Ayer Francia indicaba que creará un nuevo impuesto para gravar las emisiones de CO2 al ambiente, y este impuesto se aplicará tanto a empresas como a consumidores. El impuesto será de 17€ por tonelada de emisión para las emisiones de gas, carbón y petróleo (la electricidad queda excluida debido a que prácticamente toda es nuclear).
Ahora bien, esta medida viene acompañada de otra aún más polémica. Y es que se crearán nuevos aranceles para los productos importados de países que no tengan una normativa ambiental equivalente a la europea, es decir, que no tengan planes para reducir sus emisiones.
Esto se ha visto como un nuevo impulso de Francia al proteccionismo. Con la excusa del medio ambiente, gravo las importaciones de países en vías de desarrollo. Y esto tendrá consecuencias muy graves para el comercio mundial.
Esa es una forma de verlo. Otra es que si nos esforzamos en reducir las emisiones y otros países no, no sólo destruiremos a la larga puestos de trabajo en nuestros países, ya que los que no cumplan las normativas internacionales tienen una ventaja competitiva, sino que además no mejoramos el medio ambiente, puesto que el CO2 no entiende de fronteras.
Así pues, aunque en el fondo del asunto haya cierta intención proteccionista, en este caso la consecuencia probable, si todos los países de la UE tomáramos esta determinación, sería que los países en desarrollo tendrían que tomar conciencia del medio ambiente. Y creo que, aunque pueda cortar su potencial de desarrollo en el corto plazo, a largo plazo será mejor para todos.
Vía | El País, Paul Krugman (inglés)
Imagen | Taras Kalapun