En un reciente post, se abrió un debate sobre la relación entre el trabajador y el empresario. Vinculado a esto, durante la reciente campaña para el Referéndum sobre la Constitución Europea, en Francia se comentó que la dirección liberal de esta Constitución no era aceptable. Al mismo tiempo, en el Reino Unido, las críticas que se oían eran exactamente lo contrario, que la Europa Social impuesta en esta Constitución nos llevaría a todos al desempleo y a la pobreza. Temas importantes que los líderes europeos no han querido ni tocar.
Hay muchas raíces históricas que influyen estos distinto puntos de vista, empezando por la batalla entre el capitalista y el trabajador, que viene de la lucha de clases. Nuestros pensamientos (el de todos) todavía están influídos por estas corrientes históricas. Por otra parte, la creciente internacionalización de la economía limita mucho las alternativas que tenemos, aunque más de uno no ha asumido estás limitaciones. Otros debates son los relacionados al libre comercio internacional y a los movimientos del capital internacional. Estos debates enfrentan como dicen los franceses, al llamado sistema anglosajón y la llamada Europa Social. Los dos grandes protagonistas europeos en este debate son Tony Blair, el Primer Ministro británico, impulsando el primero, y Jacques Chirac, el Presidente francés, impulsando el segundo. El Presidente del gobierno español, Zapatero, se ha alineado con las ideas de Chirac (con el derechista y en contra del de izquierdas).
El debate oficial (que ha empezado ya en la prensa) comienza en serio el 16 de Junio, cuando se reúnan el Consejo de Ministros, para tratar cuáles deben ser los siguientes pasos con la Constitución Europea.
Comparado con el sistema anglosajón, el modelo de la Europa Social da un papel exagerado al Estado, a los burócratas y a los sindicatos, y con excesiva regulación e intervención que se extiende al sistema financiero, al mercado laboral y al desarrollo empresarial, primando las grandes empresas sobre las pequeñas y las nuevas. Quizás la diferencia más significativa es que en el sistema anglosajón el enfoque es ampliar la riqueza nacional, mientras en la Europa Social el enfoque más importante es la distribución de la riqueza existente. La diferencia básica es que unos piensan que el gobierno puede participar en el desarrollo empresarial y otros piensan que el gobierno debe interferir en la economía lo menos posible.
El ministro de Finanzas británico, el laborista Gordon Brown, y más izquierdista que Tony Blair, tiene las llaves de la salida a este conflicto, aunque no sea querido en los pasillos del poder francés, por su estilo agresivo. Brown sabe que lo importante es hacer las dos cosas a la vez, incrementar la tarta y ver cómo distribuir esa tarta mejor. Esto se hace interfiriendo menos en las actividades del mercado, pocos subsidios y poca regulación (excepto lo necesario, por ejemplo, para proteger la salud y la seguridad) pero con la posibilidad de utilizar más de la riqueza generada para las ayudas necesarias. El gobierno puede hacer mucho más ayudando a la transición entre empleos, liberalizando el sistema de empleo y de jubilación para flexibilizarlo más, la educación en todas las etapas de la vida e, incluso, con un ingreso mínimo para todas las familias. Una tarta que crece permite repartir más.
Como suele ocurrir en las reuniones de ministros, esto no se resolverá y, después de algunas reuniones diplomáticamente desagradables, encontrarán una solución acordada que, en realidad será el aplazamiento de los problemas hasta el futuro.
En El Blog Salmón | Los sindicatos quieren más empleo, pero… y Crece el descontento en Europa