En el camino económico de la Socioeconomía china, en los últimos trimestres ha habido varias piedras puntiagudas desperdigadas por aquí y por allá, con el riesgo cierto de poder hacer descarrilar al gigante asiático. Si bien es cierto que son piedras que de una manera u otra también están amenazando con sacar del carril a buena parte de las economías del resto del mundo, no es menos cierto que buena parte de los “pedruscos” llevan un “made in China” más claro que el de una baratija de un bazar de “Todo a un Euro”.
Aparte de que eventos socioeconómicos “disruptivos” como la guerra comercial o el Coronavirus tengan esa marca china, la realidad es que la Socioeconomía china se ha podido resentir de tamañas calamidades, pero lo cierto es que está saliendo casi hasta reforzada de estas crisis. Y es algo que (por ahora) llama poderosamente la atención, especialmente cuando la economía del gigante rojo es comparada con la de la práctica totalidad del resto de países del mundo. Y es que el ritmo de crecimiento de las exportaciones chinas, lejos de suponer un lastre, está experimentando un auge que parece estar devolviendo bríos al corcel socioeconómico chino.
China sufrió lo suyo económicamente especialmente a raíz de la pandemia, pero ahora se refuerza
Desde estas líneas fuimos de los primeros en advertirles tan pronto como el 3 de Febrero de la que se nos venía encima con la pandemia, además de exponerles claramente cómo tras ésta iba a venir asociada una grave crisis social y económica, de la que China tampoco saldría indemne. La realidad así ha sido con revueltas sociales que llegaron a preocupar seriamente a las élites pekinenses, pero lo cierto es que, al final, los países desarrollados (aparentemente) están sufriendo peores consecuencias. Es que China, si bien fue la primera en caer en crisis, lo cierto es que ahora muestra unas cifras macro-económicas que podrían ser calificadas hasta de vigorosas. Y no son vigorosas sólo por sus cifras absolutas, sino que, además de exportar más, China está consiguiendo también ganar cuota de mercado internacionalmente, siendo cada vez más uno de los grandes líderes dominantes del comercio a nivel mundial. El tigre asiático ruge de nuevo, y habrá que volver a tener mucho cuidado con si ruge tan sólo reafirmándose para sus adentros, si ruge avisando de que se propone devorarnos, o si el rugido va por ambas cosas (el extremo más probable, para serles sincero).
Y es que ahora mayormente ya no proceden esas dudas que nosotros mismos nos planteábamos sobre la recuperación económica china hace unos meses. Unas dudas que, como mínimo, deben ser aplazadas hasta ver si se demuestra que se trataba de tan sólo un paréntesis coyuntural en la recesión. No obstante, entonces las dudas estaban totalmente justificadas en un momento en el que la economía china estaba literalmente “cogida con pinzas”, pendiendo su vida básicamente de una sobre-inversión estatal a base de pura y dura deuda, y con un cortoplacismo inherente a la eterna burbuja de sobre-endeudamiento chino. Pero a veces la realidad económica es tozuda, y una vez más les digo que las economías hiper-estatalizadas e hiper-dirigidas pueden mostrar una deriva que tarde lustros en aterrizar. Aunque lo cierto es que los peores augurios sobre ese insostenible crecimiento chino parecen haber remitido en este punto, y ahora ese crecimiento empieza dar síntomas de ser relativamente sano, al menos en la línea de lo que ha venido siendo considerado “sano” en su modelo económico de las últimas décadas.
Porque si algo es cierto es que la economía china sigue fracasando en su inalcanzado giro hacia un modelo de consumo interno, y, al igual que lo fue su boom de los últimos 15 años, ahora su salida de la crisis pandémica está siendo vía exportaciones masivas a terceros países. Ésa ha sido la verdadera (y grata) sorpresa para un servidor, que sinceramente no esperaba esta súbita revitalización del consumo desarrollado todavía con la que está cayendo, con el Coronavirus desatado, y todavía sin vacuna contra él. Pero tampoco lancen las campanas al vuelo, porque ese consumo occidental no presenta un patrón equilibrado ni sano, y además aquí puede quedar aún pandemia (y crisis) para rato. Además, la sorpresa de crecimiento de exportaciones a nivel global ha podido venir simplemente del hecho de que algunos países, como Alemania y algunos más, han tenido una excelente gestión de la pandemia (no como otros). Como consecuencia, ahora hay mercados internacionales que pueden tirar de la economía china (y de la mundial), donde nosotros nos contraemos económicamente en torno al doble que ellos, en lo que supone un nuevo mundo del futuro dividido por la calidad en la gestión pandémica. En todo caso, el fracaso chino al no poder transformarse en una economía basada en el consumo interno hace que China siga siendo hiper-dependiente de esas exportaciones al mundo desarrollado. Pero a la vez también nos hace a nosotros hiper-dependientes de unos suministros chinos que China no dudará mucho en instrumentalizar, como se ha evidenciado en lo peor de la crisis sanitaria.
Eso sí, tras los merecidos elogios al crecimiento chino en medio de la que tenemos, también debemos desde aquí poner algún “pero” a esas cifras tan aparentes. Y se trata de un gran “pero”, que además explicaría, mucho mejor que el optimismo económico, el porqué de que China esté exportando tanto a Occidente en medio de la pandemia y estando como estamos. Es innegable que los patrones de consumo de los gobiernos, empresas y familias de todo el mundo han dado un importante giro desde que el COVID-19 irrumpió en nuestras vidas. Ahora una parte muy importante del consumo que hacemos es de material sanitario e higiénico, además de electrónico e informático por el auge del tele-todo: tele-trabajo, tele-educación, tele-streaming, etc. Casualmente, un material sanitario y electrónico en los que China es líder, y que se produce en buena medida en el país asiático: es un hecho muy destacable que está contribuyendo definitivamente a ese brío en las cifras de exportaciones chinas actuales.
Mientras tanto, las exportaciones de los productos clásicos de zonas económicas como Europa o Estados Unidos siguen mayormente languideciendo. Realmente, parece que la sensación de éxito chino auspiciada por sus vigorosas exportaciones de los últimos meses no viene tanto por un éxito de gestión y de su modelo económico, sino por haber tenido la suerte de ser el gran fabricante de las actuales prioridades de consumo actuales. Éste sería un punto realmente imprevisible hace tan sólo unos trimestres (o tal vez no tan imprevisible para algunos, ¿Quién sabe ya a estas alturas?). Y eso por no hablar del también positivo impacto de la caída en picado de ciertas materias primas como el petróleo, de la cual China en particular es hiper-dependiente, y que obviamente también juega su papel macro-económico.
Así, en cierto modo, realmente esto tampoco son todo malas noticias para los países desarrollados, porque realmente, al calor de la deslocalización, las exportaciones chinas se han convertido en otro termómetro de la capacidad de consumo de los consumidores occidentales (mal que nos pese, al tratarse de Euros que pasan de un bolsillo europeo a uno chino). Si China vuelve a exportar es porque los países desarrollados vuelven a comprar. Aunque no es menos cierto que por otro lado nos vemos vitalmente abocados a consumir ciertos productos esenciales ahora mismo para protegernos y poder seguir desempeñando nuestra actividad profesional. En cualquiera de los dos casos, lo que ya sólo restaría es que por fin nuestros políticos consiguiesen hacer esa globalización sostenible para todos, y que esa renovada capacidad de compra revierta también en suelo europeo. No como nos ha venido ocurriendo en las últimas décadas, (según lo que les advertimos hace ya bastantes años que iba a ser el resultado último de toda esta dañina corriente deslocalizadora), cuando todavía estábamos a tiempo de evitar el grueso del desastre.
En este engañoso escenario repleto de máscaras resulta difícil saber qué persigue cada superpotencia
La visionaria novela de 1984 de George Orwell retrató con un pasmoso y hasta adivinatorio realismo el mundo actual que nos está tocando vivir. En la distópica y realista novela a un tiempo, Orwell dividía el mapa mundial en un tablero de Risk a merced de tres superpotencias, Oceanía (compuesta por América, África del sur, y Oceanía), Eurasia (Europa, Turquía y Rusia) y Asia Oriental (desde el Cáucaso hasta China). Las tres eran muy proclives a los juegos geoestratégicos, en los cuales Orwell ya retrataba un escenario de guerra mediática con agresiones en forma de injerencias mutuas e influencias tóxicas sobre uno u otro líder, con desconfianza de los propios ciudadanos y burócratas ante esos mesiánicos dirigentes que podían ser topos de otras superpotencias, con dosis elevadas de propaganda para manipular masivamente a ciudadanos propios y ajenos, etc. Son todo clásicos ciber-punk hechos novela (y cada vez más también realidad), con consecuencias como la represión fascisto-comunista para erradicar de forma brutal la más mínima disidencia, o como los estados hiper-vigilados donde la información es más un producto de la conveniencia política que de la realidad tangible. Y así hasta un largo y distópico etcétera, que un servidor no atina a concebir cómo hace tantas décadas un gran novelista pudo haber retratado tan fidedignamente el convulso mundo en el que hoy nos estamos convirtiendo.
Así, aparte de presentar ya convulsiones que amenazan con derribar la cordura democrática que tantas décadas nos costó conquistar, lo cierto es que nuestro mundo actual ha degenerado en un escenario teatral donde nada es lo que parece: ni las estrategias, ni las intenciones, ni las políticas, ni las relaciones internacionales... Y ya casi ni tan siquiera las cifras macro-económicas. Lo más censurable resulta que, donde los que se supone que deberían dirigirnos en pos del interés común, se limitan a interpretar el auto-destructivo papel que parece haberles sido encomendado. Las frases de Orwell más inquietantes se han hecho realidad hoy en día, y así, los ciudadanos más comedidos y más demócratas (de los de verdad) asistimos atónitos a comprobar cómo efectivamente hoy en día:
-“La libertad es la esclavitud”: léase cómo nuestras libertades se extinguen en medio de unos espíritus críticos languidecientes, y con unos votantes cautivos de sus partidos “hagan lo que hagan”, como si la política se tratase simplistamente de un pasional partido de fútbol en el que sólo hay que ganar a los otros como sea. Así, muchas veces, lo que nos venden interesadamente como un camino hacia la libertad, en realidad es sólo una forma ladina de conducirnos hacia la más sumisa esclavitud.
-“La ignorancia es la fuerza”: léase cómo en la era de la guerra cibersocial, de la propaganda más cruda, y de la manipulación masiva, muchos ciudadanos caen presa de unos medios y unas redes intencionada y dirigidamente sesgadas, que junto con unos sistemas educativos cada vez más deteriorados, permiten criar manadas de borregos que balan más que piensan con su propio espíritu crítico. Así, en una democracia degenerada, la ignorancia del pueblo es la fuerza de los dirigentes anti-demócratas y sin escrúpulos.
-“La guerra es la paz”: léase este lema orwelliano todavía en clave de futuro (cada vez más próximo). Lo cierto es que los discursos de los políticos mundiales ya van tiñéndose progresivamente de una retórica bélica que algunos estábamos esperando (que no anhelando), como el siguiente paso en el camino al matadero que nos han trazado. No crean que les venderán la guerra de forma evidente como la muerte para usted y para sus hijos. No, van poco a poco, alentando el odio hacia otros países o colectivos, polarizando, satanizando, para luego acabar enfrentándonos finalmente en un baño de sangre que disfrazarán con alguna causa justa, como puede ser preservar la paz mundial o salvar el país, cuando en realidad la hoja de ruta que van desvelando es cada vez más un camino directo al cementerio, al menos para ese ciudadano medio que no tiene escapatoria ni de los impuestos, ni tampoco de la llamada a filas.
Y de nuevo, en este teatrillo mundial, ¿Quién sabe ya lo que es representado y lo que es la vida real? ¿Lo que es política nacional y lo que es injerencia?
Y ahora, hablando hoy en este convulso panorama mundial de la orwelliana Asia, digo, de China (son cosas distintas mal que le pese al imperialismo chino), tras los datos económicos expuestos anteriormente, ¿Qué dirían que puede estar persiguiendo China inclementemente con su propaganda estatal y con sus armas de guerra ciber-social? ¿A que parece que China debería estar persiguiendo por todos los medios que Trump no saliese re-elegido para dejar de sufrir sus ataques comerciales y su retórica de enemigo único? Pues por desconcertante que pueda parecer, las cosas no están tan claras. No se sorprendan, que ya les decía que el propio Orwell ya retrató nuestro mundo como un mundo de mentiras continuas y donde nada es lo que parece. El hecho es que, por ahora, el grueso de los ciber-ataques chinos se han estado dirigiendo hacia otro objetivo que no sería Trump, sino Biden.
Si bien no se sabe a ciencia cierta el motivo ni la intencionalidad real (ni nunca lo sabremos), lo que sí es un dato objetivo y un hecho contrastable es que las grandes tecnológicas estadounidenses han denunciado que los ciber-ataques chinos se están dirigiendo a “reventar” cuentas y bases de datos de círculos próximos a Biden, obviamente con la intención de conseguir información sobre él. Si es para hacerse una idea de sus intenciones para cuando sea presidente (si es que lo logra), o para obtener informaciones comprometedoras para soltarlas como golpe de efecto en el momento preciso en medio de la campaña electoral, es algo que ni sabemos ni sabremos fácilmente con antelación. La incertidumbre sobre las intenciones finales forma parte de las estrategias de la guerra ciber-social, y del épico manual chino de “El arte de la guerra” escrito por Sun Tzu, por cierto. Así, para poder hacernos una mínima idea de por dónde podrían ir “los tiros” en el futuro (esperemos que no acaben siendo de los de verdad), lo que hay que tratar de hacerse son algunas preguntas, en vez de limitarse a leer las respuestas que desde algunos sectores nos quieren vender.
Y algunas de esas preguntas con las que les dejo serían del estilo a ¿Les ha ido bien a los chinos con Trump a pesar de (o a raíz de) su mediática guerra comercial, escenificada en los titulares y en los Telediarios? ¿Sobre quién están indagando informaciones reservadas los chinos, sobre Trump o sobre Biden? ¿Cuál es el verdadero objetivo de acabar sabiendo cosas que no deberías saber, conocer a tu oponente o poder sacarlo de la carrera electoral? ¿En todo caso no se trata de una forma de injerencia electoral en medio de una carrera electoral en plena efervescencia, y no se podría haber hecho ya hace meses si fuese para “informarse” en vez de justo ahora en el momento más influenciable de la opinión pública estadounidense? Además está el hecho de que tampoco tiene mucha cabida que esos ataques informáticos sean tan sólo para “averiguar” intenciones, puesto que éstas ya han sido mayor y abiertamente declaradas por Biden respecto a la globalización. Y para terminar, la que tal vez sea la pregunta más inquietante, ¿Todo este entramado de injerencias, intereses, y propaganda cada vez más belicosa tiene por objetivo de alguna manera la conquista mundial por parte de uno o todos los jugadores? ¿Se trata de hacerlo sólo por medios puramente comerciales, o está también en la hoja de ruta sacar algún día los tanques a la calle? Quién sabe qué nos estarán guardando las mentes de la geoestrategia mundial, pero lo cierto es que entre estadounidenses, rusos, y chinos anda el juego. Y la Vieja Europa anda huérfana y a merced de un tercero al que subyugarse, sin que realmente nos haga ninguna falta, ni nos interesen unos ideales y unos valores que ya distan mucho de los europeos (hoy en día, a veces incluso los estadounidenses).
Es tiempo de Europa, es tiempo de que seamos una superpotencia efectiva. Porque no podemos estar siempre dependiendo vitalmente de cómo nos quiera mirar el próximo inquilino de la Casa Blanca, de cómo nos quiera atacar en la línea de flotación de nuestros nacionalismos la despiadada propaganda rusa, o de cómo nos quiera comer una China que sigue creciendo a costa de nuestras importaciones y que aspira a imponer su propio modelo socioeconómico dictatorial e hiper-vigilante. Debemos dar por muerto a Orwell, y añadir a esas Oceanía y Asia Oriental, una Europa que, o bien conseguimos adherirle como Eurasia a una Rusia que debería dar un giro democrático y de progreso antes, o bien dividir esa Eurasia en una Europa y una Rusia que no han acabado por tener nada que ver. Es hora de Europa, es hora de corregir a Orwell y tomar el control de nuestro propio destino (y de nuestras exportaciones a la fagocitadora China). Si la economía china está creciendo, lo está haciendo a costa de nuestra capacidad de compra; una capacidad de compra que, ”para más inri”, necesitan vital y desesperadamente nuestras propias empresas para poder sobrevivir en plena agonía. El tema es si tal vez sea ya demasiado tarde como para revertir esa deslocalización de riqueza cada vez más dañina y plenamente vigente, revertir la deslocalización de puestos de trabajo, y también de un poder económico que además ha sido instrumentalizado para contribuir definitivamente a hacer más convulsos los sistemas occidentales. En todo caso, la deslocalización más salvaje sigue siendo para Europa un camino a ninguna parte, por lo que realmente ya llevamos varios lustros en la senda del peor escenario posible.
Y con unas diferencias en la recuperación respecto a China que ya les anticipamos como probables, donde nosotros andamos peligrosamente renqueantes, la realidad de las envidiables cifras exportadoras (y también de su crecimiento económico) son la mejor demostración de que deberíamos ser conscientes de que estamos literalmente luchando por nuestra propia supervivencia como modelo socioeconómico. La superpotencia que salga reforzada de esto, será la que seguro aproveche la coyuntura para intentar acabar imponiéndose como nuevo líder hegemónico mundial. Esta dinámica imperialista no es sino el mero curso de la Historia del mundo, y por ahora hoy en día China va ganando. Pero no olviden que aquí tampoco se puede descartar ningún escenario, porque no duden de que hasta la guerra es un negocio, y que a veces la escalada bélica es lo que más interesa a las mentes que juegan con nosotros como peones sobre el tablero mundial, y que desde la seguridad de su inexpugnable sillón de jerarca pueden decidir en unos minutos la muerte de millones de seres humanos.
El dinero mueve el mundo, y la guerra mueve dinero, mucho dinero, incluida su "redirección" tras la contienda a través de un nuevo recaudador. Por ello nunca se fíen ni de todo lo que leen, ni de lo que les venden, especialmente cuando son discursos que intencionadamente van encendiendo el odio y la belicosidad. Nunca sabrán quién es el verdadero origen de esos mensajes de guerra, ni si es propaganda china, rusa, estadounidense, o incluso europea (que es la de menos, pero que ya la hay también), pero lo que si pueden tener por seguro es su objetivo final (y quién va sacando ventaja de ella). Y ese siniestro objetivo final que revela la belicosidad creciente de los mensajes no nos interesa al pueblo ni remotamente, así que refuercen su espíritu crítico por el bien de todos, y como dicen los líderes de verdad: “Keep calm” (“Mantengan la calma”), especialmente en la tempestad.
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