Muchos hemos tenido la desgracia de experimentarlo en primera persona: golpe con el coche, el coche al taller, llamada al seguro, peritaje, arreglo... el mundo de las aseguradoras y de los talleres mecánicos es un gran monstruo del que nos gustaría estar alejados lo más posible. Sin embargo, a veces es inevitable, y uno tiene la sensación de que se encuentra con intereses encontrados: mecánico y perito no parece que estén en un mismo barco.
Y parece que así es. Y es que las aseguradoras tienen un lógico interés por pagar cuanto menos mejor a los talleres (ya que así obtendrán un mayor beneficio a igualdad de cuotas y siniestralidad), y los talleres tienen interés (igual de lógico) en cobrar cuanto más mejor por una misma reparación. El problema viene derivado de la gran desigualdad de fuerzas entre ambas partes de la negociación.
Las aseguradoras, sobre todo las más grandes, tienen la capacidad de poner o de quitar a un taller del mapa: generalmente uno acude a reparar su vehículo a los talleres autorizados por su seguro, y ni se plantea llevarlo a uno que no lo esté. Y los talleres lo saben: gran parte de su volumen de trabajo procede de las reparaciones derivadas de siniestros cubiertos por un seguro.
Si a esta posición ganadora añadimos la elevada fragmentación de los talleres, tenemos el resultado. Según Cetraa, Conepa, Faconauto y Ganvam, las cuatro asociaciones que representan al 100% de los talleres (tanto los concesionarios como los talleres independientes), las aseguradoras consiguen prácticamente lo que quieren: precios entre el 20% y el 30% inferiores a los precios de tarifa, baremos de costes de piezas y de tiempos de reparación más ajustados...
Ahora bien, ¿es ésto una práctica oligopolística, como parece que insinúan estas asociaciones, por parte de las aseguradoras? A mí me suena que no... entiendo que es una situación competitiva muy complicada para los talleres, que ven cómo tienen una dependencia elevadísima de las grandes aseguradoras. Y que eso dificulta la gestión: obviamente, a ellos les gustaría cobrar a las aseguradoras a precio de tarifa. Pero entonces las aseguradoras tendrían que subir las tarifas a sus clientes, y quizás los perderían.
En definitiva, que esto es una cadena trópica trófica (ooops, perdón!! - gracias por la correción) en la que el que más fuerza tiene, marca las condiciones. Y el mercado es el que regula la validez de dichas condiciones: si los talleres no son rentables, acabarán cerrando. Si cierran, habrá menos y los que queden podrán tener un mayor poder de negociación con las aseguradoras (ya que, si no trabajan con un taller concreto, tendrán menos alternativas a las que irse), y las condiciones se equilibrarán. Pero ese es un proceso normal de mercado, y se autorregulará. Lo demás son protestas por el fastidio que supone que el negocio no sea tan rentable como les gustaría. Pero rentable es, seguro; si no, no seguirían abiertos tantos talleres.
Vía | El Mundo