¿Qué efecto han tenido sobre las mujeres los recortes sociales en educación? ¿Y sobre los hombres? ¿Cómo ha afectado a las mujeres la evolución del gasto en la ayuda al desarrollo? ¿y a los hombres? Estas y otras preguntas similares deberían tener respuesta en España, en Europa y en cualquier país del mundo desde hace años. Tantos como llevan en vigor las diferentes leyes y recomendaciones que piden la realización de Presupuestos con Perspectiva de Género. Pero no es así.
El Presupuesto con perspectiva de género es un concepto que comenzó a tener relevancia en los años 80 del siglo pasado, con Australia como país pionero en su aplicación. Tras años de intentos fallidos, ahora los principales organismos internacionales como la ONU, El Banco Mundial, el FMI e, incluso la Comisión Europea están apostando por darle un nuevo impulso a su implantación. La filosofía que subyace a la necesidad de incorporación de una perspectiva de género al tratamiento de las cuentas públicas es la de subrayar la importancia de tener en cuenta los efectos reales de las políticas en hombres y mujeres y cuantificar su coste.
Como ha señalado, propia Christine Lagarde, presidenta del FMI, la incorporación de la perspectiva de género va más allá de las cuestiones sociales, es un problema "macroeconómico".
Gender budgeting is good budgeting: we can actively shape fiscal policy to achieve gender equality goals. #IMFGender pic.twitter.com/9Ki6uGvGCs
"¿Cuánto dinero están perdiendo los países por sus reticencias a permitir la total integración de las mujeres en la economía? La última publicación del FMI, "Women, work, and economic growth: leveling the playing field", trata este asunto y se suma así a estudios más tradicionales como los realizados por la consultora McKinsey que llevan años cuantificado este tipo de efectos. Entre otros datos, aseguran que solo con la incorporación paritaria de las mujeres al trabajo el PIB mundial éste se podría incrementar 12 billones de dólares.
Pero el concepto de presupuestos de género va más allá. "No solo se trata de introducir el concepto de impacto de género en los sectores más relacionados con las políticas de igualdad. Hay que aplicarlo a las llamadas partidas duras, alas grandes partidas de gasto presupuestario como pueden ser infraestructuras, por ejemplo",asegura la europodiputada Beatriz Becerra, una de las ponentes del grupo de trabajo de Acción Social e igualdad de Género de la Comisión Europea.
Por ejemplo, recortar fondos para infraestructuras en principio no parece tener nada que ver con las ayudas de género. La realidad es que en muchos países tiene un gran impacto. En países pobres ese recorte afecta a las canalizaciones de agua. Allí son las mujeres e incluso las niñas las encargadas de llevar el agua a sus hogares. Alejar la fuente de suministro o dificultar su acceso puede implicar que las niñas dejen de asistir al colegio y las madres no puedan realizar tareas remuneradas por tener que cumplir con sus obligaciones primarias.
Un ensayo clínico, tampoco parece muy ligado a las políticas de igualdad. Pero un análisis presupuestario con perspectiva de género detectaría que el dinero gastado en esa determinada partida de I+D se destina a hacer ensayos solo en la población masculina y no en femenina, como está ocurriendo actualmente en algunos casos. ¿Es eso seguro para el resultado final? ¿Qué gasto farmacéutico y hospitalario podría acarrear que el resultado final no fuera efectivo para las mujeres?
Y eso, por no hablar del déficit que implica que el cálculo del PIB de los países deje insistentemente fuera de cálculo la riqueza que el trabajo gratuito de las mujeres aporta a la riqueza de cada país.
La metodología de la Unión Europea establece que el presupuesto de género debe ser aplicado a todos los niveles de ingresos y gastos del presupuesto. Además insiste, debe servir para identificar qué partidas no están teniendo un efecto equitativo. "Una vez que se pone de manifiesto el impacto diferencial de presupuesto en las mujeres y en los hombres, existe la obligación de incorporar el género como una categoría de análisis dentro de los procesos presupuestarios", especifica.
Si los Ministros de Economía y Finanzas consiguen ser conscientes del coste económico de la desigualdad de género, la posibilidad de reducir la brecha se dispararía. La correcta aplicación de la metodología de los presupuestos de género pondría el foco donde más duele: en el coste para las arcas públicas.
Múltiples experiencias, pero sin solidez suficiente
Pero, lo cierto es que pese a todos los esfuerzos, medir ingresos y gastos en función del impacto que tienen para hombres y mujeres no es una práctica que acabe de cuajar en ningún país del mundo.
La experiencia más duradera fue la iniciada por Australia en 1984. Durante una década desde el Gobierno de Melbourne se trató de analizar los impactos de las políticas aplicadas según el beneficio que tenían para hombres y mujeres.
Durante los últimos años del siglo XX, la experiencia sirvió de ejemplo para otros muchos países del mundo, pero con una gran diferencia: las iniciativas las llevaba la sociedad civil. Por ejemplo, en la Gran Bretaña de 1989 se creó el Women's Budget Group que analizaba con perspectiva de género, pero a posteriori los presupuestos presentados por el Gobierno. Iniciativas similares se repitieron en muchos países de la Commonwealth. Sudáfrica es otra de las experiencias de referencia, entre las muchas que se iniciaron en Sudamérica y África. En Europa, aunque más tarde, los intentos llegaron vía ayuntamientos o pequeñas agrupaciones locales que intentaron aplicar un análisis con perspectiva de género a sus modestos presupuestos.
La cosa se puso algo más seria con la llegada de siglo XXI. Países como España apostaron más fuerte. En la actualidad, 15 de los 34 países de la OCDE tienen alguna medida para incentivar los presupuestos con perspectiva de género.
En el caso español, el Gobierno de José Luis Rodíguez Zapatero introdujo la obligación legal de que los presupuestos públicos vayan acompañados de una memoria de impacto de género.
Así, cada año un tocho de más de 400 páginas acompaña a la presentación de las cuentas públicas. Un tocho que está lejos de ser un bestseller ni siquiera entre los principales expertos de las finanzas públicas.
También cada propuesta legislativa lleva su análisis de género. La triste realidad es que en algunos casos ese análisis no pasa de una frase o, en los mejores casos, de una exhaustiva enumeración de las políticas encaminadas a evitar la discriminación de género.
Está claro que el imperativo legal en este asunto no funciona. Lo saben bien en Austria donde desde 2007 tienen la obligación de hacer presupuestos de género. Tras detectar su escasa efectividad en 2013 reformaron la ley y ahora han incluido los presupuestos con perspectiva de género como una herramienta más dentro de un paquete de medidas de modernización económica. Y sobre todo han apostado por la formación del personal técnico y político de los ministerios como piedra angular para poder avanzar.
A debate en el parlamento europeo
"No se trata de cubrir requisitos formales, sino de que los dirigentes sean conscientes de que analizar los efectos económicos del impacto de género debe estar en la estrategia central de cualquier política", explica Beatriz Becerra. La eurodiputada señala que la falta de esta metodología lleva a consecuencias tan distorsionantes como que "El programa DAFNE, contra la violencia femenina, no tiene una línea presupuestaria propia".
Para evitar estaz otras cuestiones casi igual de disparatadas, el comité de Derechos de las mujeres e Igualdad de Género ha presentado un informe que este martes llegó al salón de plenos del Parlamento Europeo. En él se denuncia que "la presupuestación de género no se aplica sistemáticamente en el presupuesto general de la UE. A menudo no es posible determinar qué recursos, si los hay, se asignan para alcanzar los objetivos de género dentro de los programas. Para muchos programas, la información desde una perspectiva de género sobre las asignaciones financieras, así como sobre la implementación y los resultados, carece o es incompleta.
Los instrumentos importantes para la incorporación de la perspectiva de género, como los indicadores de género, la evaluación del impacto de género y la presupuestación por género, son muy raramente adoptados tanto en las instituciones comunitarias como nacionales."
Las recomendaciones para cambiar esa situación pasan por aplicar un análisis exhaustivo de impacto de género en la configuración de los presupuestos de los países y de todos los programas financiados por la UE. Además, se insiste en la necesidad de recopilar datos desglosados por género en la ejecución de cualquier presupuesto.
Además, se ha propuesto la creación de una red de expertos y organizaciones externas que trabajen para incrementar la transparencia de las cuentas públicas en materia de impacto de género. Y la organización de programas periódicos de formación y apoyo para los técnicos encargados del diseño presupuestario.
Este renovado interés por los presupuestos con perspectiva de género llega en un momento convulso para las finanzas públicas. Y que cada vez más se está poniendo en cuestión las actuales herramientas de medición de la riqueza de los países como es el PIB. Pero de eso ya hablaremos otro día.