Después de aquella jugada gloriosa para Wenceslao Casares en la que vendió Paragón al Santander en plena burbuja de Internet, el Grupo Santander ha ido desarrollando diferentes acciones orientadas a sacar rentabilidad a aquella multimillonaria inversión protagonizada con enormes sonrisas de Corcostegui y Casares.
Lo primero que hizo fue cambiar de un día para otro la identidad corporativa, recuperando el nombre de Openbank. Y lo segundo que acaba de anunciar es un incremento considerable en el número de oficinas "físicas" que va a tener la entidad "online", pasando de 14 a 26 en un año, y con la intención de alcanzar en dos años una red de entre 45 y 50 oficinas. Estas oficinas "físicas" no disponen de servicio de caja y son abiertas en locales compartidos con Santander Consumer, división del grupo centrada en financiación al consumo y en la cual está integrado el banco online. La presencia con oficinas la complementa con stands en centros comerciales. Y por si no fuera poco, los clientes de Openbank pueden acudir a las oficinas de Banesto para operaciones como ingresar cheques o retirar efectivo.
Esta decisión de incrementar la presencia "física" puede parecer un contrasentido, si se asume que Openbank es una entidad financiera "online". Sin embargo, y en mi opinión, el error no se encuentra en esta apuesta de la entidad por el "ladrillo", sino en la propia clasificación de la entidad como un banco "online", pues no existen ni bancos online ni bancos offline.
Lo que existen son bancos con una estructura multicanal cada vez más rica y sofisticada donde se incluyen canales online y canales offline, debiendo ser siempre el cliente el que decida cómo y cuándo emplear uno u otro canal, y para qué tipo de operaciones.
Internet como complemento, no como sustitutivo. Y siempre como facilitador de la relación con el cliente.
Vía | Expansión