Trump fue el candidato favorito de la América más rural, predominantemente WASP (White Anglosaxon Protestant), y de los condados más duramente golpeados por la crisis y el desempleo.
Pero, paradójicamente, el boom (relativo) supuestamente traído por las rebajas fiscales de Trump (o más bien por las expectativas generadas en torno a las mismas) ha sido a este segmento de la población a los que ni siquiera ha llegado, ni en forma de nuevos empleos, y menos aún en forma de mejores salarios. Eso por no hablar de la encrucijada a la que Trump ha llevado la economía estadounidense: si el crecimiento que han espoleado sus bajadas de impuestos no es suficiente para contrarrestar las nuevas y enormes montañas de deuda que ha creado con esas rebajas, la catástrofe es casi segura.
El granero de votos está lleno de votos, pero sigue vacío de grano
A modo meramente introductorio del tema de hoy, resumiremos cómo ya les analizamos en el artículo “El American Dream está roto y por eso los americanos votan a Trump: 'Es la economía, estúpido'" cómo lo que había dirigido el voto del Mid West y otras zonas profundamente deprimida a hacia Trump había sido el descontento popular más anti-sistema y anti-globalización. Éstos fueron hábilmente encauzados hacia aquel enemigo único "The Orb" que Trump tantas veces nombró en campaña. De hecho, dentro de estas zonas de mayoría “Trumpista”, el voto era sensiblemente más favorable a Trump en los condados en los que la penetración de productos procedentes de China había sido más intensa.
Como consecuencia de ello, a la vista están los datos de cómo las condiciones socioeconómicas se han deteriorado a raíz de la deslocalización masiva y sin la más mínima planificación ni sostenibilidad. Aquel American Dream que un día llenó las mentes de todo ciudadano de EEUU de ilusión por el futuro, hoy se ha transformado en ese sueño roto cuyos cristales están produciendo profundas heridas socioeconómicas y políticas en todo el país. Buena cuenta de ello da por ejemplo la terrible epidemia de opiáceos, que no es sólo un problema de salud, sino un gran problema socioeconómico del que se ha ocupado incluso la FED. Se trata de un terrible indicador de mal pulso socioeconómico que busca desesperadamente la (no)salida de la adicción a la heroína.
Y esta ola de descontento popular no sólo azota a Estados Unidos: el viraje hacia percepciones anti-sistema ha calado ya en otros países, como en la Vieja Europa. El populismo más visceral, sea de izquierdas o de derechas, campa a sus anchas por países que un día se consideraron no sólo desarrollados, sino muy avanzados (también en la mentalidad y la calidad democrática del momento). Europa en concreto está seriamente amenazada de derribo, quebrándose entre norte y sur, tal y como la propaganda internacional está consiguiendo al abrir insalvables simas, y tratando de crear el caos y la fractura social al enfrentar a grupos ideológicos antagónicos y cada vez más radicalizados. Lo hacen dirigiendo mensajes diseñados para exaltar a ambos polos opuestos incluso desde una misma cuenta de redes sociales.
La brecha estadounidense campo-ciudad se ensancha considerablemente
Efectivamente, de brechas va esta guerra cibersocial, y allá donde las redes internacionales de la propaganda detectan un foco de descontento social incipiente, se ceban con sus mensajes segmentados dirigidos a todas las partes para radicalizar posturas y promover el choque frontal y el enfrentamiento social. A saber qué más maldades que nos estarán guardando para un futuro en el que emergerán como nuevas potencias los países inmunes a la propaganda y a la esencial (pero peligrosamente pervertible) apertura y permeabilidad de internet.
En el caso concreto de EEUU que nos ocupa, podemos ver un claro efecto de brecha campo-ciudad que se retroalimenta en un infernal ciclo que no parece tener fin. Según informa Bloomberg en este artículo, el apoyo masivo a Trump y sus tesis se mantiene extraordinariamente fuerte precisamente en muchas de las zonas más azotadas por la Gran Recesión, donde los efectos de la posterior recuperación apenas se han hecho sentir, donde no hay apenas empleos, donde los salarios no dan para vivir, donde la gente vive de los cupones del estado, y donde la heroína causa estragos. De hecho, por ejemplo, las quiebras de granjas en el Upper Midwest están en niveles comparables a los de los peores momentos de la pasada Gran Recesión.
Lejos de interpretar que Trump no ha conseguido traerles la bonanza que les prometió durante su efectiva campaña electoral, estratégica y socialmente dirigida (incluso diseñada para grupos de población específicos), estos votantes de Trump redoblan su apuesta más anti-sistema, y se mantienen fieles al presidente-magnate. En el Condado de Clay, fuertemente atenazado por la crisis y el desempleo, el 87% de votos que fueron a parar a la candidatura de Trump en las elecciones de hace dos años, siguen mostrando un contundente 80% de apoyo al presidente a día de hoy.
Pero la sociedad estadounidense más cosmopolita camina en la dirección diametralmente opuesta…
Paradójicamente, en las zonas más urbanas y cosmopolitas del país, donde Trump ya no era la opción favorita, los votantes se han vuelto todavía más anti-Trump de lo que ya eran antes de manera predominante. Efectivamente, la sima campo-ciudad existe y se va agrandando peligrosamente, por mucho que pensemos que los datos deberían haber llevado a que el apoyo a Trump decreciese en las zonas que no han visto apenas nada de la recuperación.
La tesis del artículo anterior de Bloomberg es que, cuanto peor te van las cosas, más seductoras resultan las tesis anti-sistema más viscerales. Trump las escenifica día a día realmente bien, consiguiendo calar hondo en infinidad de condados de aquellos Mid West y Mid Atlantic que un día rebosaron de satisfacción con el American Dream, y que sin embargo hoy están desbordantes y desbordados por el descontento social más desesperado.
La política estadounidense de lo que está falta es de soluciones a los problemas de los ciudadanos sin esperanza
El tema no es ya que los estadounidenses más descontentos voten a Trump y confíen ciegamente en él diga lo que diga sin chequear mínimamente sus cuestionables datos; lo hacen incluso aunque al día siguiente diga exactamente lo contrario que el anterior, o cuando se viene arriba y emprende una de sus tormentas de desinformación, y para deshacer la contradicción enarbole que todo eran socorridas fake-news. Y estos estadounidenses van a seguir votándole mientras que no haya otro candidato que ejemplifique mejor el giro sistémico que necesitan en su vida como el comer (para lo que casi no tienen).
Si me lo permiten, mi opinión personal es que no hace falta realmente ser radical ni populista para para ofrecer soluciones que calen entre esos ciudadanos. Quiero creer que, para volver a la normalidad política, sobraría con que un candidato alternativo mostrase voluntad real de querer regenerar profundamente el sistema, y de devolver el sistema a los ciudadanos.
La gente opta por querer dinamitar el sistema cuando está desesperada y no ve ninguna otra salida, porque en ese caso piensa que no tiene nada que perder (aunque lo cierto es que siempre se puede ir a mucho peor). Hay que hacerles ver que efectivamente pueden ir a peor, pero que sí que hay salida, que se quiere devolver el país a los estadounidenses en un nuevo American Dream alejado de la pesadilla actual, y que para ello no hace falta ser irrespetuoso ni visceral, sino que basta con apostar por soluciones reales y realistas, que resuelvan los verdaderos problemas de la gente y les haga sentir de nuevo pasión por un país pensado (mayormente) para ellos.
Es sólo entonces cuando la gente abrazará una opción esperanzadora, alejada de la visceralidad a la que ahora se ven abocados ante su profundo descontento (y también hacia el que la dañina propaganda internacional les teledirige). Porque no lo olviden, la mayor parte de los seres humanos no se siente a gusto en un medio hostil y violento, y entre dos alternativas que solucionen sus problemas, normalmente van a optar siempre por la menos violenta.
Otra cosa es que no vean alternativas: démoselas pues, pero de las de verdad. Y hagámoslo sin violencia populista, ni siquiera verbal; nunca antes ser moderado fue tan trasgresor. Porque lo cierto es que la espiral de radicalismo en la que estamos instalados sí que tiene un punto de inflexión, a partir del cual la sociedad pasa de la violencia verbal a la física, del descontento al odio, y de las personas a los animales… Si llegamos a ese temible punto de no retorno, mucho me temo que lo más probable es que asistamos a desenlaces violentos, pero violentos de verdad y con muchos muertos de por medio, de lo que realmente pocos estarán a salvo. Al mortífero siglo XX me remito.
Así que únanse a la Resistencia Sináptica, lean siempre con espíritu crítico (también a nosotros), renieguen de lo instintivo y lo tribal, dialoguen en vez de “monologar”, no se dejen llevar por la propaganda y por lo visceral, y piensen mucho y por sí mismos. No pueden hacer mejor inversión de futuro con su tiempo y con su esfuerzo neuronal. Vivimos tiempos en los que el analfabetismo está en mínimos, pero sin embargo la ignorancia cotiza fuertemente al alza.
Espero que nunca el mundo les acabe demostrando que lo contrario es un tremendo e irreparable error, sobre todo para los que no podrán contarlo. Sean trasgresores y naden contracorriente en esta inmensidad que nos arrastra: el futuro de todos depende de que la mayoría se mantenga humana y no se vuelvan robots sociales.
Porque incluso reconozco que votar a Trump es una opción que puede llegar a ser perfectamente válida, lo único que les estoy cuestionando es el porqué se vota a Trump y sobre todo… el cómo se le vota. Nunca me han gustado las papeletas que amarillean, y hoy por hoy vivimos todos en un mundo más amarillento que un trigal a finales del verano. No duden de que algunos están esperando pacientemente a cosecharnos: precisamente para eso nos están agostando.
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