Hubo un tiempo en el que muchos consideraron a los empleados públicos como uno de los pocos grupos intocables de la sociedad. La solidez de su puesto de trabajo unida a unas buenas condiciones laborales, en ocasiones mejores que las del sector privado, llevó a muchos a pensar que mientras existiese un mínimo reducto de Estado, los trabajadores del sector público se mantendría ahí, de manera impasible.
Sin embargo, esos tiempos pasaron y la crisis económica actual ha puesto de manifiesto que esos supuestamente intocables realmente no lo eran tanto. Al Gobierno no le ha temblado el pulso lo más mínimo a la hora de meterle la tijera a este colectivo mediante una serie de planes que prevén ahorrar 5.425 millones de euros este año, 3.723 millones en 2013 y 5.372 millones en 2014.
A la congelación de la oferta de empleo público, la eliminación de la paga extra, el programa de evaluación de rendimiento, la reducción a la mitad de los mocosos o la modificación del régimen de incompatibilidades ahora se une una nueva medida de ajuste que está dando bastante que hablar: el sueldo de los empleados públicos de la Administración General del Estado se verá reducido a la mitad cada día que el empleado falte a su puesto de trabajo sin llegar a causar baja a partir de la quinta de estas ausencias.
La medida estará vigente a partir del próximo 1 de enero y desde mi punto de vista tiene un objetivo más disuasorio que otra cosa. El ahorro del Estado con la misma será mínimo, puesto que estas ausencias que no llegan a convertirse en bajas normalmente no son cubiertas por otras personas. La intención del Ejecutivo, por tanto, no es otra que acabar con el ausentismo laboral en la Administración Pública.
Los numerosos ajustes a los que se ha sometido a este colectivo podrían hacer pensar a más de uno en una caza de brujas, y no les faltaría razón. Sin embargo, no creo que se trate de castigar a unos más que a otros. No en vano, el sector privado también se está llevando su buena porción de ajustes. Pese a todo, lo cierto es que como señalo en el título, ser funcionario ya no es lo que era. La crisis económica actual no va a dejar títere con cabeza y no me extrañaría lo más mínimo que comenzasen a despedir a empleados públicos en los próximos meses. Olvidemos las verdades universales: nada volverá a ser igual cuando pase la tormenta.
Vía | El Economista, El País
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Imagen | Treball. Generalitat de Catalunya