Con la crisis financiera y las políticas monetarias de bajadas de tipos de interés se incrementaron las llamadas empresas zombies. Una empresa zombie es una empresa que no es productiva y, a su vez, tampoco pretende entrar en un procedimiento formal de insolvencia, como la liquidación voluntaria, es decir, afrontar la quiebra.
Según la definición técnica, se entiende por empresas zombies aquellas con diez o más años de vida en la que el que la ratio de cobertura intereses -EBIT (beneficio antes de intereses e impuestos) frente a los gastos financieros- es inferior a uno en tres años consecutivos.
Esta ratio nos dice que una empresa se mantiene a flote gracias a la refinanciación constante de su deuda y que, a pesar de la reestructuración y las bajadas de tipos de interés hasta mínimos, sigue sin poder cubrir sus gastos financieros con beneficios operativos, y mucho menos pagar el principal.
Las empresas zombies a menudo se ven agobiadas por grandes cantidades de deuda histórica, pero sólo son capaces de gestionar los gastos financieros existentes. Esto los deja efectivamente en cuarentena. La empresa zombie no tiene capital para crecer y es vulnerable a los cambios del mercado, dejándola en un purgatorio de negocios interminable.
¿Es mejor una empresa zombie que una quiebra?
Existe el pensamiento extendido que es mejor una empresa zombie que una quiebra de facto, al igual que existe la idea que es preferible carretera sin tráfico que la ausencia de la misma.
Puede tener algún tipo de lógica, pues si una empresa sigue en funcionamiento, implica una plantilla de trabajadores y una producción que interviene dentro de la cadena de suministro. Aunque en muchos casos se dilatan los periodos de pago a los trabajadores o a los proveedores porque la prioridad es pagar los gastos financieros vinculados a los altos niveles de deuda.
Sin embargo, el problema reside en el coste de oportunidad, es decir, todo lo que pudiéramos haber hecho y no hicimos por optar por determinadas decisiones de inversión. Que los recursos estén movilizados y destinados a proyectos empresariales de una baja eficiencia y que sólo son rentables en un contexto de bajos tipos de interés, impide que se desarrollen otras actividades que sí aportan valor al conjunto de la sociedad.
El aumento de la supervivencia de estas empresas de baja productividad en los márgenes tiene un efecto en los mercados y restringe el acceso a los mercados para el crecimiento de empresas más productivas. Y ante las siguientes recesiones pueden ser un caldo de cultivo en el momento de afrontar dificultades financieras.
Empresas zombies en España
En España, en el boom inmobiliario se llegaron a construir más de 850.000 viviendas, un ritmo insostenible, en el que constructoras altamente apalancadas tenían amplias expectativas en esta actividad, buscando grandes beneficios.
Ese ritmo de producción era un absurdo en el largo plazo dada la demanda real de las familias españolas, por lo que aquellas empresas del sector de la construcción menos rentables fueron las que entraron en quiebra, lo que permitió, en primer lugar una limpieza del sector y seguidamente una reasignación de recursos y riesgos a otros sectores más productivos.
Probablemente esta reasignación de recursos no haya sido todo lo eficiente posible que se pudiera desear por el contexto de bajos tipos de interés. Grandes compañías como el grupo constructor FCC o Prisa consiguieron refinanciar su deuda tras largas y complejas negociaciones con sus acreedores.
De hecho, el propio el informe de la OCDE "The Walking Dead? Zombie firms and productivity performance in OECD" citaba que en el año 2013 el número de empresas zombie en España era superior al 10%, mientras que en Italia se encontraban ligeramente por encima del 5%.
Un contexto de tipos de interés idílico para las empresas zombies
Los tipos de interés del BCE nunca se han situado a los niveles actuales, fijados en el 0% desde marzo de 2016, lo que suponen unas condiciones de financiación claramente laxas en un contexto en el que la inflación prevista para el mes de noviembre en la Eurozona es del 1,5%.
Esto permite una clara reducción en los gastos financieros de las empresas. Según los datos que ofrece el Banco de España, en el año 2007, los tipos de interés aplicados a las operaciones a más de 10 años se situaban en el 5,33%, mientras que los últimos datos del mes de noviembre, se encuentran en el 2,42%.
Este contexto tiene sus consecuencias, en especial para los ahorradores. Como ejemplo, en el año 2007, los depósitos a plazo de dos años ofrecían un tipo de interés del 3,26%, mientras que actualmente han quedado reducidos a un ridículo 0,11%.