En el mundo socioeconómico siempre cambiante (y a veces engañoso) que nos ha tocado vivir, muchas veces las cosas no son lo que parecen, o al menos no son lo que tratan de hacernos creer. Así, para poder entrever el futuro y anticiparnos a los posibles peligros socioeconómicos que nos acechan, a veces hay que fijarse menos en lo que los líderes mundiales dicen, y más en lo que luego en realidad hacen.
En este sentido, llama poderosamente la atención cómo un país como Rusia está optando por una estrategia socioeconómica fuertemente defensiva y penalizando el dólar, especialmente en un entorno en el cual no quedaría plenamente justificado ante el panorama socioeconómico mundial de la actualidad. Rusia está comprando oro a espuertas, pero además deshaciéndose del dólar como refugio de valor de su riqueza nacional.
El valor del oro como activo refugio por antonomasia
Pese a las idas y venidas de sus cotizaciones, o de sus oscilaciones desde que las políticas económicas discontinuaron el patrón oro, o de las ventas masivas por parte de diversos Bancos Centrales que tuvieron lugar hasta 2010, lo cierto es que el oro sigue siendo el valor refugio por antonomasia para todo agente socioeconómico (a pesar de la excepción que confirma la regla en 2018).
Una combinación de oferta limitada, unida a su valor sostenido a lo largo de los siglos, y por qué no decirlo, a su carácter histórico de valor refugio desde la Antigüedad, han hecho que el oro haya sido y siga siendo ese metal precioso al que todos miran con deseo cuando se avecinan tiempos turbulentos.
De hecho, aunque tiene sus variaciones apreciables, su cotización mantiene la mayor parte del tiempo buena parte de su valor de forma bastante sostenida en el tiempo, a lo largo de booms y sus consiguientes crisis económicas. Las diferencias son especialmente sangrantes cuando se le compara con los fuertes vaivenes que sufren otros activos.
Así, esta garantía de no-pérdida de valor es especialmente atractiva en tiempos donde “pintan bastos” en la economía, y en los que el mercado pasa a mirar con recelo incluso al papel moneda de las principales potencias económicas, que al fin y al cabo sólo es papel impreso. El valor del dinero depende de la solvencia de su emisor, así como de que dicha confianza no se vea quebrada por uno de esos cisnes negros mundiales que, de vez en cuando, sobrevuelan nuestras socioeconomías repartiendo desgracias a diestro y siniestro.
No hay que olvidar que, a pesar del posterior pinchazo de esa burbuja de cripto-monedas sobre la cual les alertamos desde estas líneas por activa y por pasiva, hubo ciertos momentos en los que parte de estos cripto-activos mostraron un comportamiento de valor refugio ante turbulencias económicas. No obstante, ese carácter queda hoy (parcialmente) en entredicho, entretanto se acabe de resolver el pinchazo de aquella burbuja, se demuestre si se puede dar ya por finalizado, y además se clarifique cuáles serán las monedas digitales supervivientes (que ni de lejos lo serán todas). Mientras tanto, hoy por hoy, pocos en el mercado van a considerar a los cripto-activos como uno de esos valores refugio a prueba de bombas, sino más bien como los activos de alto riesgo que son. Así que el oro sigue siendo el activo líder en el que poner a salvo la riqueza cuando se avecinan tiempos revueltos.
La relación de (aparentemente) amor-odio entre EEUU y Rusia
Otra variable de vital importancia en el tema de hoy es la relación socioeconómica, política y diplomática entre EEUU y Rusia. No es éste ni mucho menos un tema fácil de escrutar. De hecho, posiblemente es una de las relaciones a nivel internacional más difíciles de predecir y, es más, incluso de descifrar en el momento actual.
Entre las consideraciones a tener en cuenta para que los lectores se formen su propia opinión al respecto, no se pueden pasar por alto las mutuas alabanzas que protagonizaron tanto Trump como Putin desde el mismo momento en que el magnate Trump alcanzó la presidencia de los EEUU, y es algo que Trump sigue haciendo hoy por hoy de forma evidente en cuanto tiene la más mínima ocasión, incluso quitando hierro veladamente al espinoso tema de los presuntos asesinatos de periodistas que algunos afirman que podría estar ordenando el líder ruso
Por el otro lado, también se deben tener en cuenta desencuentros entre ambos líderes como los surgidos a raíz de la crisis de Venezuela, en la que ambos mandatarios parecía que colisionaban públicamente, y cuyos intereses respecto al país caribeño obviamente están a priori contrapuestos. Igualmente hay que computar en la ecuación cómo Trump anunció a bombo y platillo, (en contra de sus expertos en inteligencia militar), que EEUU se retiraba de esa Siria sobre la que Putin siempre ha querido tener mucho que decir.
Igualmente, Trump ha sido el que públicamente parece haber escenificado acabar con el tratatado de no proliferación nuclear que se firmó para acabar con la Guerra Fría, para indignación del mismísimo Gorbachev que lo firmó. Tras ello, Putin pasó automáticamente a considerarse legitimado para retomar la carrera armamentística nuclear. Igualmente significativo es el cambio de postura histórica de Trump respecto a Kosovo, en favor de las reivindicaciones clásicas de una Rusia que quería y quiere seguir ejerciendo de superpotencia en la zona.
Pero tal vez lo más significativo de todo pueda ser lo opacas y el secretismo en el que tanto Putin como Trump envuelven ellos mismos las reuniones EEUU-Rusia, sobre las que no dejan que haya ni luz ni taquígrafos en el sentido más literal, al hacer incluso firmar por contrato a la propia traductora que siquiera hable con nadie de nada de lo que ha oído en las reuniones entre ambos presidentes. Así, desde estas líneas no podemos decirles de qué hablan en esas reuniones, pero sí que podemos afirmar que, cuando algo se quiere mantener oculto expresamente, es obviamente porque hay algo que ocultar. Cuáles son los fines y la verdadera relación que mantienen ambos mandatarios entre bastidores es algo que sólo sabe la traductora, y que no va a saber nadie más por insistencia expresa de ambos y por motivos que el tiempo nos irá también revelando.
Y como resultado de todo lo anterior, el propio sistema judicial estadounidense anda agitado hasta el extremo tratando de dilucidar la dimensión y las implicaciones legales de esta enmarañada relación al más alto nivel. De hecho, ha sido objeto de un agrio debate en torno a la investigación de las relaciones Trump-Rusia que Robert S. Mueller III ha estado tratando de desentrañar desde hace más de dos años (pueden leer también el informe completo del Departamento de Justicia estadounidense). Durante el transcurso de las arduas investigaciones, Mueller llamó a declarar presencialmente al propio presidente Trump, a lo que el magnate se negó y acabó contestando por escrito toda una batería de comprometedoras preguntas sobre su verdadera relación con los rusos. Hasta en 30 ocasiones la respuesta de Trump fue casualmente un práctico "No recuerdo" (o equivalente), en todo un alarde de actitud como mínimo enigmática, pero que otros califican de soterradamente evidente. Nadie sabe nada de este tema a ciencia cierta (ya se cuidan muy mucho de que así sea), y precisamente en eso se escudan públicamente ambos gobiernos de EEUU y Rusia.
Y a estas alturas, ya habrán podido comprobar que la relación entre EEUU y Rusia es una relación extremadamente compleja, una de ésas típicas en las que nada es lo que parece, y lo que parece no debe ser apenas nada. Por ello, los movimientos en los mercados tanto de uno como otro pueden ser especialmente significativos y reveladores en el caso del tema de hoy.
Los movimientos que revelan que alguien se prepara para tiempos movidos
Realmente, a pesar del intervencionismo económico al que está demostrando aspirar el presidente Trump, en EEUU todavía perviven mayormente un buen número de instituciones económicas con rigor e independencia. Además, la prensa en el país sigue arrojando una buena dosis de calidad informativa, labores de investigación ejemplares, periodismo arriesgado del estilo “caiga quien caiga”, y así los movimientos económicos siguen siendo escrutados y aireados en las cabeceras económicas del país. Tampoco podemos decir que en EEUU esté habiendo movimientos macroeconómicos y monetarios anómalos en comparación a los tomados a lo largo de su historia económica y los ciclos anteriores más recientes.
No podemos decir lo mismo en términos de transparencia socioeconómica de Rusia donde, además de unas cifras macroeconómicas en entredicho, impera un panorama informativo hermético. Este aislamiento no sólo controla la permeabilidad de noticias desde el exterior a la sociedad rusa, sino que dificulta también el poder evaluar correctamente desde afuera el clima socioeconómico y político tras las fronteras rusas. Obviamente, en la era de internet, imposibles no son ambas cosas, pero la barrera idiomática y la propaganda que se ceba especialmente en estos campos de batalla informativa, hacen que la verdad en este sentido siga quedando reservada mayormente a servicios de inteligencia (y a algún medio informativo con rigor y con medios a su alcance).
Así pues, por ejemplo el New York Times informa de que la disidencia rusa ya viene advirtiendo de que el mundo ignora el peligroso clima de ultranacionalismo efervescente que está adueñándose de toda Rusia, auspiciado (según ciertas fuentes) desde el propio Kremlim. Una buena muestra de ello, además de una evidente involución histórica, es el hecho de que la popularidad en Rusia de una figura como el dictador comunista Stalin se sitúa actualmente en máximos históricos, sensiblemente por encima incluso de la del popular presidente Putin.
¿Y cuáles son los movimientos que está efectuando Rusia en los mercados? Pues Rusia está deshaciendo de forma importante posiciones en el Dólar estadounidense, aduciendo públicamente que tan sólo pretende reducir su dependencia de la divisa norteamercana. Pero es que lo verdaderamente significativo de los movimientos rusos es que el Dólar no está siendo por ello sustituido por otras divisas internacionales alternativas (que sería lo suyo): el valor de los dólares vendidos parece que ser que Rusia lo podría estar encauzando hacia la adquisición de oro a espuertas.
Sí, como lo oyen. Rusia debe saber algo que los demás desconocemos, y para lo que creen que es mejor prepararse y poner a salvo la riqueza nacional, invirtiéndola en el valor refugio por antonomasia: el oro. Puede ser que Rusia simplemente crea firmemente que se avecinan de nuevo turbulencias económicas, y que por lo tanto se intente poner a salvo de una mera crisis económica, pero aquí la clave estaría en qué ha hecho Rusia al respecto durante el desarrollo de las crisis anteriores. Rusia no invirtió antes tan masivamente en oro como lo está haciendo en la actualidad, al menos no en paralelo a deshacerse de sus posiciones en dólares. No les puedo negar que, efectivamente, las políticas económicas de cualquier país son susceptibles de modificarse en cualquier momento, y que además hay políticos (por increíble que parezca) que incluso aprenden de una crisis para la siguiente.
Pero el análisis detallado de la compra-venta de oro por parte del los Bancos Centrales en su conjunto, más allá del Banco Central Ruso, nos lleva a que la compra de oro rusa supone giro generalizado por parte también de casi todos los demás Bancos Centrales desde 2010, tras años de fuertes ventas por parte del sector. La coincidencia temporal de estas compras masivas de oro con la Gran Recesión que trajo la caída de Lehman Brothers, hace sospechar que los propios banqueros centrales sabían perfectamente que aquel Quantitative Easing debilitaba fuertemente el papel moneda nacional (y por ende a los propios estados).
Así que puede ser que ahora Rusia haya aprendido que el oro es un buen lugar donde guardar riqueza ante la próxima gran crisis, y que simplemente esté apostando por ello con mayor contundencia que otros países. Pero no es una excepción, y puede que casi todos los banqueros centrales hayan llegado a una conclusión similar. De hecho, ya les escribimos desde estas líneas que la desgracia socioeconómica de Lehman Brothers puede perfectamente estar a punto de repetirse, y además hacerlo en términos escandalosamente parecidos y en volúmenes incluso muy superiores a los de aquella debacle.
Lo verdaderamente significativo del caso ruso es que Rusia además compra oro a la vez que deshace fuertemente posiciones en dolares. ¿Es el Ruso simplemente otro Banco Central que le ha visto las orejas al lobo de la próxima gran crisis, o resulta que además se está preparando para una pérdida definitiva de la hegemonía estadounidense? Realmente ese segundo escenario encajaria con nuestro análisis de que estamos pasando de un mundo globalizado a uno regionalizado, pero los movimientos rusos dejan en el aire otra cuestión trascendental.
¿Saben los rusos más que otros países sobre los secretos inconfesables y sobre lo que realmente ocurre entre los bastidores de la política y la socioeconomía estadounidense? Algunas voces en EEUU ya hablan abiertamente de que han acabado perdiendo definitivamente la Guerra Fría con Rusia. Y lamento tener que decirles que no tengo respuesta clarividente para esta última e inescrutable pregunta, pero les dejo con la respuesta de que, algunas veces, una pregunta es la mejor respuesta que se puede dar. Y en este caso es así no sólo porque esta pregunta nos induzca a la reflexión (que también), sino porque hay veces que la forma en que algunos dejan una duda sin resolver de forma inevitable es ya de por sí suficientemente reveladora.
¡Qué mundo éste que nos ha tocado vivir! En esta caverna en la que se está convirtiendo nuestro entorno no se puede hacer la luz ni con linterna, sobre todo cuando te dan a propósito una sin pilas: debe ser que no les importa que tengamos que volver a los tiempos en que eran necesarias antorchas para iluminar. Habrá que armarse de teas y aceite para quemar, en vez de resignarse a acabar sumidos en la más profunda oscuridad.
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