Aunque estoy más cerca de los cuarenta que de los treinta, todavía me considero un joven profesional por el simple hecho de que me quedan casi 30 años para alcanzar ese momento glorioso de la jubilación. ¿He dicho 30 años? ¿Y si fueran 50 años ….?
Un prestigioso biólogo de la Universidad de Stanford llamado Shripad Tuljapurkar, ha comentado recientemente que la edad de jubilación debería aumentar hasta los 85 años antes de 2050 debido al crecimiento de la esperanza de vida, que se incrementará a ritmo de un año cada ejercicio durante las próximas dos décadas.
Está claro que lo que se encuentra detrás de esta afirmación es un sistema de seguridad social lo suficientemente precario como para que necesite mano de obra más allá de los 80 años que siga cotizando y no recibiendo una pensión. Ahora bien, una cosa es que podamos vivir hasta los cien años y otra muy distinta es cómo se llegue a esa edad. No es difícil hacer una lista interminable de profesiones cuyo ejercicio es impensable siendo octogenario. Por otro lado, yo, personalmente, cada vez veo más gente entre mis familiares y conocidos que mueren a tempranas edades como consecuencias de accidentes de tráfico o puñeteros tumores que aparecen sin avisar, destrozando una familia.
Con lo cual, ¿qué nos podríamos encontrar? ¿A un administrativo trabajando con ochenta años para mantener la pensión de un piloto de líneas aéreas jubilado a los 65 años? Eso por no nombrar la firma ante notario de hipotecas a 50 ó 75 años. Con esta noticia, los seguidores de la reunificación de deuda comentada en el post anterior están de enhorabuena, pues tienen asegurada una larga vida de jugosas cuotas.
Vía | El País