Mientras la campaña de las elecciones presidenciales francesas sigue calentando motores, otro de los países fundadores de la Unión Europea celebra sus comicios legislativos en un par de semanas: Holanda. Y al igual que en el caso francés, un populista contrario a la Unión tiene papeletas para ganar: Geert Wilders, cuyas polémicas propuestas han sido analizadas en detalle por nuestros compañeros de Magnet.
Es muy probable que una victoria de Wilders tenga consecuencias negativas para toda la economía europea. Holanda es una de las grandes potencias comerciales del continente – es, de hecho, el país con un mayor saldo comercial respecto a todos los demás países de la Unión Europea. La economía neerlandesa es también una de las más estables de la Eurozona: es el único estado de la misma, aparte de Alemania y Luxemburgo, cuya deuda está clasificada como 'AAA' por las tres grandes agencias de calificación.
La victoria de un partido antieuropeo en una de las piezas clave del mercado único tendría un impacto inmediato en las expectativas de crecimiento de otros países de la Unión, en la cotización del euro frente a otras divisas internacionales y en muchas grandes multinacionales radicadas en los Países Bajos, desde la 'muy sueca' IKEA hasta la consultora global KPMG, pasando por Shell, Philips o Unilever. Sin embargo, el sistema político holandés está muy fraccionado y, al contrario que en Francia, no hay una segunda ronda para decidir el ganador. ¿Cuáles son las posibilidades reales de que Wilders gobierne?
Holanda: un país de consenso donde ganar no implica gobernar
La cultura política holandesa está dominada por el llamado Poldermodel, un sistema que prima el consenso entre las diferentes sensibilidades políticas y agentes sociales a la hora de legislar. Aunque frecuentemente se traduce en un estancamiento político, también evita constantes cambios pendulares en la marcha del país (como sucede, por ejemplo, en el caso norteamericano, cuando un presidente republicano sucede a un demócrata y viceversa). De hecho, el propio Wilders ha apoyado en el pasado coaliciones de gobierno moderadas y proeuropeas.
Los 150 escaños del Parlamento Holandés (Tweede Kamer) se eligen proporcionalmente a los votos recibidos a nivel nacional, y la única barrera de entrada es obtener 1/150 de los votos (el 0,67%) en todo el país. El resultado es un parlamento muy fragmentado en el que es prácticamente imposible obtener mayorías absolutas y donde partidos pintorescos (de jubilados, animalistas, ultrarreligiosos, etc.) pueden ser claves en la toma de decisiones. De ahí la necesidad de coaliciones y la posibilidad –muy real– de que el Partido para la Libertad (PVV) de Wilders sea el más votado, pero este no se convierta en primer ministro.
La postura del PVV frente a Europa o la inmigración (un tema candente en un país donde aproximadamente el 20% de la población es de origen extranjero) se aleja totalmente del mainstream político holandés y es poco probable que alguno de los otros grandes partidos le apoye. Dado que las encuestas más optimistas otorgan al oxigenado líder del PVV poco más de 30 escaños, la tarea de formar gobierno le resultará muy complicada aunque gane.
Por otro lado, el PVV se está desinflando en los últimos sondeos, llegando incluso a perder la primera plaza que ha ocupado de forma consistente en los últimos meses frente al Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD). El VVD es el partido liberal de centroderecha en el que el propio Wilders comenzó su carrera política y al que pertenece el actual primer ministro neerlandés, Mark Rutte. El VVD logra pescar en río revuelto tras el probable naufragio de los dos grandes partidos tradicionales: el socialdemócrata PvdA y el democristiano CDA. Rutte ya ha anunciado que las posibilidades de formar coalición con Wilders son cero.
Mark Rutte, la alternativa liberal a Wilders
Aunque Rutte y Wilders fueron compañeros de partido en el pasado y llegaron a formar un pacto de gobierno, en el actual contexto político representan mundos opuestos. Mientras Wilders ha abrazado el proteccionismo que caracteriza a los movimientos populistas, Rutte sigue fiel al liberalismo. De hecho, la apuesta de Rutte por la austeridad y la estabilidad presupuestaria durante la crisis le costó el apoyo de Wilders y la convocatoria de nuevas elecciones en 2012, donde el VVD salió reforzado y pudo formar una nueva coalición con los socialdemócratas.
El programa económico del VVD sigue otros principios liberales compo por ejemplo la apuesta por la desregulación económica o la oposición a los convenios colectivos. Es un partido decididamente proeuropeo que pertenece al grupo liberal ALDE (como, por ejemplo, Ciudadanos o los liberaldemócratas británicos), otro gran punto de divergencia con Wilders. Desde el punto de vista social, apoya la eutanasia, el derecho al aborto, el matrimonio homosexual, etc., en política migratoria, en cambio, apuesta por endurecer las condiciones para adquirir la nacionalidad holandesa y los beneficios asociados a ella.
Pero Rutte tampoco lo va a tener fácil para revalidar su gobierno. Según las encuestas, se quedará lejos de los 41 escaños que obtuvo en 2012, mientras que su socio socialdemócrata, el PvdA, va camino del descalabro. Los aliados naturales del VVD son el partido democristiano CDA por la derecha, y el partido liberal progresista D66 por la izquierda, pero incluso con los pronósticos más optimistas la suma de los tres no alcanzaría la mayoría absoluta. El partido de izquierda verde sube como la espuma y podría condicionar el nuevo gobierno hacia posiciones más progresistas.
Según lo que pase el próximo 15 de marzo, al final quizá no quede otro remedio que contar con el polémico Wilders.
Foto | René Hofman
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