¿A qué suena el dinero?

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HOY SE HABLA DE

¿A qué huelen las flores? Isabel Coixet lanzaba esa pregunta en sus celebérrimos anuncios de compresas. Pues bien, apropiándome de esa pregunta retórica lanzo una que quizás no lo es tanto: ¿a qué suena el dinero? ¿Sorprendidos? No tanto como yo cuando leí el rumor de que el sonido de los cajeros automáticos al dispensar billetes es falso, una mera grabación que acompaña a un proceso realmente silencioso. ¿Y la finalidad de todo esto?

Se trataría de lanzar a nuestro subconsciente un mensaje tranquilizador, de que todo va bien, de que todo funciona. Dicho sonido calmaría nuestra inquietud. en palabras de Jerry Seinfeld en el episodio The secret code, que gira alrededor de los cajeros automáticos:

Realmente nos entrenan para usar los cajeros automáticos, ¿no crees? Somos como pollos en un experimento, esperando que baje esa píldora para darnos el chute. Mira a la gente en el cajero, justo ahí. Dit, dit, dit, dit. Están esperando el sonido, el sonido en el que hemos sido entrenados, el sonido de “aquí viene el dinero”, ¿te das cuenta? Flip flip flip flip flip flip flip. Es excitante, ¿no te excita? ¡está llegando!, ¡está llegando!, ¡me están dando dinero!

¿Maquiavélico? puede. ¿Cierto? De ninguna manera, un puro hoax. Los cajeros automáticos que conozco son unos trastos (muy caros) que hacen ruido, vaya que si lo hacen. Un ruido en directo, como consecuencia del conteo y desplazamiento de los billetes por railes y bandas, con ninguna postproducción al estilo Enrique Iglesias. Ese sonido que escuchamos es sonido real, nada de playback. Podéis disfrutar tranquilamente de esa pequeña obra musical, que es totalmente genuina y la SGAE no se lleva nada.

Y ahora en serio, en lo que si puedo estar de acuerdo es en que, si el día de mañana se consiguen cajeros ultrasilenciosos, seguramente habrá un buen número de personas que echaran de menos esos sonidos, esos golpes y roces que le indican que todo funciona. Y quizás entonces, sólo quizás, haya que poner una grabación para amansar a los pollos que están esperando por su dinero. Que queden tan reconfortados como aquellosque nos dejamos llevar por los perfumes avainillados debido a recuerdos de nuestra más tierna infancia.

De algún modo me recuerda aquella anécdota de un viejo gestor de Banca Privada que, a comienzos de los 90 trabajaba en un minúsculo Banco (antigua agencia de valores). Riéndose, se acordaba de cuando un cliente le consultaba por teléfono que hacer con un determinado valor y, mientras aporreaba las teclas de su terminal, le sugería que estaba consultando un software de análisis de última generación. Así, una vez le había hecho creer que contaba con un oráculo de Delfos, le soltaba la opinión que le merecía el valor y tan contentos. Y todo al compás de una melodía de teclado.

Volviendo a los cajeros he decir que mi opción es otra. Ya puestos, que los cajeros hagan marketing sensorial, que menos que colocarnos un politono en función de la operación realizada y del estudio que el banco tenga de nuestras vinculaciones y posiciones. Para algunos casos recomiendo este Money´s too tight to mention, de Simply Red.

Vía | Time
En El Blog Salmón | El olor del dinero, Los cajeros automáticos, o cuando el éxito es un problema

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