Era cuestión de tiempo. Y, finalmente, ha llegado. Uber debía enfrentarse, tarde o temprano, a una batalla legal sobre su modelo de relación con los conductores. Un grupo de éstos ha presentado una denuncia para exigir que sean considerados como trabajadores a todos los efectos y no como colaboradores externos. Ahora, el caso está en los tribunales y su resolución puede cambiar el modelo de negocio de estas compañías.
Uber sigue acumulando batallas en el terreno jurídico y judicial. Primero vio cómo su servicio fue suspendido en numerosas ciudades por ejercer competencia desleal respecto al taxi 'tradicional'. Ahora debe defender su modelo de reclutamiento de conductores en un caso que, pese a circunscribirse al estado de California, podría sentar un precedente. Ellos y su principal rival, Lyft. Ambos tienen procedimientos abiertos en Estados Unidos.
La 'batalla' en tribunales
La pasada semana se escenificó este proceso judicial con sendas audiencias. En ambas se pusieron sobre la mesa los argumentos de cada una de las partes. Argumentos que demuestran la dificultad para regular una actividad como esta. Los conductores exigen ser considerados contratados para lograr beneficios como un salario mínimo, el reembolso de los gastos relacionados con su actividad (gasolina, mantenimiento, seguro...), el derecho a desempleo o la posibilidad de organizarse de manera 'formal'.
Los argumentos que utilizan los trabajadores se refieren principalmente al control que ejercen las empresas sobre su actividad: cómo comportarse con los potenciales clientes, qué tarifa cobrar por cada trayecto, cuánta carga de trabajo pueden acumular o cuándo pueden ser expulsados de la plataforma.
En el otro lado están las compañías. Ambas señalan que el trabajador es independiente desde el momento en que se imponen sus propios horarios, no tienen asignados territorios específicos y no tienen asignada ninguna infraestructura tecnológica para su actividad.
Uber va más allá y como explican en Bloomberg, su abogado defendió que no son un negocio de transporte al uso, sino una compañía de propiedad intelectual. Es decir, ellos proveen de una plataforma en la que los conductores son clientes que se pueden beneficiar ingresando dinero por su trayecto. "Hacemos nuestro dinero de la concesión de licencias de nuestro software, cuando ellos lo usan con éxito nosotros podemos ser compensados", reitera.
Las primeras respuestas de jueces
Pese a que el caso se encuentra en una fase aún embrionaria, sí que es digna de mención la reacción de los jueces a esos argumentos de las empresas. "La idea de que Uber es simplemente una plataforma de software no me parece un argumento muy convincente", decía Edward Chen, uno de los jueces. Y añadía: "Si todo lo que estaban haciendo es vender una aplicación, podrían venderla en una 'app store', pero Uber hace algo más que eso, ¿no es cierto?".
Aún no hay nada dicho. Pero está claro que el dilema es importante. Y la resolución, también. Sobre todo porque si hay un pronunciamiento a favor de los conductores el incremento de costes de estas empresas (no sólo en el sector del transporte, sino en otras englobadas bajo la 'economía del alquiler') puede ser clave.
Prueba de ello es lo sucedido con Myclean, una startup dedicada a la limpieza de viviendas. En un reportaje en New York Magazine se señalaba que la regularización de sus trabajadores como contratados implicó que sus costes laborales se incrementaran más de un 40%.
Este conflicto respecto a la contratación de los conductores no sólo es sufrido por Uber como empresa. Como recordaban en Los Ángeles Times también se extiende a otros transportistas profesionales que trabajan de manera independiente, aunque con relación directa con las empresas.
En el caso de España, hay una 'batalla' similar por el llamado falso autónomo. Aunque salvando las distancias, es similar a lo que sucede con los conductores de Uber o Lyft: trabajadores dependientes económicamente de la empresa, que es quien fija condiciones, horarios, modos de trabajo, etc.
¿La 'uberización'?
Muchos hablan ya de una 'Uberización' de la economía. Es el paradigma de un mercado laboral en el que la flexibilidad es la nota predominante, aunque en el otro lado haya inseguridad, malas condiciones o precariedad. El New York Times señalaba recientemente que esta 'economía bajo demanda' puede que se convierta en la alternativa a que el software automatice todo nuestro trabajo, aunque eso no sea necesariamente un motivo de celebración.
Este es un debate que no ha hecho más que comenzar y que trasciende de la marca Uber. Es un debate sobre el mercado de trabajo y las relaciones laborales que nos esperan en un futuro no tan lejano.
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