Las reglas han cambiado. Uno por uno, muchos sectores han sido sacudidos por internet y la tecnología. Los antiguos modelos de negocio han saltado por los aires. Las personas cambiaron (y siguen haciéndolo) muchos de sus hábitos de consumo y negarlo es cerrar los ojos. Como empresa, hay dos opciones: mantener la queja permanentemente o actuar en consecuencia.
Hasta ahora, algunos de los representantes de lo que se ha venido a llamar 'economía colaborativa' han sido diana principal de esas quejas. Y más concretamente Uber y Airbnb. En el caso del primero, se ha convertido en la pesadilla y obsesión de los taxistas. Éstos denuncian, con razón, que ejercen competencia desleal a través del servicio que han puesto en marcha en España. El segundo es el quebradero de cabeza para la industria hotelera.
Quejas, la primera reacción
Sus negocios se aprovechan de una legislación que, por norma general, va dos pasos por detrás de la tecnología y sus avances. Pese a ese cierto 'vacío', la realidad es que algunos de estos servicios ejercen competencia desleal desde el momento en el que generan negocio sin las mismas obligaciones que otros.
La reacción de las empresas 'tradicionales' al respecto se ha repetido en este tiempo: quejas, quejas y quejas. Plantear toda la presión para evitar que estos negocios desaparezcan de la faz de la tierra, algo que se antoja, cuando menos, difícil. No en vano, no se trata de una u otra empresa, sino de un cambio de paradigma y de formas de consumir.
En el caso de Airbnb, los hoteleros han lanzado sus propias estimaciones sobre el número de "apartamentos ilegales" y las empresas turísticas han advertido de que el alquiler irregular mina los precios. Las quejas respecto a este tipo de alquiler se han sucedido. Sin embargo, hay otras compañías 'tradicionales' que han decidido actuar.
Room Mate y su respuesta
Es lo que ha ocurrido en la cadena hotelera Room Mate. Con unas cuentas mejorables, ha decidido pasar a la acción. Adaptarse a la realidad y subirse al carro de este segmento 'p2p' (entre particulares). ¿Cómo? Poniendo en marcha su compañía Be Mate con la que pretende plantar cara a AirBnb y similares.
Quiere poner en contacto (previo ingreso de un 15% de comisión del precio -10% al usuario y 5% al propietario) a dueños de habitaciones en viviendas disponibles para alquilar (y con permisos oficiales) y potenciales inquilinos mediante una plataforma similar a la de Airbnb. Viviendas que se encuentren a un máximo de 15 minutos de los hoteles de la cadena en estas ciudades, para poder disfrutar de algunos de los servicios de estos establecimientos (y otros de pago como desplazamientos, limpieza...).
Dudas y certezas
Surgen varias dudas. Si, pese a lo que comenta su fundador en una entrevista en Expansión, va a conseguir que este servicio no 'canibalice' al que hoy por hoy es su 'core business'. Por otro lado, si va a ser posible replicar el éxito de esta fórmula desde una empresa 'tradicional'. E, incluso, queda la duda de cuál será la reacción del resto del sector a corto y medio plazo.
Pero, al margen de esas dudas, sí es interesante el paso dado. Primero, porque demuestra que más allá de la primera queja, hay campo para plantear alternativas con las que abordar esos cambios de hábitos de consumo de los que hablábamos. Segundo, porque, pese al daño que pueda estar haciendo al negocio en el presente, proyectos disruptivos de esa llamada 'economía colaborativa' obligan a ofrecer nuevas propuestas.
El problema es si esos nuevos planteamientos obligados por la competencia de estos nuevos servicios son enriquecedores o, por tratar de dar respuesta a una competencia nueva, acabarán haciéndose un flaco favor a sí mismos. Veremos.
En El Blog Salmón | La economía colaborativa como cuña contra el intervencionismo, Uber y la insurgencia como principio