
La iglesia católica está de luto. Jorge Mario Bergoglio, más conocido como el Papa Francisco -el Papa número 266 de la historia- ha fallecido a los 88 años tras doce de pontificado.
Más de una década de labor como máximo exponente de la iglesia, marcada sin duda por su particular estilo pastoral, su enfoque social y una labor repleta de luces y, para sus detractores, también de algunas sombras. A las que hay que añadir, además, sus decisiones en el todopoderoso Banco Vaticano, conocido oficialmente como el Istituto para las Obras de Religión (IOR).
Esta organización, que administra los fondos destinados a las obras religiosas y caritativas del Papa, ha sido a lo largo de la historia objeto de admiración y también de diferentes escándalos. Ahora, con el final del pontificado de Francisco, es hora de conocer en qué estado deja el Papa DICHA institución.
Aunque muchos esperaban una revolución en la gestión financiera de la Santa Sede bajo el mandato de Francisco, los cambios han sido menos ambiciosos de lo que se anticipaban
El Papa ha promovido algunas medidas de transparencia, pero la complejidad de la estructura vaticana y las resistencias internas han limitado el alcance de sus reformas.
El IOR, entre la fe y las finanzas
El Banco Vaticano fue creado en 1942 para gestionar todos los fondos destinados a causas religiosas. Aunque no se trata de un banco convencional, opera de una forma muy similar: ofrece servicios de depósitos, transferencias y gestión de activos.
Sus clientes incluyen congregaciones religiosas, órdenes, dicasterios, obispos y algunos particulares vinculados a la Iglesia. Llegando a gestionar fondos que superan los 7.000 millones de euros, procedentes en otros de 5.200 instituciones católicas.
Desde hace doce años, el IOR publica su informe anual. El de 2023 mostró una institución sólida desde el punto de vista financiero: obtuvo un beneficio neto de 30,6 millones de euros, con un margen bancario del 49% y un ratio de solvencia TIER 1 del 60 %, uno de los más altos del mundo.
Sin embargo, estas cifras contrastan con la situación general de las finanzas vaticanas, que a finales de 2024 se situaban oficialmente al borde del colapso.
Escándalos financieros que sacudieron el Vaticano en la última década
El Banco Vaticano sido protagonista de numerosos casos polémicos a lo largo de su historia. Durante la década del 2010 una serie de escándalos sacudieron los cimientos de su reputación.
Se descubrieron cuentas ocultas en paraísos fiscales, transacciones dudosas con destino incierto y una alarmante falta de controles internos que permitió el desvío de fondos hacia usos indebidos.
Uno de los episodios más controvertidos fue el caso del Cardenal Angelo Becciu, condenado en 2023 a cinco años y medio de cárcel por fraude y gestión arriesgada de fondos vaticanos, incluyendo la fallida adquisición de un inmueble en Londres.
Estas revelaciones pusieron en evidencia el uso discrecional de donaciones provenientes de fieles para fines oscuros y la participación de intermediarios financieros externos que se enriquecieron gracias a la opacidad reinante.
Según constó en documentos judiciales, la Santa Sede llegó a dilapidar millones de euros en apuestas especulativas de alto riesgo, ocasionando un fuerte impacto tanto económico como en su reputación internacional.
Las reformas impulsadas por el Papa Francisco
Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco enfatizó su mensaje en la necesidad de administrar los recursos económicos de forma transparente y responsable. De hecho, en noviembre de 2013 fue contratada la empresa auditora Ernst & Young para la realización de auditorías externas a fin de descartar irregularidades.
En 2014, creó la Secretaría para la Economía y promovió auditorías internas y externas periódicas. Clausuró cuentas sospechosas y fortaleció los mecanismos de supervisión, introduciendo controles más estrictos sobre inversiones y gastos.
El Sumo Pontífice también dejó en claro su mensaje:el dinero de la Iglesia debe estar al servicio de los más necesitados, no del lucro personal. Sin embargo, el alcance real de sus reformas ha tenido límites. Muchos límites.
Pese a las buenas intenciones iniciales, finalmente los cambios estructurales no han sido de gran calado, y las resistencias internas han frenado una renovación más profunda del modelo financiero del Vaticano.
Ya en 2010, el papa Benedicto XVI promulgó una nueva ley para prevenir el lavado de dinero. Sin embargo, tres lustros después los casos han empañado los anuncios del Vaticano en este sentido.
La compleja crisis financiera que atraviesa la Santa Sede
A pesar del sólido rendimiento del IOR, la Santa Sede enfrenta una intrincada crisis económica. El Papa admitió en una larga carta a la Curia que las arcas estaban vacías y que no habían fondos suficientes para pagar las pensiones.
El laberíntico sistema de seguridad social del Vaticano es insostenible a mediano plazo y necesita una reforma urgente y difícil.
La caída en las donaciones, particularmente en el Óbolo de San Pedro, también exacerbó aún más la situación. La crisis post-Covid, la reducción del turismo religioso y la desafección de grandes donantes tampoco han ayudado a la Santa Sede.
Sí es cierto que el Papa Francisco llevó a cabo una necesaria política de recorte de gastos en todos los dicasterios, incluyendo medios de comunicación y otros servicios curiales. Pero la falta de reformas de calado, pese a la buena situación del Banco Vaticano, siguen situando a la gran casa católica en una situación complicada.
La posibilidad de vender activos inmobiliarios, promover el uso del patrimonio vaticano para obtener ingresos extras o el Jubileo de 2025 son varios `milagros´ que esperan las cuentas del Vaticano.