Seguimos hablando de pensiones, de la prestación por desempleo o de la Sanidad como objetivos de los recortes, mientras que nos olvidamos de otros que son, en muchos casos, inútiles y para los que aún no ha habido tiempo. Esta mañana, hemos leído en Cinco Días una información sobre la resistencia numantina de las comunidades autónomas a cerrar sus ‘embajadas’ en otros países… Sí, han leído bien, entretanto se habla de que el Estado del Bienestar hace aguas en este país sigue habiendo gastos suntuosos y prescindibles para los que apenas ha habido recortes.
No hay duda alguna sobre la necesidad de reducir el gasto público en la situación actual. La estructura de las administraciones no se sostiene. Pero lo que sí pongo en duda son las prioridades en esos tijeretazos, las áreas que se tendrían (y se tienen) que haber recortado hace mucho tiempo, antes de castigar con subidas de impuestos a ciudadanos y empresas o de eliminar gasto en áreas tan sensibles e importantes como la Sanidad o la Educación.
Desde que en mayo de 2010, el Gobierno de Zapatero anunciara el primer tijeretazo importante en esta crisis han sido muchos los golpes asestados al gasto público, con un perjuicio más que evidente a las clases medias. Subidas de impuestos, eliminación de prestaciones, incremento de tasas de la educación, bajada de salarios, reducción de profesorado… Ahora, con los presupuestos a la vuelta de la esquina, el Gobierno afirma que habrá que reducir prestaciones si no hay atisbo de crecimiento (lo dicen mientras no ponen en marcha ni un solo estímulo económico con la excusa del cumplimiento estricto del déficit).
Pero claro, uno sigue esperando que entre en el debate público de una vez y con seriedad si son necesarias ‘embajadas’ de comunidades autónomas en un buen puñado de países, si podríamos vivir sin diputaciones o, al menos, con ellas pero reformadas y adelgazadas, si el Senado es estrictamente imprescindible para el día a día de este país, si se acabaría el mundo si se plantearan la reducción radical de agencias, organismos y demás ‘chiringuitos’ creados durante los últimos tiempos en las administraciones, si echaríamos de menos a tantos altos cargos públicos que ocupan sillones del todo prescindibles, si cabe la posibilidad de que se acaben de una vez los abusos de sus señorías y cargos públicos con las dietas, comidas…
Al margen de si la austeridad a ultranza es o no una buena idea para salir de esta, se echa de menos que en el debate sobre la reducción del gasto público se incluyan todas esas partidas (y muchas más), antes de hablar de algo tan delicado como las prestaciones sociales y el Estado del Bienestar.
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