En los últimos años, en este país nuestro se producía una curiosa paradoja. Si bien somos un país sumamente bancarizado, estabamos escasamente asegurados (los nº 24 del mundo en gasto percapita). Buena muestra de ello, es que a diferencia de otros naciones de nuestro entorno, escasa compañías aseguradoras cotizan en Bolsa, y menos aún con cierta liquidez. Mapfre es la excepción. Frente a eso, en Europa Occidental existen auténticos gigantes del sector asegurador. Independientemente de que sea antes el huevo o la gallina, mientras que en España se puede afirmar que, en general, los Bancos son los dueños de las compañías aseguradoras punteras (con las excepciones que todos tenemos en mente), en otros países, las aseguradoras controlan a grandes Bancos.
En estos últimos años se ha dado una aparente paradoja. En nuestro pequeño mercado, con un cliente tipo escasamente interesado en el seguro en general, salvo en los obligatorios por ley, se estaba produciendo una fuerte tasa de crecimiento en el ramo de vida. Un negocio goloso. Pero tenía truco. Se crecía fundamentalmente en ese canal de negocio llamado bancaseguros. Las entidades financieras, a la hora de conceder los créditos, ponen encima de la mesa fuertes planteamientos de vinculación con el cliente. Y entre ellos destacan los seguros de vida y similares (accidentes, bajas laborales, etc...). En esa negociación el cliente estaba en una posición débil, mientras que la entidad financiera apretaba buscando una serie de ventajas:
- Inicialmente se trataba de reducir los riesgos que podía plantear un eventual fallecimiento de los titulares del préstamo. Evidentemente, para que otra compañía hiciese negocio, el Banco prefería hacerlo él, a través de compañías propias o concertadas, obteniendo siempre un beneficio.
- Beneficio que le permitía ajustar las condiciones de su oferta hipotecaria y hacerla más agresiva.
- Para evitar que el cliente saliese por patas después de firmada la hipotecada, se sujetan las condiciones de la hipoteca al mantenimiento de esa contratación o vinculación pactada. Incluso algunos llegan a liquidar por anticipado el seguro no a un año, si no a 15 o más. Evidentemente sale una prima gordísima, que no se le devolverá al cliente por mucho que no agote la vida del préstamo. Una ganancia muy interesante.
Pues bien, si se reduce la contratación de hipotecas, la contratación de estos seguros desciende. Y así se ha constatado. Siendo un producto fundamental en determinadas edades y con determinadas responsabilidades familiares, me parece de chiste que las empresas españolas no sean capaces de desarrollarlo adecuadamente salvo con la navaja hipotecaria debajo del cuello de sus clientes. Si, como afirma el articulo, esperan solventar la papeleta con el incremento de los seguros vinculados a los préstamos consumo, lo llevan clarinete. Sus importes son muchísimo más pequeños, los plazos sustancialmente más cortos y muchos de ellos se contratan en canales (comercios) donde se hace muy difícil la formalización de un seguro de vida.
Señores aseguradores, a nadar sin manguitos.
PD: El video, a cargo de Vaya Semanita, de la ETB.