Como viene de señalar Joan Rosell, Presidente de la CEOE, la gran cantidad de leyes, ordenanzas, reales decretos y otras normativas que publican las distintas administraciones en España, no hacen más que frenar el desarrollo interno y desincentivar la inversión exterior, su atropellada sucesión obliga a un constante seguimiento para no perderse, al tiempo que crea un alto grado de inseguridad nada deseable.
Administraciones con competencias superpuestas, normas que se derogan, se enmiendan o se reforman a los pocos días de entrar en vigor, no sólo crean una alta inseguridad jurídica, lo que ya de por sí es un importante lastre, sino que además exigen un esfuerzo enorme para mantenerse al día en el cumplimiento de las normas que nos afectan.
Una administración eficiente pasa por poner en marcha leyes que tengan el suficiente consenso y respaldo como para no necesitar enmiendas, correcciones y parches en poco tiempo. El mínimo exigible a los administradores es que analicen las posibles implicaciones de las diferentes propuestas antes de publicarlas, que analicen las posibles incompatibilidades o incongruencias con normativas de rango superior.
De cara al desarrollo de las empresas esto supone que han de dedicar parte de sus recursos en mantenerse al tanto de cada modificación, las grandes empresas pueden permitirse tener departamentos dedicados en exclusiva a eso, pero las pequeñas y medianas no; en cualquier caso se trata de un gasto que podría ser evitable, y destinarse a investigación por poner un ejemplo.
Las leyes y normas que se aprueban a instancias del otro, condenadas a ser reformadas en los siguientes comicios, y no por malas o erróneas, sino por el mero hecho de que las ha aprobado “el contrario”, no conducen a nada bueno.
Es necesario un mínimo de coherencia, un mínimo de respeto al ciudadano, se debe legislar para el ciudadano, para la empresa, no contra el partido de enfrente. Esa conducta infantil en la que la pelota es mía y yo reinvento las reglas, aparte de dar una imagen muy negativa, es profundamente nefasta para nuestro desarollo interno y la imagen que proyectamos al exterior.
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