de la lógica ideológica. Si un partido se declara independentista, presumiblemente estaría a favor de la descentralización de las decisiones y no de la centralización de las mismas bajo el yugo del Estado Central.
Eso es lo que quiere ahora ERC, una armonización fiscal que no sea por abajo sino por arriba, en otras palabras, más impuestos para Madrid.
El éxito de Madrid se consolida con impuestos bajos
Si por algo se caracteriza Madrid es por su modelo impositivo de bajos impuestos que ha sido marca de la autonomía. En el lado opuesto, Cataluña se sitúa entre las regiones con los tipos impositivos más elevados del país, junto con las regiones de Valencia, Asturias y Extremadura. Y destaca por ser la autonomía con más impuestos especiales propios ¿es lo que quiere ERC para Madrid?
Un contribuyente soltero sin hijos, menor de 65 años y con una renta anual de entre 20.000 y 30.000 euros, pagaría la tasa más alta de España si viviera en Cataluña y la más baja si viviera en Madrid.
Las personas con altos patrimonios superiores a los cuatro millones de euros, recibirían el mayor golpe fiscal si vivieran en Extremadura, seguidos de Baleares y Valencia. Pero, en Madrid, estas personas están exentas de pagar impuestos.
Pensar que Madrid baja impuestos por un efecto de capitalidad, es creer que los flujos de inversiones son inelásticos. Si ese fuera el argumento, no habría ningún impedimento para incrementar los impuestos para maximizar la recaudación.
Por las razones descritas, la Comunidad de Madrid es elegida por empresas extranjeras porque su economía está en constante desarrollo y ofrece muchas oportunidades de negocio. En los últimos diez años, la economía de Madrid ha crecido un 3,9% (Cataluña se ha quedado en los últimos años en la cola del crecimiento del país).
Con una política de atraer capitales se consiguen más empresas y una quinta parte de las empresas establecidas en España están ubicadas en Madrid. De las empresas españolas más importantes, el 72% tenía su sede en Madrid y alrededor del 4% del PIB de América Latina eran empresas de Madrid.
Con el fin de estar cerca del centro de toma de decisiones del cliente y utilizar la red de servicios empresariales y la red de infraestructuras técnicas y de comunicación, las empresas extranjeras han establecido operaciones en España en Madrid para que puedan gestionar eficazmente el negocio.
Si atendemos a la inversión extranjera directa, España atraía 23.008 millones de euros en 2019. De este importe, la Comunidad de Madrid acaparó 14.246 millones de euros, mientras que Cataluña se llevó 3.244 millones. Los números de Madrid han conseguido mejorar en los últimos años, y no tanto por mérito (ya era una región atractiva del territorio) sino que, en el caso de Cataluña, se han dedicado a propagar desconfianza a los agentes económicos con desafíos a la legalidad vigente y un modelo impositivo contraproducente. Así es fácil competir.
Los modelos descentralizados no se llevan bien con las políticas fiscales abusivas
Los modelos que persiguen la descentralización, por definición, van en contra de las políticas fiscales abusivas contra el contribuyente. Y es que, si un gobierno de una administración intermedia desea subir impuestos, la propia competencia fiscal entre territorios, hará o bien que las subidas no sean acusadas o, de implementarse, exponerse al riesgo de fuga de la actividad económica hacia regiones más amables con la fiscalidad.
Únicamente entornos en los que no existe una elevada descentralización de la población, hablamos de ciudades estado como Singapur o Hong Kong y modelos de población poco dispersa en el territorio como Irlanda o Nueva Zelanda, podemos encontrar modelos centralistas favorables a bajos impuestos.
Pero en países como Suiza y sus 27 cantones o Estados Unidos y sus 50 estados son la prueba más evidente. Un entorno de competencia fiscal favorece a un entorno impositivo bajo y una cohesión entre la sociedad y la administración pública. En definitiva, el poder del contribuyente para decidir qué impuestos deben pagarse y cómo deben gastarse promueve la confianza entre el público y el estado y aumenta la disposición a pagar impuestos.
No solo tenemos un mejor entorno impositivo, sino que el federalismo fiscal incentiva a las comunidades y cantones a utilizar sus recursos financieros con prudencia. Si el paquete de impuestos y servicios ofrecidos por una administración próxima al ciudadano no cumple con las expectativas, la sociedad civil, formada por personas y empresas, se reubica.