Estos días estamos viviendo la Fiesta del Cine, una curiosa iniciativa que permite ir al cine durante tres días de esta semana (hoy es el último día) a sólo 2,90 euros, cuando normalmente rondamos los 8-10 euros dependiendo de la ciudad. ¿Qué hemos podido ver en las dos primeras jornadas? Una excelente demostración de la elasticidad de la demanda.
En estos dos primeros días se han visto colas inauditas para poder ir al cine. Se ha incrementado la asistencia a las salas en más de un 500%. Estamos ante un caso claro de que al bajar los precios sube la demanda. Al cine no va más gente porque los precios son bastante altos.
Eso sí, hay quien propugna que la bajada sea permanente basándose en la recaudación de algunas salas. Por ejemplo, Javier Escribano, colaborador de El Blog Salmón, comentaba en su twitter que un complejo de cines importante de Madrid normalmente recauda un lunes 7.200 euros y este lunes recaudó 29.000 euros a pesar del bajo precio de las entradas.
¿Estamos ante la solución para este tipo de negocios? No necesariamente. Primero, la demanda tan excepcional que han tenido los cines ha sido en parte propiciada porque la oferta era por un tiempo limitado. Si los precios se quedaran permanentemente en 2,90 euros seguramente no tendríamos tanta afluencia como hemos tenido, aunque sí sería superior a la asistencia habitual.
Segundo, no sabemos lo que pagan los cines de royalties. Si por ejemplo pagan 2 euros por cada espectador que ve una película difícilmente van a poder sobrevivir vendiendo entradas a 2,90 euros por mucho que se llenen las salas, ya que los gastos serían superiores.
Lo que hemos visto es un toque de atención a las salas pero también a los distribuidores para que hagan de nuevo sus cálculos. Bajar los precios puede significar ganar más dinero, aunque no es tan inmediato como podríamos pensar.
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