Está claro que el encarecimiento del petroleo no es un problema para Iberia. Pero sí lo es para sus clientes y buena prueba de ello es el nuevo incremento de 2 euros en el recargo por combustible que será cobrado a los clientes de todas sus rutas de largo recorrido con el objetivo de paliar el impacto en sus costes derivado del encarecimiento del petróleo.
Mientras tanto, Spanair y Aireuropa mantendran sus tarifas actuales sin tener la intención de repercutir al cliente el incremento del coste del combustible de los aviones. Aunque avisan de que la subida de las tarifas puede ser cuestión de tiempo.
¿Es criticable esta decisión de Iberia? En un modelo de negocio donde el precio se fija en función de la estructura de costes, es perfectamente entendible y lícito que si uno de los componentes del coste sube, dicha subida afecte al precio final, de tal forma que la variable beneficio no se vea afectada.
Ahora bien, lo que sí puede ser criticable es que esta fácil e inmediata repercusión del encarecimiento del petroleo al cliente que ponen en práctica las líneas aéreas, no sea tan fácil, ni posible, ni inmediata en otros sectores donde el precio del combustible supone una importante componente de la estructura de costes. Y me estoy refiriendo al sector del transporte terrestre.
Para un transportista, el carburante suponía en enero de 2004 el 22% de sus costes. Hoy en día, para ese mismo transportista, el carburante supone el 36,5 por ciento de los costes totales que deben afrontar. La reacción que debería tener el transportista pareciera obvia: cobrar más a sus clientes. Pues parece que no es esa la reacción, pues mientras que desde 1999 hasta 2005 el gasoleo ha subido un 87 por ciento, los precios de venta de los transportistas apenas se han incrementado un 11 por ciento.
El problema es que lo que para Iberia es tan sencillo, para nuestro transportista es poco menos que imposible dada la estructura de la cadena de valor en la que desarrolla su actividad. De tal forma que los transportistas encuentran una oposición rotunda en sus clientes, siendo éstos empresas agrícolas en su inmensa mayoría.
¿Y por qué se niegan estas empresas a aceptar una subida de precios de los transportistas? Bien podrían asumirla, siguiendo el ejemplo de las aerolíneas, mediante un incremento en sus tarifas, en lo que ellas cobran a sus clientes. Y ahí, es donde con la Iglesia hemos topado, pues, ¿quiénes son los clientes de las empresas que pagan servicios de transporte? Los siempre omnipotentes y todopoderosos grandes almacenes, los grandes de la distribución que no aceptan una subida de precios, sino todo lo contrario.
La diferencia entre un sector y otro es que mientras que todos seguiremos volando con Iberia pagando 2 euros más por cada billete, el sector del transporte se ha tenido que movilizar en una huelga que se desconvocó ante la aprobación por parte del gobierno de la nación de una actualización automática de los precios de los transportes de mercancías por carretera en función de los incrementos del precio del gasóleo.
Ahora bien, ¿garantizará esta medida que los transportistas podrán subir sus tarifas, es decir, que sus clientes pagen más, es decir, que las grandes superficies acaben pagando más? ¿O seguirá beneficiándose el sector de la distribución de que siempre habrá un camión dispuesto a transportar la mercancía por el mismo dinero que antes?
Vía | Abc En El Blog Salmón | Un avión con tu nombre, Iberia vuela bajo y Solo algunas líneas aéreas suspenden pagos