En algún momento traje a colación la fantástica serie Si, Sr. Ministro. El otro día Carlos me la recordó a propósito de la transparencia en los gastos demandada por Institución Futuro y su Día del Contribuyente. sin embargo, tal y como están las cosas, mucho me temo que esta más pegado a la realidad de nuestros tiempos aquella otra titulada El Diputado Fantástico. Y es que, como catalogar a ese Ministro de Hacienda que no solo contrata un asesor para que le ayude con el cumplimiento de sus obligaciones fiscales, si no que encima lo carga al presupuesto público. Con una par. Y con el, otros 8 ministros. Su justificación es demoledora.
El titular de Hacienda, Alistair Darling, afirmó haber pagado a un asesor para asegurarse de que pagaba al fisco "la cantidad exacta correspondiente a los gastos de su oficina", explicación similar a la ofrecida por otros de sus colegas.
A ver si lo he entendido bien, ya que solo caben dos explicaciones:
La normativa que han parido estos simpáticos chicos, y que deben cumplir los trabajadores, los empresarios, los políticos, o sea, todo chichirimundi, es absolutamente infernal, compleja, y no hay ser humano capaz de entenderlo. Ni siquiera sus propios padres. Solo una pequeña casta de iniciados es capaz de descifrar dicho intríngulis. Y yo me pregunto, al margen de que me sigue pareciendo inmoral el uso de dinero público para ello: ¿a nadie se le cae la cara de vergüenza por obligar a un ciudadano a vérselas con semejante monstruo normativo para cumplir con sus obligaciones?, ¿quién resulta beneficiado de dicha maraña fiscal?, ¿dónde esta la vocación de servicio que deben tener las Administraciones?
El Sr. Darling y sus amigos piensan que todo el monte es orégano, que que menos que los ciudadanos les paguen expertos fiscales para reducir su carga fiscal, dentro del juego que deje su enrevesada obra. Eso les permitirá tener más tiempo libre para complicar la vida a sus contribuyentes, lo que sin duda repercutirá en un incremento de los ingresos públicos y de las cuentas de resultados de sus amigos los asesores fiscales.
Vía | El Mundo