Después de la finalización del culebrón de OPAs que terminó en empate (o quizá una de las partes salió victoriosa porque la otra tenía más capacidad financiera para controlar la mayoría de las acciones pero no pudo), el precio de las acciones se disparó en bolsa. Y muy por encima del precio que se había pagado en dichas OPA.
Este fenómeno estaba relacionado con dos factores: primero, el número de acciones en bolsa era bajo, con lo que por poco volumen que hubiera el precio era muy volátil (más que valorarse el precio de la compañía lo que se valoraba era tener acciones, las cuales eran escasas); segundo, se esperaba que más adelante, cuando la CNMV lo permitiera, habría otra OPA y se pagarían precios desorbitados por las pocas acciones que quedaban en el mercado y así lograr definitivamente el control de la compañía. Es decir, el precio de la acción no representaba el valor de la compañía con la fórmula precio de la acción multiplicado por el número de acciones, sino se valoraba lo que podían estar dispuestos a pagar los dos inversores mayoritarios por una pequeña parte de la empresa para adquirir el control total de la misma.
Pero ha llegado la sorpresa. Los dos accionistas que guerreaban han decidido dejar de pelearse por el control y partir la compañía en dos, una parte para cada uno. Además, en el acuerdo, valoran la compañía muy por debajo del valor de cotización de la acción. Concretamente valoran la acción en 76,7 euros, cuando el precio en bolsa antes de conocerse el acuerdo era de 118 euros. Hoy la CNMV ha dejado que volviera a cotizar la acción y se ha desplomado hasta los 95 euros, aunque todavía por encima del precio que estiman los socios mayoritarios.
El precio está por encima de la valoración ya que la operación es compleja y todavía tienen que hablar los reguladores. Pero los socios que lo han decidido controlan el 70% de las acciones. Está todo más que decidido.
Vía | El País