Cuando el equipo de Mariano Rajoy entró en Moncloa decidió adoptar una táctica para combatir el déficit público que nos ha salido rana: subir los impuestos y recortar los gastos. No hay que ser economista ni tener un doctorado en finanzas para concluir, tras varios meses viendo crecer a la burra, que los resultados no están siendo los esperados. Así, la recaudación del IRPF, por ejemplo, ha caído un 0,2% en los cuatro primeros meses del año, prueba irrefutable de que algo estamos haciendo mal.
Con más de cinco millones de parados con unas perspectivas para encontrar trabajo casi nulas, debido a un mercado de trabajo inflexible, rígido y que es la vergüenza de Europa, el déficit público desbocado, la deuda privada fuera de control y el consumo y las inversiones hundidas en el barro, me pregunto: ¿qué esperan para cambiar el planteamiento?
No dudo de que ciertos ajustes sean necesarios para acabar con la orgía de dinero público que tuvo lugar en pleno boom inmobiliario. No obstante, estos se están haciendo mal y sólo contribuyen a incrementar la pobreza de los ciudadanos. Mientras tanto, la principal fuente de recortes en potencia, la Administración Pública, se mantiene intacta. Nadie tiene el valor suficiente para meter la tijera en el entramado público y suprimir ayuntamientos, diputaciones, organismos y sueldos públicos. Simplemente, no interesa.
Mi propuesta, como os digo, pasa por cambiar el planteamiento y reducir impuestos inmediatamente. Es de sabios rectificar. Al aumentar impuestos baja la recaudación porque los ciudadanos se empobrecen y pueden destinar una parte menor de su renta a consumir. Sin embargo, con una reducción de los mismos se podría generar una espiral de confianza y consumo que contribuya a mejorar la situación económica actual. Los efectos a medio plazo serían, sin lugar a dudas, más beneficiosos que la pérdida de recaudación directa que se produciría.
Estamos cansados de que nos chupen la sangre siempre a los mismos. Más impuestos equivale a más pobreza si la subida va acompañada de un recorte de los gastos, tal y como estamos sufriendo en nuestras propias carnes. No podemos pretender ser Suecia y Noruega si la recaudación impositiva se despilfarra como si no existiera un mañana. Insisto, hay que bajar impuestos inmediatamente y perderle el miedo a esas perversas políticas neoliberales.
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