Me habría encantado escribir un post enumerando las bondades de las últimas medidas del Gobierno dirigidas a combatir el desorbitado desempleo juvenil de nuestro país. Sin embargo, no puedo sino apreciar temporalidad y precariedad en las posibles consecuencias de un plan estatal que tiene como objetivo disminuir la que considero la tasa de la vergüenza de España, el 55 % de paro juvenil.
Los motivos son muy simples y de fácil comprensión para cualquiera . En primer lugar, para impulsar la contratación de los menores de 30 años se recurre a un viejo conocido de nuestro mercado laboral: las bonificaciones de los contratos. A mi juicio, la solución al elevado desempleo de este colectivo no pasa por bonificar a las empresas para que contraten a jóvenes, y les explico por qué. Las empresas españolas se sobredimensionaron durante los años de bonanza económica y lo que ahora están haciendo, principalmente vía despidos, es redimensionarse de nuevo para volverse más eficientes. En este sentido, las empresas no pueden tomar sus decisiones de contratación por la mera existencia de estas bonificaciones. Para que las empresas contraten necesitan que las perspectivas empresariales mejoren y así otear un futuro de crecimiento y desarrollo. ¿Se beneficiarán de las bonificaciones? Sin duda que sí, pero estas no serán el factor clave a la hora de contratar.
Por otra parte, las medidas aprobadas por el Gobierno fomentan la temporalidad. Creí que a estas alturas de la película ya había quedado lo suficientemente claro que esta, junto a la dualidad, eran las grandes lacras de nuestro mercado laboral. Dudo que las empresas tengan incentivos para convertir en indefinidos los contratos temporales. Más bien optarán por encadenarlos sucesivamente, lo que convertirá a los jóvenes en trabajadores precarios y temporales sobre los que las empresas ni siquiera tendrán suficientes alicientes para formarlos, mantenerlos en su plantilla y hacerlos crecer profesionalmente.
En definitiva, las soluciones aportadas por el Gobierno le hacen quedar muy bien de cara a la opinión pública pero no aportan soluciones definitivas a largo plazo que sirvan para acabar de una vez por todas con el elevado paro juvenil de nuestro país. Son medidas cortoplacistas que tal vez consigan cocinar, en cierta medida, el número de jóvenes parados. Sin embargo, la precariedad y la temporalidad no sólo seguirán estando presentes, sino que se convertirán en el estandarte del empleo juvenil.
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