Aquellos acostumbrados a comprar en internet, en acceder a bienes o servicios a través de la red saben que la globosidad está ahí, pero también que a veces no es tan sencillo como parece, que siempre están los que intentan poner puertas al campo. Y, en correspondencia, también nos encontramos con aquellos que intentan abrirlas, como el mail forwarding o la compra asistida, los proxies físicos del comercio electrónico.
El uso de un proxy ha permitido a muchos saltarse las limitaciones que empresas como Hulu, Netflix o similares han puesto a la distribución de contenidos, derivadas de políticas comerciales propias o impuestas por el proceloso mundo de los derechos de propiedad intelectual y el intento de segmentar y explotar el negocio del ocio en una clara táctica de descreme (el mundo de los DVD es otro buen ejemplo).
¿Por qué no nos dejan comprar en una web?
Pues bien, en el mundo del comercio electrónico de bienes físicos también existen límites a la distribución. Ya no hablamos de todo lo relacionado con las aduanas y los derechos arancelarios, nos referimos directamente a que la compra de determinados artículos esta vedada a aquellos que no residan en determinadas zonas del globo. Esto se debe a una serie variada de factores, entre los que podemos destacar los siguientes:
- Evitar las importaciones paralelas de bienes que rompan los acuerdos de distribución comercial. Un buen ejemplo son los pantalones vaqueros de míticas marcas. Si hace años podías comprarlos por internet en determinados comercios de los Estados Unidos, hoy, en cuanto te identificas como europeo te indican que les es imposible servirte. ¿Motivo? El fabricante no quiere que este goteo de ventas pongan en peligro sus acuerdos macros con el importador europeo, así que con independencia de la legalidad o no de dichas prácticas restrictivas les pone las pilas a sus clientes locales para que no exporten a determinados mercados.
- Hay otros casos de una política comercial de la empresa que, por distintas razones (pruebas de mercado, fijación segmentada de precios, políticas de garantías, etc), prefiere que su producto llegue en distintos momentos a los distintos mercados. O directamente que no llegue a algunos.
- Existen países malditos en cuestión de distribución comercial, donde los servicios de reparto, público o privado, el sistema legal, los agentes financieros o los propios clientes son considerados de riesgo por los vendedores. Podemos hablar de países africanos o americanos, pero también europeos. Un caso frecuente que te podías encontrar eran los países del Este o Italia, pero también España (aunque en muchas menos ocasiones).
- Por otro lado, a veces estamos hablando de cuestiones estrictamente legales, derivadas de conflictos de derecho de propiedad industrial (marcas, patentes, etc) o los consabidos boicots o embargos comerciales a determinadas naciones.
El mail forwarding y la compra asistida
Es posible que os hayáis encontrado en alguna ocasión con este problema y hay optado por una solución un tanto ¿rústica? como es que un amigo residente en una país no afectado os lo compre y os lo mande. Pues bien, la versión profesionalizada de esta opción existe, y es muy conocida en los países más afectados por estas restricciones comerciales (y mucho menos en otros como España).
Estamos hablando del forwarding o mail forwarding, un servicio que consiste en una suerte de buzón que podemos contratar con una empresa de mensajería y reparto en un determinado país. Usaremos generalmente uno del propio país desde donde se encima la mercancía (también podemos triangular con un tercero, dilatando precios y plazos, para saltar determinados embargos). allí, siguiendo nuestras instrucciones agruparán las cartas y pedidos que nos vayan llegando y nos lo irán reenviando con una determinada periodicidad.
Se trata de un servicio bastante extendido entre los distintos operadores logísticos, por lo que podemos encontrar precios competitivos e incluso versiones avanzadas, como la llamada compra asistida, en la que para evitar problemas con los medios de pago empleados (que detecten su vinculación con destinos prohibidos) o las identificaciones fiscales pueden prestarnos además el servicio de compra asistida, adquiriendo los artículos en nuestro nombre y metiéndolos luego en su circuito de forwarding.
Conclusión y cierre
Algunos pensareis que esto es una muestra de snobismo, que si no se pude comprar un producto ya encontraremos algo alternativo en nuestro mercado y que todo esto tiene además unos costes añadidos que encarecen todo el proceso. Puede ser, pero al margen de nuestras concepciones personales sobre las necesidades y libertad de gasto de cada uno, en ocasiones, como por ejemplo en todo lo relacionado con procesos de aprovisionamiento para pymes de determinados artículos el uso del mail forwarding puede pasar de ser un lujo a una necesidad, si se quiere ser competitivo y mejorar los procesos de producción.
Por supuesto las empresas no se quedan quietas y muchas de ellas impiden el envío de bienes a empresas de mensajería, lo que desencadena una surte de juego del gato y el ratón entre clientes y operadores logísticos por un lado y distribuidores por otro en el que cada uno defiende su libertad: la de poder comprar aquello por lo que estas dispuesto a pagar, la de poder prestar tus servicios de distribución y la de vender a quien quieres vender.
Por si éramos pocos, no podemos obviar que iniciativas de distribución colaborativa como las que os comentábamos en el articulo dedicado a Uber Cargo amplian aún más este frente de batalla, convirtiendo a viajeros en pequeños transportistas.
¿Qué experiencia tenéis con este tipo de empresas?
Más información | Pymes y Autónomos, Trendencias
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