Cuando se habla de desigualdad es importante hacer los matices necesarios antes de abordar correctamente la cuestión. En general, los economistas hacen una distinción entre tres tipos de desigualdades:Desigualdad sobre la riqueza, desigualdad sobre la renta y la desigualdad sobre el consumo.
En términos generales, si hablamos de desigualdad, normalmente a lo que se hace referencia es al Índice de Gini o coeficiente Gini. En base a Gini, medimos la desviación de la distribución de la renta disponible, es decir, la distribución de los ingresos de origen salarial y de origen capital como alquileres, dividendos intereses, etc. Bajo este concepto, un índice Gini de 0 representa la equidad perfecta, mientras que un índice de 100 representa una inequidad perfecta.
La desigualdad de renta es un concepto más amplio que el de la pobreza. Mientras que la pobreza se relaciona principalmente con la parte más baja de la distribución del ingreso,la desigualdad tiene en cuenta las condiciones de vida de todas las personas en una sociedad.
No obstante, hay que tener en cuenta que renta no es lo mismo que riqueza... La riqueza comprende el nivel patrimonial de los individuos de una sociedad. Y para medir las desigualdades patrimonialmente, lo que comúnmente se conoce como ricos y pobres, tenemos el Índice Gini Wealth. Por lo tanto si queremos ser precisos y supervisar las diferencias entre ricos y pobres debemos examinar este índice en específico.
Bajo el concepto de Gini Wealth, generalmente los países suelen mostrar elevadas desigualdades en riqueza porque hay varios sesgos que influyen directamente: Sesgo demográfico dentro de un país, sesgo capital humano, el sesgo de la metritocracia, etc. De hecho, en el mundo, el país con mayor igualdad en la distribución de la riqueza (no de renta) es Eslovaquia, cuyo índice es de 44,6.
España y la desigualdad... en renta
En los últimos años, se ha extendido sobre España la idea de la existencia de una gran desigualdad. La desigualdad a la que se hace referencia es de renta, no de riqueza. En base a Eurostat, en el año 2014,España mostraba un coeficiente Gini de 34,7, uno de los niveles más altos de Europa.
La explicación que subyace a altos niveles en el coeficiente de Gini son: Desempleo de larga duración, segmentación del mercado laboral y polarización salarial. En otras palabras, en España, se han deteriorado intensamente el mercado laboral español, caracterizado por su dualidad, con unos empleos fijos blindados, frente a unos empleos con un alto nivel de precarización.
No obstante, a pesar de estos datos, conviene hacer unas matizaciones sobre la forma de cálculo del Índice Gini ya que se excluyen dos conceptos verdaderamente relevantes para el español de a pie: Los alquileres imputables y los servicios públicos en especie atribuible.
España ha mantenido a lo largo de los años una amplia cultura del ladrillo, de hecho, la vía de ahorro favorita han sido la compra de vivienda, lo que le repercute al ciudadano medio, una renta de alquiler pero en especie, que no queda contabilizada en Gini. Asimismo, los servicios públicos que disfrutamos también deberían ser contabilizados como una renta en especie.
Por esa razón, el resultado de Gini de renta es aparentemente tan elevado, con respecto al resto de países europeos. De hecho, el Instituto Juan de Mariana ha descontado dichas matizaciones y tal y como podemos ver en el siguiente gráfico, la desigualdad en renta en España quedaría ligeramente por encima de la media de la OCDE, e incluso por debajo de países de nuestro entorno como son Alemania o Italia.
¿Pero existe en España una desigualdad entre ricos y pobres?
Sin embargo, para muchos, la cuestión central es la distribución de la riqueza. En España la riqueza media en 2015 por adulto era de 111.643 dólares, es decir, unos 98.730 euros. El coeficiente Gini Wealth se situó en 67,1, uno de los veinte coeficientes más bajos del mundo. Para que nos hagamos una idea de este valor, en Europa el Gini Wealth es de 83,4, mientras que a escala global el coeficiente es de 91,5.
En España, el 62,8% de los adultos ha acumulado un patrimonio que se encuentra en la horquilla de 10.000 y 100.000 dólares, una cifra que contrasta con el 30,7% en base europea y el 21% en base global. Los españoles cuyo patrimonio es inferior a 10.000 dólares es el 12,1%, mientras que aquellos españoles que poseen unos activos por encima de los 100.000 dólares hasta un millón son el 24,1%.
Como hemos reflejado anteriormente, España tiene una gran cultura del ahorro, mediante la compra de un inmueble. En base al informe "Housing conditions 2014", España figura entre los países en los que la propiedad de la vivienda está más extendida, el 78,8% de los españoles tienen una vivienda en propiedad, mientras que el 21,2% restante acude al alquiler, un porcentaje muy inferior a la media europea situada en el 30%. Por esa razón, las diferencias patrimoniales entre los españoles son muy escasas.
El mito de la igualdad danesa entre pobres y ricos
Por otro lado, en contraste a España, se nos vende Dinamarca como se paraíso en la que la balanza entre ricos y pobres está perfectamente equilibrada. No obstante, la realidad es completamente diferente, el Índice Gini Wealth danés es de 89,3, siendo Dinamarca uno de los países más desiguales del mundo, en términos de riqueza. Un dato muy curioso es que el el 31,9% de la población adulta posee un patrimonio por debajo de los 10.000 dólares. Mientras que el 39% de la población adulta mantiene un patrimonio valorado entre 100.000 y un millón de dólares.
Esta diferencia tan notoria entre riqueza y renta se debe a su sistema fiscal regresivo para el individuo pero muy favorable a la iniciativa empresarial. Los impuestos de las empresas residentes se calculan según sus ingresos a escala mundial, mientras que las sucursales extranjeras y los bienes inmobiliarios extranjeros de las sociedades danesas están exentos de impuestos. Las empresas no residentes únicamente son gravadas según sus ingresos de fuente danesa. De hecho, el impuesto de sociedades danés es del 23,5%, mientras que en España es del 25%.
El IVA danés se aplica con el tipo estándar del 25% en el precio de venta de la mayoría de bienes y servicios y la legislación respeta generalmente las directivas de la Unión Europea. Por otro lado, el IRPF contempla un tipo marginal del 59%. Con toda esa presión fiscal, el estado seguidamente redistribuye a sus ciudadanos, lo que le lleva a esos niveles de igualdad que tanto procesan los medios. Una igualdad pero en renta, no en riqueza.