Siempre se habla del problema del sector inmobiliario desde un punto de vista centrado en la vivienda, pero si pensamos en sus implicaciones en el sector productivo, no son menos relevantes ya que puede llegar a paralizar la actividad económica.
Me contaba un amigo el otro día que estaba pensando en montar un negocio, y que había empezado a preguntar precios de locales por la zona donde pensaba ubicarse. Un local adecuado a sus necesidades costaba... 6.000 euros al mes de alquiler. Uno un poquito más allá, del mismo tamaño pero en esquina... 12.000 euros al mes.
Y claro, él hacía una reflexión: con estos costes... ¿cuál es el punto de equilibrio de mi negocio? ¿cuánto volumen de actividad tengo que tener sólo para afrontar esos costes? Por no hablar del resto de costes asociados a la actividad (personal, etc.) o de los necesarios para poner en marcha el negocio (reforma y adecuación del local, etc.). La conclusión a la que llegaba es que, para lograr (en el mejor de los casos) un beneficio mensual de 1.000 euros, no merece la pena ni asumir toda la vorágine que supone poner en marcha y gestionar un negocio, ni tampoco los riesgos que implica.
Y supongo que este mismo pensamiento lo tendrá mucha otra gente, a la vista de la cantidad de locales comerciales que pasan meses y meses sin ocupar, o de los negocios que se ponen en marcha y tienen que cerrar al cabo de poco tiempo. Y es que la presión de los costes (y el inmobiliario es quizás uno de los mayores) ahoga la iniciativa empresarial.