Desde que Google es Google, y especialmente desde que Google News es Google News, los editores de todo el mundo han reclamado ante el gigante de Mountain View que debería revertir en ellos algo de los onerosos beneficios que saca del mercado, en parte gracias a las noticias que los periodistas de los medios tradicionales publican día tras día.
Como no podía ser de otra forma, Google nunca ha mostrado mucha disposición a compartir parte de sus beneficios con aquellos que son precisamente los que generan los contenidos... Hasta ahora. La noticia es que parece que Google ahora empieza a plantearse compartir parte de sus beneficios con los medios. Y esto son buenas noticias para el sector, para la calidad informativa, para la heterogeneidad ideológica y... para la calidad democrática de nuestros sistemas.
Google llegó al sector de los medios, irrumpiendo con fuerza y gran capacidad de influencia en la carrera por líderar el panorama informativo
En una época en la que la tecnología se está imbricando en todos y cada uno de los sectores socioeconómicos, el sector de los medios fue uno de los primeros que empezó a sufrir a causa de los nuevos hábitos y las nuevas posibilidades que ofreció aquella internet de los 90, en la cual unas de las primeras empresas en hacer acto de presencia (virtual) fueron los periódicos. Efectivamente, Internet era la herramienta ideal para que cualquiera, en cualquier momento, y desde cualquier lugar, pudiese estar informado y tener acceso a la información, en lo que los ideales más ciber-punk no dudaron en ver una clara democratización del conocimiento y de la información.
Pero además de la democratización "por las bravas" de la información y el conocimiento, un ideal que sin embargo verdaderamente tiene sus grandes tintes de progreso socioeconómico si se hace de manera económicamente sostenible, el tema es que los medios son empresas, y como empresas deben ser rentables. Efectivamente, poco a poco la transformación digital de los medios hizo que los ingresos de la prensa impresa empezasen a caer en picado, y entonces los medios empezaron a tener problemas de rentabilidad. Sin embargo, el público en general rápidamente se había acostumbrado ya a acudir a las redes a leer la actualidad informativa sin más coste que el de su conexión a internet, y acabó confundiendo leer simples notas de prensa con tener información de calidad.
Es entonces, al notar los medios la dentellada en sus ingresos y cómo la publicidad online no bastaba para generar rentabilidad, cuando los periódicos y semanarios hicieron una primera intentona bastante fallida por erigir primigenios "muros de pago", por los cuales sus antiguos suscriptores de papel pasasen a ser suscriptores digitales. La experiencia no cuajó en el mercado, y casi todos los medios tuvieron que dar marcha atrás y volver a tratar de reinventarse con lo que había: publicidad online, modelos freemium que ofrecían una serie de noticias gratuitas al mes, y contenido extra que justificase que los sectores más fieles viesen valor añadido en una oferta de pago.
Pero, al mismo tiempo, los medios ya miraban con mucho recelo hacia esos otros grandes jugadores tecnológicos que habían pasado a formar ya parte indisoluta del proceso de acceso a la información de los lectores, con Google como gran puerta de entrada hacia todo contenido. Google no sólo había alcanzado grandes dosis de poder, al ser su algoritmo el que discriminaba qué contenidos ofrecer primero como resultados de las búsquedas de los usuarios, y por lo tanto teniendo realmente una gran capacidad de influencia sobre el tráfico (y el dinero) que recibe cada medio por sus artículos.
No sólo es Google quién dirige el tráfico hacia los medios, sino que además también ofrece servicios propios en base a los contenidos ajenos
Pero el recelo de los editores ya se transformó en clamor sectorial cuando éstos vieron cómo Google empezaba a ofrecer servicios como Google News, que directamente ofrece servicios propios, refuerza su marca, y mejora la experiencia de sus usuarios gracias a los contenidos y artículos de terceros, que son al fin y al cabo los que aportan la materia prima del contenido y abonan los salarios de los redactores.
Así, allá por 2014, surgieron diversas acciones en diferentes países, que en España tomaron forma en aquel canon de la AEDE (Asociación de Editores de Diarios Españoles), de obligado cumplimiento (y pago) para los agregadores de noticias que tomasen parte del contenido de los medios para mostrarlos en su servicio o aplicación. Google optó por responder a dicho canon cerrando tajantemente su servicio de Google News en España, aduciendo que no sacaba de él rentabilidad alguna pues no tenía publicidad, y que no consideraba oportuno pagar por ello a los medios.
La salomónica decisión de Google como respuesta al canon perjudicaba gravemente a medios como el nuestro, que teníamos en Google News un gran aliado que nos proveía de muchas visitas y cuyo impacto nos era muy positivo. Pero además el canon acabó provocando indignación en otras plataformas como Menéame, que es, al igual que era Google News, un agregador de noticias considerado como los que debían pagar a los medios, así que esa indignación incluso se tradujo en un boicot a las noticias de los medios de esta asociación en la famosa plataforma nacional, que tantos miles de visitas es capaz de llegar a dar a una noticia.
Pero las cosas cambiaron, y ya pasó a haber muchas voces que clamaban por acabar con aquel boicot, ya que en Europa vio la luz una nueva directiva del copyright y que afectaba a todas las plataformas que enlazasen noticias tomando contenido de cualquier medio europeo (ya no sólo de los AEDE). El boicot ya no tenía sentido, pero el problema real seguía estando ahí. Posteriormente hemos asistido a otras iniciativas que tienen por objetivo fiscalizar a las grandes tecnológicas, como la denominada "Tasa Google".
Siendo realmente algo totalmente distinto al canon AEDE tanto en forma como en objetivo, puesto que ahora se pasa a hacer tributar a las grandes tecnológicas por el mero hecho de serlo, y ya no hacerles pagar a los medios por indexar y publicar parte de su contenido, el hecho es que, en este tema, llueve sobre mojado: aquí hay unas pocas grandes empresas tecnológicas que generan millones de dólares cada año pagando sensiblemente menos impuestos que empresas de otros sectores y explotando la ingeniería fiscal intra-europea, y al mismo tiempo (¿Por qué no decirlo?) hay también no pocos ojos mirando fijamente a sus onerosos beneficios y con ganas de fiscalizarlos de cualquier manera. Todo el mundo quiere el dinero de Google y de las grandes tecnológicas, y hay un cierto grado de justificación, sin llegar a estar plenamente justificado en toda su ambición fiscalizadora.
Y ahora Google cambia de opinión y se aviene a valorar pagar a los medios por sus contenidos...
Pues sí, tras muchos años de polémica, tras muchos años de idas y venidas, tras muchos cánones e impuestos, de boicots y penalizaciones, de enlaces rotos y de medios alternativos, tras todo esto, finalmente parece que la todopoderosa Google está valorando llegar a pagar a los editores por incluir contenido en Google News de las noticias y artículos que éstos publican. Y sí, parece que este cambio de actitud del gigante de Mountain View ha tenido su origen en las políticas y regulaciones europeas, puesto que es precisamente con Europa (y particularmente con Francia) con quién mayormente los directivos de Google están negociando. Ha sido en Europa donde el clamor de la prensa tradicional ha alcanzado más altas cotas, y donde los medios se quejaban airadamente de que muchos de los usuarios de Google y Facebook se dirigían a estas plataformas generándoles millones de dólares de facturación, pero en realidad los usuarios acababan allí para consumir los contenidos de los medios periodísticos, a cuya generación Google y Facebook no contribuyen económicamente de ninguna manera.
Y el repentino giro de actitud de Google es muy significativo, puesto que algún alto directivo de la empresa ha llegado a afirmar sorprendentemente que "ayudar a la gente a encontrar periodismo de calidad es importante para una democracia informada y ayuda a hacer sostenible al sector de los medios de información". A algunos de nuestros lectores estas palabras les parecerán una simple obviedad, pero lo cierto es que, dados los taxativos precedentes de negación por la mayor de ciertos principios por parte de estas mismas empresas, llama poderosamente la atención que ahora hagan públicamente estas declaraciones. De repente no sólo se abren al debate con los medios, y se avienen a la posibilidad de contribuir con ellos, sino que les ha entrado la responsabilidad y son capaces de ver la responsabilidad que tienen como parte de la cadena informativa en la salud de nuestras democracias. Esto ya no es un giro de posición, es un acto de contrición en toda regla (regulación europea mediante, claro está, que no hay nada como enseñar los dientes).
Lo verdaderamente importante de este cambio de actitud (y posible modelo): el futuro de buena parte del sector con los ideales democráticos por bandera
Pero esto no va sólo de paganos y pagados, ni de quién aporta y quién ingresa. Ni tan siquiera esto va sólo de una lucha entre modelos de libre mercado o de sistemas más fiscalizadores. Aquí hay mucho más en juego, y el tema de hoy guarda una profunda relación con la salud de nuestras democracias y con nuestros ideales más nativamente europeos y libertarios. Hace ya bastante años que les venimos hablando de cómo, en el sector tecnológico, hemos asistido al surgimiento de gigantes que acababan constituyendo monopolios de-facto, ejerciendo una posición de dominio, y amenazando la libre competencia. A la vista de la evolución a lo largo de los últimos años, más recientemente ya hemos analizado más detalladamente si hay que despedazar Google y otros gigantes en nombre de la salud de nuestros mercados y de una esencial sana competencia. Y ello supone una parte importante del emergente discurso de que hay que refundar el capitalismo para devolver el sistema a los ciudadanos.
El hecho es que, a pesar de que el sector tecnológico es el máximo exponente de estas lacerantes asimetrías socioeconómicas, éstas ahora ya no son una exclusiva del mundo más "techie". De hecho, este surgimiento de un líder axfisiantemente dominante que no deja apenas espacio para mucha competencia está viéndose ahora también en otros sectores, como el periodístico. Efectivamente, hace unos días fue el propio (y excelente) New York Times, que es el medio que representa ese dominio actualmente en el panorama informativo, el que publicó un auto-crítico artículo poniendo sobre la mesa esta concentración de poder de un solo medio y los peligros que representa para el sector y para el sistema, y de como se está produciendo un efecto de expulsión del mercado de pequeños y medianos competidores, con todo lo que ello puede llegar a implicar. Lo mismito del panorama tecnológico pero llevado al mundo de los medios. Y es que la tecnología y su poderosa influencia está llegando hasta el último rincón de todos los otros sectores.
Y concretamente ante el panorama actual de los medios, la situación de dominio cuasi/-monopolio de-facto hacia el que podemos estar encaminados es totalmente lógico y comprensible desde una óptica más amplia. El hecho es que, con una Internet que pone al alcance de los lectores cualquier medio del planeta, y además con el erróneo modelo actual del "muro de pago" que se está imponiendo, si uno va a tener que pagar sí o sí una suscripción para tener acceso a información de calidad, pues puestos a tener capacidad de pagar una cuota anual (o como mucho dos) por limitaciones obvias del presupuesto familiar, pues muchos optan por contratar únicamente la mejor opción a nivel global (como es el New York Times), condenando involuntariamente al resto de medios no dominantes a la extinción o a la insignificancia.
La solución buena de verdad sería una (o varias) plataformas que, por una cuota anual única (que se puede cobrar con un escalado según diferentes intervalos de número de artículos leidos por cada usuario), vaya permitiendo la lectura de artículos de cualquier medio, y en cuya lectura haría de mero intermediario de los micropagos por impresión cada vez que un lector lee un artículo. Este esquema traería una renovada salud al sector periodístico, evitaría la concentración, acabaría con la necesidad de tener que elegir un único medio para informarse, le aseguraría una rentabilidad al conjunto del sector, permitiría la supervivencia de los medios pequeños y también los locales (que también juegan su papel importante), mantendría la esencial biodiversidad, y además proporcionaría a los lectores más opciones de consumo y les prestaría el servicio que de verdad quieren: leer los artículos de pago que más les interesen en cada momento, independientemente de quién los haya publicado. La gente está algo más dispuesta que hace algunos años a pagar por información de calidad, pero lo que no puede permitirse es pagar por todos lados en un esquema articulado por limitantes cuotas anuales.
Como ya demostraran los escándalos de manipulación masiva de los ciudadanos a través de las redes sociales, la información es poder, pero no es sólo poder para el que tiene acceso a ella, sino también para el que controla a qué contenidos accedemos. Y hay que asumir que, tanto unos como otros, siempre nos van a querer manipular de una u otra manera, y especialmente en un mundo en el cual determinadas órbitas han innovado trayéndonos la omnipresente propaganda internacional desde potencias extranjeras, pero en el que ahora ya todos se han dado cuenta de su enorme potencial y quieren explotarlo también. Porque sólo en un ecosistema que asegure la biodiversidad es posible que haya una esencial salud informativa y democrática.
Aquí no vale cualquier tipo de democracia manipulada, ni tampoco esas democracias-pantomima en las que algunos dirigentes se perpetúan en el poder, y ya se sabe perfectamente quién va a ganar las elecciones durante los próximos 30 años. Lo que debemos esforzarnos por tener son democracias de calidad en el sentido más pleno de la palabra, contruidas a base de información de calidad y de un esencial espíritu crítico que la propaganda trata de borrar por todos los medios. Y esta democracia de calidad debemos conservarla mal que les pese a los que juegan con las urnas marcadas, con tal de conseguir el resultado que mejor se adapta a sus prebendas. Las derrotas democráticas hay que saber reconocerlas, pero las derrotas porque te han hecho trampas no son admisibles ni democráticas en absoluto, a pesar de los disfraces con las que siempre las enmascaran, narcotizando así al pueblo hasta que sea demasiado tarde para que pueda reaccionar y así ya no pueda salvar su libertad.
Lo quieran o no, la prensa sigue siendo el cuarto poder, debiendo cuidarlo. Y lo es independientemente de cómo evolucione el concepto de prensa, y a pesar de que, como todo poder, es objeto de luchas intestinas y de tomas al asalto por parte de los intereses creados. A pesar de todo, hemos de asegurarnos de que seguimos situándonos a la vanguardia mundial en cuanto a calidad informativa y valores democráticos se refiere (por muy mejorables que sean), con medios de todos los colores y opiniones para todos los gustos. Pero nuestro mundo camina en la dirección opuesta, y muchas notas discordantes están siendo exterminadas en nuestras mentes, con el gran valor socioeconómico que se pierde así, ya que nunca sabemos cuándo unas ideas determinadas serán necesarias para salvar el mundo. La mejor y más democrática opción es la heterogeneidad, de prensa y de opinión. Y sospechen con fundamento de todo aquel que les diga lo contrario: en este mundo hay mucho totalitario camuflado de demócrata, cuando lo que en realidad pretenden es liquidar nuestro sistema de libertades e imponer su verdad única e inmutable. Por sus actos (y por sus modelos socioeconómicos) los conoceréis: a fin de cuentas, las mentiras sólo se pueden imponer al pueblo a base de puras mentiras (incluida la propaganda).
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