Cuando un determinado producto o servicio llega a alcanzar niveles de penetración en el mercado próximos al 100%, la preocupación de las empresas que desarrollan su actividad en ese mercado no se centra en la captación de nuevos clientes, sino en la “sustración” de clientes a la competencia. Y eso es lo que ocurre con el mercado de la telefonía móvil en España, donde la tasa de penetración se sitúa en el 93,9 por ciento de la población, con 38,6 millones de líneas de telefonía móvil operativas en el cierre del año pasado.
Ahora bien, ese robo de clientes tiene un precio, un precio que puede llegar a ser muy elevado, lo suficientemente elevado como para que las compañías seleccionen muy bien el perfil de cliente que quieren robar a la competencia. Telefónica Móviles manifiesta tener un claro interés por mejorar los márgenes del negocio y por elevar el gasto medio de sus usuarios, lo cual, supone centrarse en la portabilidad de contrato en detrimento del prepago.
Vodafone reconoce la misma intención, la de conseguir la portabilidad de contrato, y lo hace por un doble motivo. Primero está su más alto gasto, pero también porque son más fáciles de fidelizar, ya que cuando se capta un cliente de contrato, la posibilidad de que en unos días cambie de compañía es mucho más limitada.
Todo esto está muy bien, y está claro que con unas ofertas cada vez más atractivas y unos terminales cada vez más sofisticados, las operadoras siempre tendrán un reclamo para atraer a un cliente de la competencia. Sin embargo, ¿ponen estas compañías el mismo empeño y esfuerzo en mantener a su base actual de clientes? De no ser así, podría ser que los clientes que la compañía A captase fuesen los clientes de la compañía B que se sienten menospreciados frente a las superofertas que su compañía ofrece a los recién llegados.
Vía | Cinco Días