A día de hoy, el petróleo sigue manteniendo una elevada importancia dentro del mix energético. Por ello, llama poderosamente la atención, que Venezuela, el país con mayores reservas probadas de crudo, esté devastada con una crisis económica que parece no tener fin y una hiperinflación que no cesa en su dinámica.
La prueba más evidente del destrozo económico es la evolución de su renta per cápita que ha llegado a niveles no vistos desde la década de los años cuarenta, con una caída del 75%. Su economía se caracteriza por la hiperinflación, la escasez, la delincuencia desenfrenada y el autoritarismo político, lo que ha producido un éxodo masivo.
Para hacernos una idea de la problemática existente en el país latinoamericano, los precios al consumidor en Venezuela subieron 65,7% en noviembre, según los datos de la Asamblea Nacional, marcando una aceleración de la inflación. Eso elevó la tasa de inflación interanual hasta el 4.087%. El gobierno del presidente Nicolás Maduro ha dejado de publicar regularmente los indicadores, ya que la economía ha entrado en una espiral de colapso hiperinflacionario.
Venezuela se encuentra en el sexto año de un colapso económico hiperinflacionario, que se atribuye a la impresión desenfrenada de dinero para cubrir los déficits fiscales y la fuerte intervención del Estado en la economía, hasta Cuba tiene mayor libertad económica que Venezuela.
Si nos remontamos al 2013, el valor del bolívar estaba vinculado a las exportaciones de petróleo. Por aquel entonces, el 90% de los ingresos por exportaciones del país provino del petróleo. Todos esos ingresos de exportación habían permitido al gobierno de Hugo Chávez de 1999 a 2013 hacer grandes planes de programas sociales destinados a combatir la pobreza y la desigualdad.
El problema vino cuando el fracking entró en juego y provocó el hundimiento del precio del crudo. Ese escenario llevó a la caída de la demanda externa del bolívar para comprar crudo y dejaron de entrar dólares. A medida que el valor de la moneda iba cuesta abajo y sin frenos el precio de los productos importados se incrementaba.
A falta de los grandes recursos que aportaba el petróleo, se trató de cubrir vía impresión monetaria el déficit existente. La moneda se fue hundiendo y la inflación se incrementó. Como el gobierno se había encargado en los "años buenos" de destruir la iniciativa privada, y era imposible la importación de bienes de primera necesidad, se originó la escasez.
La economía venezolana vive un verdadero destrozo y no tenemos una comparativa cercana para evaluar la situación real que vive el país. Si la gran recesión de Grecia entre los años 2008 y 2013 se dejó la cuarta parte del PIB, estas cifras quedan ridículas ante la caída de económica de Venezuela que entre los años 2014 y 2019 ha visto la pérdida de dos terceras partes de su PIB, el 65% de la economía.
Si España caerá de este año previsiblemente alrededor de un 12%, el peor dato desde que tenemos registros oficiales, el año pasado, sin el coronavirus de por medio, el PIB venezolano recibió un golpe del 35%, una cifra que no tiene precedentes recientes para un país que no está involucrado en ningún tipo de conflicto armado.
Un éxodo más intenso que el de Siria
Debido a los relatado, las condiciones de vida están seriamente deterioradas para una población de 31 millones de habitantes. Los datos de pobreza extrema se han incrementado sustancialmente en el periodo 2014-2018, pasando de una tasa de pobreza extrema del 10% a una del 85% y la pobreza ya abarca el 96% de la población.
Venezuela no es un país para vivir cómodamente, sus características son más propias de un país africano. Existe una grave escasez de alimentos y medicinas, apagones generalizados de electricidad y una crisis lo suficientemente grave que llega a neutralizar las expectativas de que la situación pueda mejorar.
Ante estas duras condiciones económicas y de vida, los migrantes huyen de Venezuela y se instalan en países vecinos. Entre los países destinatarios tenemos a Colombia que ha recibido la mayor parte de los flujos, seguida de Perú, Ecuador, Chile y Brasil. Según el FMI, proyecta que el número total de migrantes podría alcanzar los diez millones para 2023.
Si se logra alcanzar estas cifras, la migración masiva de Venezuela superaría las crisis de refugiados del pasado, por ejemplo, Siria en la década de 2010 o Afganistán en la década de 1980.
Sin posibilidad de refinanciar la deuda
El país ha ido a menos en su producción de petróleo y, en consecuencia, los flujos de efectivo de entrada de moneda extranjera como principalmente dólar, se han evaporado. Venezuela ha dejado de pagar más de 10.000 millones de dólares a los tenedores de bonos. Las exportaciones de petróleo, la principal fuente de divisas del país, están en su nivel más bajo desde los años cuarenta.
Al mismo tiempo, las sanciones actuales de Estados Unidos contra Venezuela contienen restricciones que imposibilitan al país refinanciar la deuda y, por lo tanto, reestructurar sus obligaciones de mercado pendientes sobre la deuda de empresas o inversores estadounidenses.
Recordemos que desde 2019, todos los bienes e intereses en bienes del Gobierno de Venezuela que se encuentran en Estados Unidos quedan bloqueados y no se pueden transferir, pagar, exportar, retirar o negociar con ellos de otra manera. Esto significa que en el supuesto de que hubiera un apetito de los inversores por reestructurar la deuda de Venezuela, las sanciones actuales bloquearían esa acción y sería ilegal para los tenedores de bonos estadounidenses.
Por lo tanto, desde el punto de vista de una deuda que hoy no se puede pagar, vemos una incapacidad de aliviar las presiones de liquidez a corto plazo a través de una reestructuración formal.