Más allá del debate entre pro-vacunas y anti-vacunas, lo cierto es que, polarizaciones intencionadas aparte, tiene sentido plantearse ahora ciertas cuestiones sobre la campaña de vacunación masiva contra el Coronavirus que por fin ha llegado, y que la mayoría de la sociedad estaba esperando como “agua de mayo” (y no sin razón). Porque el tema trasciende lo meramente biológico, lo meramente personal, lo meramente sanitario, y entra de lleno en lo plenamente socioeconómico.
Aquí ya no se trata de una acalorada decisión a título individual (que obviamente tampoco deja de serlo), sino que es una decisión personal con una buena parte de trascendencia colectiva y en pos del bien común. Pero aún así, va a haber implicaciones también en lo personal derivadas de no haberse querido vacunar, y sin ir más lejos ya hay aerolíneas que han anunciado que sus planes pasan por dejar volar únicamente a los vacunados. Y esto puede ser tan sólo el principio de una larga lista de restricciones, consecuencias, y todo tipo de derechos de admisión reservados, con los que los anti-vacunas mayormente no contaban (y los pro-vacunas tampoco).
Vacunas sí o vacunas no: un debate devenido en polarizados blancos y negros, y criado desde hace algún tiempo
Llevamos tiempo viendo a la gente de nuestro entorno debatiéndose entre si vacuna sí o vacuna no. Muchos están incluso informándose detalladamente sobre cada tipo de vacuna disponible en el mercado (un servidor lo hace pero tan más bien por ganas de informarse o aprender), y tomándose la campaña de vacunación masiva contra el Coronavirus como si de una compra personal se tratase, en la que uno puede elegir el vial que más le guste o que más confianza le dé. Nada más lejos de la realidad, aunque no deja de ser cierto que Occidente contamos con un mayor margen de decisión al respecto, al menos en comparación con países sin regímenes democráticos en los que están vacunando a sus ciudadanos sin más opción, como si de ganado al por mayor se tratase. Pero aún así, incluso aquí, el tema dista mucho de poder planteárselo con una total libertad de elección.
Y que conste que desde estas líneas el debate, siempre que sea constructivo, consideramos que procede y aporta, y aunque aquí creamos firmemente que las vacunas han sido fuente de salud, vida y progreso para nuestras sociedades, no podemos afirmar que están totalmente exentas de riesgos. Sencillamente es que un servidor cree que sus ventajas, siempre que sea con estándares de calidad alta como los de los países desarrollados, superan con creces a esos riesgos. De hecho, tampoco es la primera vez que por ejemplo les exponemos que algunas de las vacunas disponibles en el mercado tienen un riesgo más alto que otras, por están basadas en una técnica como la del ARN, que es la primera vez que se prueba en humanos y cuyos efectos a largo plazo realmente no se conocen aún. Pero vamos, que dadas las garantías que dan los estándares del sector en los países desarrollados, esos riesgos distan mucho de los que asumen por ejemplo en otros países, cuyas vacunas despiertan gran recelo e incertidumbre: y con todos los motivos a la vista de los primeros datos que nos van llegando de efectos adversos una vez que ocurren de las órbitas informativas herméticas y con intereses creados. Y por cierto, en lo que al “garantismo” se refiere, para variar esas campañas de vacunación de algunos países han levantado toda una polémica por las censurables y formas con las que han decidido ejecutarlas.
Pero volviendo al tema de la libertad de elección, en los países desarrollados el asunto probablemente se quede en que cada ciudadano pueda elegir si decide inocularse la vacuna o no. Aunque ha habido en el pasado casos de haber obligado a ciertas comunidades o colectivos a vacunarse obligatoriamente ante otras enfermedades tras haber dictado sentencia un juez, no es demasiado probable (por ahora) que ocurra esto con la vacuna del Coronavirus. Es una cuestión legalmente espinosa (donde la ley emana del pueblo y no es una imposición totalitaria “por las bravas”) el dictar obligar a vacunarse a todo ciudadano, incluso en contra de su voluntad. De hecho, desde la propia Organización Mundial de la Salud han desaconsejado la obligatoriedad de vacunarse. Pero es que, además, socialmente es algo que puede traer sus muchas consecuencias, no ya por lo que supone en sí una obligación de esta naturaleza, sino porque además la propaganda siempre está ahí al acecho, esperando a ver una grieta social en la que poder inocular su dosis de radicalización, polarización y odio mutuo, para así seguir dividiendo de forma irreconciliable nuestras sociedades allá por donde surge la ocasión.
En todo el gran cúmulo de “casualidades” y no casualidades que envuelven al Coronavirus, lo cierto es que la llegada de la vacuna sólo ha supuesto más de lo mismo
Ya saben que esa siempre tóxica y dañina propaganda no deja pasar ni una sola ocasión para atacar nuestras socioeconomías, y así también ha hecho acto de presencia en el tema del Coronavirus desde el principio, con el claro objetivo de que nos infectemos todos. No es de extrañar pues que ahora esta ramplona propaganda vea en las vacunas una amenaza existencial para sus objetivos (sean cuales fueren), y que por ello, independientemente de un debate que puede que proceda, obviamente la propaganda va a cebarse especialmente con el tema de la vacuna contra el COVID-19. De hecho, ya está haciéndolo, y “casualmente” la propaganda ya llevaba algunos años cultivando y criando el movimiento anti-vacunas desde el pasado pre-pandemia, quién sabe con qué objetivos para nuestro actual presente. Porque tampoco es sólo la propaganda lo que trata de neutralizar la efectividad de la vacuna que nos ha regalado la ciencia occidental, también la guerra cibernética y los hackers “de sombrero negro” han decidido atacar inclementemente a nuestra industria farmacéutica y a nuestras vacunas precisamente ahora. Y no ha sido un caso aislado, ya que otros puntos de la cadena de vacunación como la Agencia Europea del Medicamento también han sido el objetivo precisamente ahora de agresivos ataques sin precedentes. Y estos precedentes de ahora no son ni mucho menos buenos, y de hecho en Corea del Sur ya se montó una buena polémica nacional con la viralidad que adquirieron informaciones muy concretas sobre la campaña de vacunación en aquel país del lejano oriente, un punto del que en Occidente deberíamos tomar muy buena nota para aprender todo lo posible y dejar menos margen de maniobra a los estrategas de esta cruenta guerra ciber-social.
La propaganda y los poderes ocultos que hay tras ella siempre van por delante, e incluso parece a veces que también lo vayan incluso en el tema del virus, porque otra de las grandísimas “casualidades” recurrentes que no dejan de ocurrir en el tema de la pandemia es que por ejemplo, justamente ahora que ya han empezado las campañas de vacunación masiva, va y surgen nuevas cepas como la británica contra las que no se sabe si la vacuna actual es efectiva. Además, en esa nueva cepa se han detectado ya varias mutaciones realmente inquietantes casualmente en varios genes de los más clave. Pues habrá mutaciones naturales por parte de todo virus (aún por analizar en todo su alcance en este caso), pero desde luego que el momento en el que ha decidido mutar el virus parece el más propicio para lo que pudieran ser otros posibles fines mucho más humanos.
Y que conste que aquí ni afirmo nada ni dejo de afirmarlo, pues es algo que para un servidor simplemente entra en el terreno de lo desconocido; simplemente me limito a exponerles los hechos en su contexto más objetivo y contrastable. Pero no desesperen ante la “casualidad” ni ante esta nueva incertidumbre (¡Menuda temporadita llevamos!), porque esa ciencia tan de futuro socioeconómico y fuente de progreso está ahí y no nos va a dejar solos, y aunque los responsables de las farmacéuticas no pueden asegurar todavía la efectividad contra la nueva mutación, sí que han dicho que podrían tener una nueva vacuna lista en cuestión de semanas. Bendita ciencia, por algo será que la propaganda también trata denodadamente de destruir ese otro pilar fundamental de nuestro bienestar, y por eso nos trata de colar tantos científicos ficticios e improvisados desmontando nuestro progreso científico real a través de cutre-canales de Youtube.
Puestos en antecedentes sobre todo lo anterior, y volviendo al procedente debate del tema central de hoy, realmente aquí no hay poder de decisión ni tan siquiera en Occidente sobre qué vacuna concreta nos vamos a dejar inocular cada uno. En un entorno actual de racionamiento ante la vital y alta demanda, y de una limitación de capacidad productiva, lo cierto es que, además de todo ello, hay órganos de decisión incluso supra-nacionales dosificando y repartiendo cuántas y qué vacunas llegan a cada país. La elección pues está ya mayormente tomada desde casi el principio, pero es que además esta vacuna va a venir por el momento por el sistema de salud pública, y ahí además, ni aun en el caso de que haya en un país varias vacunas posibles disponibles, es altamente improbable que se lancen al “carajal” de dejar decidir cuál se pone cada ciudadano. ¡Como si no tuviésemos poco ya con gestionar la distribución ante la amenaza de las mafias (por algo se ha recurrido al ejército), de conservar la cadena de frio a 70 grados bajo cero, y de decidir quién se vacuna primero y quienes después, para encima complicar la ecuación con dejar elegir a cada ciudadano su vacuna “más favorita”! Realmente no estaría mal, pero por la coyuntura de emergencia sanitaria, también desde el prisma socioeconómico, y sin olvidar las dificultades organizativas, ésta es una libertad de elección que se hace inviable a día de hoy.
Puede que en los países desarrollados no nos obliguen en teoría a vacunarnos, pero sí que pueden obligarnos en la práctica, y empezando por los viajes
El hecho es que hace ya algunas semanas salió a la palestra informativa una nueva noticia, que empezaba a suponer un antes y un después en lo que a la gestión de la pandemia se refiere. Y lamentablemente no estamos hablando de que por fin nuestros políticos hayan estado a la altura, hayan decidido subsanar sus errores del pasado, y hayan optado por dispensarnos por fin a todos los ciudadanos una adecuada gestión preventiva de la pandemia, como principal factor de éxito en esta lucha. La noticia no es ésa, incluso aún cuando múltiples países evidencian a lo largo y ancho del planeta el gran éxito que supone aplicar medidas preventivas (que no reactivas) a tiempo, y entre los cuales destaca por ejemplo una Mongolia sin una sola muerte por Coronavirus. No. El cambio de gestión pandémica que parece que va tomando forma en nuestras Socioeconomías es que parece que son algunas compañías las que han decidido lanzarse a anunciar que van a exigir a sus clientes que estén vacunados contra el Coronavirus.
El tema no es baladí ni muchísimo menos, y algo muy sintomático es que este anuncio iniciático viene precisamente de uno de los sectores que más duramente han sido golpeados por la crisis del funesto COVID-19. Efectivamente, hablamos de ese sector aéreo en torno al cual bastantes países, que aplicaron unas políticas preventivas que les pusieron a salvo de la mortalidad vírica, también decidieron hace bastantes meses con visión y determinación imponer la obligación de presentar una prueba PCR negativa. Y por cierto, a pesar del “bombo” mediático, en España la “gran” novedad en realidad es que sólo hemos empezado a hacerlo hace unas flagrantemente escasas semanas. La otra gran y lamentable novedad de ese lado oscuro de la socioeconomía que está siempre al acecho, y que está ávido por recaudar beneficios allá donde surja cualquier tipo de negocio sin los más mínimos escrúpulos, es que en la Dark Web ya venden PCRs negativas que permitan volar o lo que se tercie. Sin comentarios (pero absolutamente sin ninguno).
Pues bien, controles de inmigración aparte, ahora ya son las propias aerolíneas las que deciden por sí mismas ir un paso más allá, y por ejemplo Quantas ya ha anunciado que será ella la que exija a sus clientes estar vacunados contra el COVID-19 para poder embarcar, y que además lo hará tan pronto como las vacunas estén ampliamente disponibles para la población en general. Efectivamente, el acalorado debate sobre “Vacuna sí, vacuna no” empieza a tomar otro cariz mucho más serio, y con muchas más implicaciones derivadas que la mera decisión de vacunarse... Porque, si una cosa es cierta, es que no es coherente que gocemos de poder proteger nuestra salud del humo del tabaco de aquellos fumadores que ya no podrán fumar a nuestro lado, y que sin embargo nos veamos forzados a volar durante varias horas aliento con aliento con alguien que es totalmente posible que pueda estar infectado de Coronavirus. Y esto de las aerolíneas no es nada, porque ya pueden asegurar que, al menos en determinados sectores y para determinadas actividades, esto sólo va a ser el principio. En efecto, todo apunta a lo que ya les analizamos en su día de que el Coronavirus y su gestión iba a dividir a las economías y países del futuro, como de hecho ya ha empezado a ocurrir.
Pero es que ahora también empezamos a ver como el virus dividirá igualmente a las propias sociedades en sí mismas, y lo hará trazando asépticas líneas de separación entre los vacunados y los no vacunados, que a la postre serán los admitidos y los rechazados: a un vuelo, en un cine, en un tren, o... Tal vez incluso alguna compañía pueda llegar a plantearse segregar a sus clientes en herméticos grupos de vacunados por un lado y no vacunados por otro, según acabe siendo el peso específico de la demanda de sus servicios por parte de los que hayan decidido no vacunarse. Y otro posible polémico "caso de uso" podría venir por la cuestión de ¿Quién sabe si incluso puede llegar a ser un requisito o un factor de decisión en un proceso de selección para un puesto de trabajo? A algunos seguro que esta última posibilidad les parece una exageración, pero no descarten nada en este sentido, especialmente cuando durante la primera ola ya se vieron anuncios de trabajo en los que se pedía abiertamente que el candidato hubiese pasado ya el Coronavirus. No caigan en el error de creer que esto son meras elucubraciones sin sentido, porque gobiernos como el español ya han anunciado que van a llevar a cabo un registro oficial de los ciudadanos que rechacen vacunarse, y aunque hayan anunciado que dicha información no se hará pública de acuerdo con las leyes de protección de datos de España, ya saben que aquí, una vez que el dato ha sido recolectado, siempre puede llegar a haber opciones de que quede expuesto (incluso involuntariamente).
Y que conste que, en estos temas siempre tan celosamente guardados por los opacos departamentos de Recursos Humanos, lo que aflora en una entrevista sólo supone la punta del iceberg, puesto que lo más probable en este tipo de procesos es que te hagan una pregunta al final de la entrevista disfrazada de casual, y que luego la respuesta de que no hayas pasado el COVID-19 o no te hayas vacunado sea decisoria entre bastidores para que tu currículum pueda acabar en la papelera. Así que mucho me temo que “Vacuna sí, vacuna no: ésa es la cuestión”. Pero la cuestión de verdad, ya no sólo va a tratarse de inocularse o no inocularse, sino que, efectivamente, al igual que en el existencial monólogo del Macbeth de Shakespeare, la cuestión real y literalmente puede acabar traduciéndose en un inquietante “Ser o no ser” que pasará por el filo de una aguja esterilizada.
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