De nuevo Leopoldo Abadía pone en lenguaje llano el sistema piramidal empleado por el estafador Bernard L. Madoff para engañar a los incautos (lo curioso es que eran en su mayoría ricos muy ricos que sufrieron de exceso de celo y de confianza). Mientras sale a la luz el esquema Ponzi, que el común de los mortales no conocía, la explicación de Leopoldo demuestra la simplicidad de la idea, y que el humo sigue siendo tan buen negocio ahora mismo, como lo fue hace 90 años.
¿Qué conclusiones saco de todo esto? Que todo lo que muchos achacan a Internet como medio al que le falta credibilidad, confianza, seguridad… son exactamente las mismas trampas en las que caen esos mismos críticos cuando de meterse en negocios del mundo real se trata. ¿O en qué se basaron para dar su dinero a Madoff a cambio de nada?
Mientras Kevin Mitnick, un hacker que a principios de los 90 trajo en jaque a las empresas en Internet con sus métodos para saltarse la seguridad de las mismas, en su reciente visita a España se preguntaba cómo era posible que sin haber robado ni un dólar fuese llevado a prisión y encerrado durante cinco años, mientras veía como el señor Madoff, habiendo estafado 37.000 millones de euros, estaba en la calle tras haber pagado 10 millones de dólares de fianza. No le cuadra, como a mí. Implica que más allá de la confianza y la credibilidad, algo está fallando en el sistema.
Se supone que no hay dinero para devolver a los clientes que confiaron en el humo que les vendió el señor Madoff, y éste sí lo tenía para no parar con sus huesos en la cárcel. Así es la crisis, y esa es su verdadera dimensión. Cada vez está más claro de donde procede el fallo: de las mismas personas y de los organismos que deben velar por el buen cumplimiento del sistema. Un círculo vicioso, sin duda. Quizás habría que llevarles a Leopoldo Abadía y a su pizarra para demostrarles el peligro real de confiar en un ladrón.
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