España lo tiene todo para ser la gran potencia atractriz de teletrabajadores, pero nuestro impuesto al patrimonio les da mucho miedo

España lo tiene todo para ser la gran potencia atractriz de teletrabajadores, pero nuestro impuesto al patrimonio les da mucho miedo
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Es una nueva era para los trabajadores desde el estallido de la crisis del covid-19. Muchas empresas han decidido no tener oficinas y la deslocalización de trabajadores se ha acentuado. Y aunque los movimientos son lentos, existe una guerra por atraer este tipo de trabajadores, que normalmente son de alta cualificación y buenos salarios.

España es destino atractivo pero tiene una gran pega, su sistema impositivo. Y entre todos los impuestos el más incomprendido por los extranjeros es el de patrimonio, principalmente porque no existe en casi ningún país del mundo.

Atraer el capital humano

En la carrera por atraer a teletrabajadores de todo el mundo España tiene unas condiciones muy buenas. Las mismas ventajas que tenemos para atraer turismo en una situación normal las tenemos para atraer a teletrabajadores: buen clima, precios no muy altos (comparados con otros países desarrollados), baja criminalidad, playas de muy buena calidad, destinos turísticos muy interesantes, buenas infraestructuras...

De hecho en esta carrera ya hay algunas ciudades que están en el top. Por ejemplo, en una encuesta hecha a 15.000 personas de 173 nacionalidades, la vencedora salió Valencia. Y justo después Alicante. Y en el top 10 también estaban Málaga y Madrid.

Es decir, partimos con ventaja. Pero no nos podemos descuidar porque no somos los únicos que tenemos esta serie de características (por ejemplo Portugal e Italia tienen condiciones paraecidas) y tenemos algunas desventajas. Sobre todo impositivas.

El IRPF podría ser más competitivo

Nuestro IRPF, en general, es alto. Sobre todo los marginales de los últimos tramos son bastante altos y normalmente los trabajadores que podrían permitirse emigrar son los que más dinero ganan. España deja de ser atractivo en este aspecto.

Eso sí, en España tenemos la conocida como Ley Beckham, que permite, a los trabajadores que vengan a España por un contrato laboral pagar solo el 24% por los primeros 600.000 euros de sueldo. Eso sí, hay excepciones y ha habido una reforma reciente que hace que por ejemplo esta ley no aplique ya a futbolistas (cosa curiosa porque se hizo al tiempo que venía Beckham y así se conoció la ley).

Hay que tener en cuenta que países como Portugal tienen un régimen para trabajadores expatriados muy interesante y nos podría hacer una dura competencia, siendo además un país más barato que España y con un mejor dominio del inglés.

El impuesto de patrimonio asusta

Sin embargo el principal problema no es el IRPF. Al final todos los países tienen IRPF y uno de los motivos para atraer a este tipo de trabajadores es precisamente que paguen impuestos en España. Sucesiones y donaciones tampoco son dramáticos, pues estamos hablando de gente que normalmente no tiene intención de vivir toda la vida aquí. Y el IVA es similar a otros países.

Sin embargo el impuesto del patrimonio sí que es un escollo. Primero, solo Noruega y Suiza tienen algo equivalente en Europa. Italia y Francia tienen algo parecido pero solo aplica a las propiedades inmobiliarias. Por tanto muchos extranjeros no entienden eso de pagar un impuesto anual por la riqueza neta que tienen. Y las páginas especializadas en expatriados lo hacen notar cuando hablan de España.

Y estamos hablando de trabajadores con alta cualificación que vienen de países bastante prósperos (nadie se va mudar de un país más barato a otro más caro, por mucho clima bueno que tengamos). Y eso implica que han podido acumular un patrimonio a lo largo de la vida laboral que tendría que pagar impuestos, a pesar de que los bienes estén situados en su país de origen: como ya explicamos, el impuesto de patrimonio para los residentes aplica a todo su patrimonio mundial.

Al final si un teletrabajador viene a España a residir, lo normal es que viva de alquiler y por tanto la principal exención de la que gozarán es el mínimo exento de 700.000 euros (que además es menor en Aragón, 400.000 euros, Cataluña y Extremadura, 500.000 euros, y Valencia, 600.000 euros). Unos límites que pueden parecer altos en España pero que para gente de Alemania, Reino Unido o Suecia puede no serlo tanto.

Y un problema añadido es que realizar esta declaración no es nada sencillo, pues la valoración de los bienes puede ser complicada si estos están en el extranjero y los bancos no ayudan a su cálculo (como sí hacen en España). Al final al coste del impuesto hay que sumarle el coste de un asesor fiscal que ayude a presentar la declaración.

Posibles soluciones

¿Qué se podría hacer para evitar este pánico de los extranjeros a este impuesto? Existen tres soluciones. Una sería hacer un régimen especial para residentes no nacionales, al igual que tenemos con el IRPF o como hace Portugal con su IRPF para algunos grupos especiales de trabajadores cualificados. Se podría aplicar una bonificación al impuesto o directamente eliminarlo en dichos casos.

Otra posible solución es que para residentes extranjeros el impuesto solo aplique a los bienes y derechos situados en territorio español (al igual que sucede con el impuesto para los no residentes). Esto simplificaría mucho las cosas.

Y por último, se podría considerar eliminar de forma definitiva (tal y como sucedió entre 2008 y 2010) el impuesto de patrimonio en España. Al final es un impuesto con baja recaudación y si lo que se pretende es evitar que las riquezas heredadas e improductivas se propagen a lo largo de las generaciones el impuesto de sucesiones y donaciones es un mejor camino.

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